A Olof Palme lo mataron mientras caminaba por la calle más transitada de Suecia.
Era un viernes por la noche y él era el primer ministro.
Acababa de salir de un cine junto a su esposa Lisbet. La pareja no estaba acompañada por guardaespaldas pues Palme insistía en llevar una vida lo más normal posible por lo que esa noche, al igual que en muchas otras ocasiones, había prescindido de la protección policial.
Concluida la función, el matrimonio caminaba de regreso a casa cuando a las 23:21 horas un hombre se les acercó por detrás, disparó varios tiros por la espalda a quemarropa antes de empezar a correr y desaparecer por una de las calles adyacentes.
El primer ministro cayó al suelo fulminado al instante.
Aunque Palme estaba acompañado por su esposa y en la misma calle hubo decenas de testigos que dijeron haber visto a un hombre alto hacer los disparos y huir del lugar, nunca se halló al culpable y Suecia ha vivido durante décadas con el trauma y la incertidumbre de no saber a quién responsabilizar por lo ocurrido aquel 28 de febrero de 1986.
El misterio, sin embargo, podría llegar a su final este miércoles, cuando la oficina del Fiscal General de Suecia tiene previsto presentar las conclusiones de la investigación sobre el caso, reabierto hace un par de años tras el surgimiento de nuevos indicios.
La muerte de Palme tuvo gran repercusión pues, más allá de las condiciones trágicas en las que murió, este primer ministro sueco había dejado un legado tanto por sus políticas progresistas como por sus valientes posturas en política exterior, ya que en plena Guerra Fría se atrevía a plantar cara tanto a Estados Unidos como a la Unión Soviética.
Nacido en 1927 en el seno de una familia de clase alta con conexiones con la aristocracia, Palme se unió en 1949 al Partido Social Demócrata que empezó a liderar en 1969 tras suceder a su mentor Tage Erlander.
“Palme fue formado como político por Tage Erlander, que es uno de los padres del sistema de bienestar sueco. Yo diría que él tomó e hizo avanzar las políticas de Erlander”, dice a la BBC Anna Sundstrom, secretaria general del Centro Internacional Olof Palme.
Entre 1969 y 1976, Palme ocupó por primera vez el cargo de primer ministro, al que luego retornaría en 1982 hasta su muerte.
Durante sus gobiernos, expandió la cobertura del sistema de salud y del sistema de bienestar, hizo grandes inversiones en educación, aumentó el poder de los sindicatos y despojó a la monarquía sueca de todo poder político formal.
Según Sundstrom, una de sus reformas más importantes fue la creación de guarderías infantiles y de centros de educación prescolar, lo que facilitó la entrada de las mujeres al mercado laboral y sirvió para promover la igualdad de género.
En la arena internacional, Palme se destacó por defender valores progresistas sin importar a quién debía enfrentarse.
Así, por ejemplo, fue un duro crítico de la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968, pero también cuestionó los bombardeos de Estados Unidos sobre Vietnam, y hasta incluso llegó a compararlos con los campos de concentración nazis durante la II Guerra Mundial.
Esta última comparación no cayó bien en Washington, lo que llevó a un breve congelamiento de las relaciones bilaterales.
“No me arrepiento porque en este mundo tienes que hablar bastante alto para hacer que alguien escuche. No puedo permanecer callado en este tema”, dijo en 1973 al diario The New York Times.
Sus críticas abiertas iban más allá de las superpotencias.
Palme tildaba de racista al régimen de apartheid en Sudáfrica y financiaba al Congreso Nacional Africano (CNA) de Nelson Mandela, denunciaba el régimen fascista de Francisco Franco en España como “malditos asesinos” y hacía campaña en contra de la proliferación de armas nucleares.
Además fungió como mediador de paz durante la guerra entre Irak e Irán en la década de 1980.
Sus posturas y acciones le ganaron adeptos y detractores por igual.
Los empresarios y los liberales en Suecia estaban muy molestos por sus reformas, mientras que sus abiertas y frecuentes críticas a gobiernos extranjeros le granjearon no pocos enemigos.
“Era casi como si o lo amabas o lo odiabas. Había un resentimiento muy, muy fuerte, en especial en la derecha. Hoy, cuando hablamos sobre la fuerte retórica en redes sociales contra los políticos, todo eso ya lo habíamos visto en Suecia durante la era Palme”, señaló Sundstrom.
“Pero él también era muy respetado y querido por un gran segmento de la población sueca”, agregó.
El asesinato de Palme ha sido motivo de innumerables especulaciones.
Las hipótesis sobre la autoría han oscilado desde la KGB, la CIA y el Mosad, hasta el régimen del apartheid de Sudáfrica en connivencia con la ultraderecha sueca pasando por los nacionalistas kurdos y la teoría de un “lobo solitario”.
Sin embargo, en estos 34 años ha habido cuatro teorías a las que se ha atribuido mayor peso.
1. La primera de estas fue formulada por el primer jefe del equipo de investigación del caso, quien creía que la muerte del primer ministro estaba relacionada con el movimiento independentista kurdo PKK.
En aquel momento, el PKK estaba implicado en una lucha guerrillera en contra del Estado turco y había sido declarado por Palme como “organización terrorista”.
2. La segunda teoría fue esbozada en 1996 y apuntaba hacia la posibilidad de que Palme hubiera sido asesinado por un expolicía sudafricano debido a sus denuncias contra el apartheid y a su apoyo al CNA de Mandela.
Investigadores suecos viajaron ese año a Sudáfrica pero no hallaron evidencias que respaldaran la acusación.
3. La tercera teoría sugiere que la muerte estuvo relacionada con un acuerdo para que la empresa de armas sueca Bofors vendiera piezas de artillería al gobierno de India durante las décadas de 1980 y 1990.
Años después de la muerte de Palme se supo que la empresa sueca había pagado sobornos a varios intermediarios en India para obtener el contrato y que el escándalo implicaba al primer ministro de ese país Rajiv Gandhi.
“Podría ser que Palme descubriera que la empresa Bofors era corrupta el mismo día de su muerte. Eso le daría a los intermediarios detrás de esa negociación un fuerte incentivo para matarlo”, dijo a la BBC Jan Bondeson, autor del libro “Sangre en la nieve: el asesinato de Olof Palme”.
4. La cuarta teoría se refiere al llamado “hombre Skandia”. Se trata de Stig Engstrom, un hombre que trabajaba en la compañía de seguros Skandia, cuyas oficinas centrales están ubicadas cerca del lugar del crimen y quien fue uno de los 20 testigos del homicidio.
La policía empezó a investigar a Engstrom en 2018, luego de que una investigación periodística revelara que él tenía entrenamiento en manejo de armas de fuego, era amigo de un hombre que tenía una colección de armas cortas y tenía fascinación por los revólveres Magnum.
Cualquiera que haya sido su presunta implicación se llevó el secreto a la tumba pues Engstrom se suicidó en el año 2000.
La pesquisa inicial sobre la muerte de Palme estuvo plagada de errores.
La policía no acordonó debidamente la escena del crimen y, durante las horas siguientes al suceso, estableció restricciones de paso en una parte muy pequeña de las adyacencias.
Las medidas de seguridad eran tan débiles que hubo personas que cruzaron el cordón policial y caminaron hasta el lugar donde aún estaba la sangre de Palme para dejar flores en su memoria.
Además, se permitió que los testigos abandonaran el lugar antes de ser interrogados.
La policía fue incapaz de recuperar huellas de la escena del crimen porque los trabajadores retiraron la nieve.
Y las dos balas que se recuperaron del ataque no fueron halladas por agentes, sino por transeúntes. Una de ellas, varios días después del asesinato.
En 1988, la policía arrestó a Christer Pettersson, cuya apariencia física coincidía con la descripción que los testigos habían dado de una persona que había sido vista con actitud sospechosa cerca del lugar donde Palme fue asesinado.
De hecho, durante una ronda de reconocimiento, Lisbet Palme le identificó como el asesino.
En 1989, Petterson fue condenado y sentenciado a cadena perpetua.
Su abogado apeló inmediatamente y destacó que Pettersson no tenía ningún motivo para cometer el asesinato y que las autoridades ni siquiera habían hallado el arma usada en el crimen: un Magnum calibre .357.
Así, cuando apenas había cumplido tres meses de castigo, los tribunales revocaron la condena y ordenaron pagar una compensación por US$50.000 a Pettersson, quien murió como un hombre libre en 2004.
El homicidio de Palme causó un gran trauma en la sociedad sueca que derivó en la formulación de decenas de teorías sobre lo ocurrido. Esta obsesión colectiva recibió el nombre de Palmes sjukdom o la enfermedad Palme.
Durante las investigaciones tras su muerte las autoridades realizaron unos 10.000 interrogatorios y desde entonces 134 personas se han atribuido la responsabilidad por el asesinato.
Queda por ver si ahora, 34 años más tarde, el misterio de la muerte de Olof Palme queda definitivamente resuelto.