Las negociaciones para terminar con la crisis entre Rusia y Ucrania continúan, pero autoridades de ambos países señalan que son “extremadamente difíciles”.
Ucrania y Rusia han mantenido conversaciones de paz intermitentes desde finales de febrero de 2022, sólo unos días después de que Rusia iniciara la guerra.
El presidente ruso, Vladimir Putin, hizo añicos la esperanza de un acuerdo de paz inminente el 12 de abril cuando dijo que las conversaciones “llegaron nuevamente a una situación sin salida para nosotros”.
Ucrania sostiene que las discusiones aún “se están llevando a cabo”, incluso cuando las “negociaciones son extremadamente difíciles”, según el asesor presidencial ucraniano Mykhailo Podolyak.
Los continuos ataques de Rusia a la ciudad portuaria ucraniana de Mariúpol así como el asesinato masivo de civiles en Bucha dificultan la celebración de conversaciones de paz.
Pero como dijo una vez el ex primer ministro israelí Yitzhak Rabin: “No se hacen las paces con los amigos. Las haces con enemigos muy desagradables”.
Las conversaciones de paz son siempre una mezcla compleja de cálculo estratégico y emoción humana.
En mis 20 años de experiencia trabajando en programas de consolidación de la paz e investigando la paz y los conflictos, he aprendido que es importante prestar atención a ambos factores para comprender por qué las conversaciones pueden tener éxito o no.
The Conversation* me pidió que respondiera a las siguientes preguntas sobre las conversaciones de paz.
En la mayoría de los casos.
Entre 1946 y 2005, sólo 39 de 288 conflictos, o el 13,5%, se resolvieron con un acuerdo de paz, según una iniciativa de investigación de la Universidad de Uppsala en Suecia. Los demás terminaron con la victoria de un lado, o el fin de la lucha sin un acuerdo de paz o una victoria.
Pero incluso cuando las partes en conflicto no logran llegar a un acuerdo de paz, las conversaciones pueden reducir las bajas civiles a través de cese al fuego temporal o el establecimiento de corredores humanitarios para entregar suministros o evacuar a los civiles.
También hay pruebas de que incluso los acuerdos de paz fallidos reducen la intensidad de futuros conflictos.
Mucho.
Las conversaciones de paz pueden crear una base para un eventual acuerdo para poner fin al conflicto. También pueden reducir el daño a las comunidades.
En mi experiencia, las negociaciones de alto el fuego a menudo se llevan a cabo durante un pico de violencia. Esta violencia puede impulsar la reducción de los enfrentamientos en el futuro.
Si las partes beligerantes acuerdan un alto el fuego y se apegan a ese acuerdo, se pueden evitar bajas en ambos lados. También pueden crear una base inicial de confianza que puede allanar el camino hacia negociacones más difíciles.
El acuerdo de cese al fuego de las Montañas Nuba en Sudán, por ejemplo, es reconocido por ayudar a fundar la confianza que permitió que se llevaran a cabo conversaciones de paz norte-sur más amplias y significativas, a partir de 2002.
También se pueden lograr acuerdos limitados que ayuden a poner fin a la violencia y salvar vidas. Durante la guerra de Gaza de 2008-2009, por ejemplo, aunque no hubo acuerdo para un alto el fuego, Israel abrió un corredor humanitario para permitir que se entregara ayuda vital a los civiles.
Fundamentalmente, las conversaciones de paz durante la guerra no son algo que las partes en conflicto hagan como alternativa al enfrentamiento armado. Es una estrategia utilizada junto con la lucha para lograr sus objetivos.
Hay muchos.
El mayor desafío para las conversaciones de paz es la violencia relacionada con el conflicto y la ira y la desconfianza que crea entre las diferentes partes en conflicto.
Los negociadores deben sentarse frente a aquellos que creen que han matado a sus hijos e hijas.
La violencia en la guerra de Ucrania ha sido omnipresente y generalizada, afectando a soldados y civiles por igual. En Ucrania, más de 1.842 civiles han muerto a manos de las fuerzas rusas, según estimaciones de la ONU (Naciones Unidas). Es probable que el número real de civiles muertos sea mucho mayor.
Esto significa que debe haber razones estratégicas convincentes para negociar.
Sin embargo, la mayoría de las veces, una de las partes cree que está ganando y no tiene un incentivo para negociar.
En Afganistán, por ejemplo, los talibanes se retiraron de las conversaciones de paz en 2021 porque estaban logrando avances militares significativos y Estados Unidos había anunciado que retiraría las tropas.
Un punto muerto que perjudica a ambas partes puede traer a diferentes partes a la mesa.
Ambos lados se dan cuenta de que están siendo perjudicados por el statu quo, pero también saben que no pueden derrotar militarmente al otro lado. Las negociaciones son entonces una forma lógica de avanzar.
Una vez en la mesa, los negociadores, a menudo apoyados por mediadores neutrales, trabajan para llegar a alguna versión de una solución en la que ambos sientan que han ganado algo.
Un objetivo central es elaborar acuerdos que creen una especie de beneficio mutuo.
Los negociadores no solo deben llegar a un acuerdo, sino también venderle ese acuerdo a una comunidad que está enojada, traumatizada y afligida.
Esta es solo una de las razones por las que es importante incluir a todo tipo de personas, incluidas mujeres, organizadores comunitarios y diferentes líderes étnicos, en las conversaciones de paz.
Su inclusión significa que la aceptación pública del acuerdo de paz crece a medida que avanzan las negociaciones.
Pero el modelo más común, como en el caso de las conversaciones sobre Ucrania y Rusia, sigue siendo que unos pocos hombres de élite negocien un acuerdo, y sólo entonces intenten venderlo a los grupos clave en casa.
Hasta los líderes autoritarios necesitan apoyo para los acuerdos de paz, así sea sólo de los militares para evitar un golpe de Estado.
No.
Los negociadores de paz necesitan construir algún tipo de relación de trabajo para poder organizar conversaciones de paz.
Eso, sin embargo, no garantiza que los involucrados negociarán de buena fe. En Sudán del Sur, por ejemplo, se acusó a los negociadores de paz de participar solo para poder quedarse durante semanas en hoteles de lujo.
En Siria, el presidente Bashar al-Assad fue acusado a menudo de entablar conversaciones de paz como estrategia de relaciones públicas o de permitir que su ejército se reagrupara antes de su próximo ataque contra civiles.
Las negociaciones de buena fe ocurren sólo cuando lo mejor para las partes es llegar a un acuerdo.
Mientras tanto, Rusia ha sido acusada de envenenar a dos importantes negociadores de paz ucranianos, así como al multimillonario ruso Roman Abramovich, durante una ronda de conversaciones sobre la guerra de Ucrania en marzo.
Esta violencia viola las viejas costumbres diplomáticas que guían las conversaciones de paz, incluida la de que los enviados de paz permanecerán seguros.
La supuesta violación de estas costumbres por parte de Rusia hará que sea aún más difícil que las conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania alcancen un resultado exitoso.
Las conversaciones probablemente serán largas y arduas y requerirán pasos más pequeños para generar confianza antes de que termine la guerra.
* Andrew Blum es director ejecutiva y profesor de Práctica en el Instituto Joan B. Kroc para la Paz y la Justicia, Universidad de San Diego. Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.