Por su edad, 74 años, el mandatario estadounidense pertenece a uno de los grupos de mayor riesgo ante el nuevo coronavirus, que ya se ha cobrado la vida de más de 207.000 personas en EE.UU.
De acuerdo con los Centros de Diagnóstico y Control de Enfermedades en Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), 8 de cada 10 muertes relacionadas con el covid-19 en ese país corresponden a personas mayores de 65 años.
Ahora está internado “como una medida de extrema precaución” en el Walter Reed National Military Medical Centre, desde donde, según la Casa Blanca, seguirá trabajando.
La nueva situación, en principio, no incide sobre el ejercicio de sus deberes como presidente, pero sí limita de forma evidente su posibilidad de hacer campaña electoral cuando falta poco más de un mes para para las votaciones del 3 de noviembre.
Pero Trump no es el primer mandatario estadounidense en sufrir una enfermedad durante su gobierno.
BBC Mundo te cuenta sobre otros cuatro mandatarios que pasaron por la misma situación.
El primer presidente de Estados Unidos sufrió diversos problemas de salud durante su gobierno.
La protuberancia fue removida quirúrgicamente, tras lo cual requirió seis semanas para sanar la herida.
Al año siguiente, en la primavera de 1790, Washington cayó enfermo de influenza y neumonía, lo que afectó tanto su vista como su capacidad auditiva que, en algún momento, se vio severamente limitada.
A mediados de mayo de ese año, los médicos dijeron que habían perdido la esperanza de una recuperación del mandatario quien, tras comenzar a sudar profusamente una noche, se recuperó repentinamente y quedó fuera de peligro.
En aquel entonces, las enfermedades de los mandatarios eran percibidas como una amenaza para la estabilidad política del país.
“Particularmente antes de la aparición de los antibióticos, cualquier enfermedad que sufriera un presidente -quien probablemente se hallaba en la etapa final de su vida- era motivo de preocupación para el sistema político”, cuenta a BBC Mundo Russell Riley, codirector del programa de historia oral de la presidencia del Centro Miller de la Universidad de Virginia.
Donald Trump no es el primer mandatario de Estados Unidos en enfermarse por una pandemia.
En abril de 1919, el presidente WoodrowWilson contrajo la llamada Gripe española mientras se encontraba en París negociando el Tratado de Versalles para poner fin a la I
Poco después de arribar a la capital francesa, el mandatario sufrió elevada fiebre y unos violentos ataques de tos que casi le dejaban sin aliento. Su salud estaba tan afectada que ni siquiera podía sentarse en la cama.
El Ejecutivo estadounidense decidió entonces no informar con claridad sobre lo que estaba ocurriendo y el doctor, Cary T. Grayson, médico personal de Wilson, dijo a la prensa que el mandatario se había resfriado por causa del clima lluvioso de París.
Mientras Wilson recuperaba su salud, la representación de EE.UU. en las negociaciones estuvo en manos de otros altos funcionarios.
Durante su convalecencia se registraron algunos cambios en el comportamiento del mandatario que han llevado a algunos expertos a sugerir que en lugar de la Gripe española pudo haber sufrido un accidente cerebrovascular.
Sin embargo, el historiador John Barry, autor de un libro sobre esa pandemia que recoge lo ocurrido con Wilson en París, señala que sus síntomas coincidían perfectamente.
El mandatario terminó recuperando su salud pero pocos meses después sí sufrió un grave episodio cerebrovascular que le dejó parcialmente incapacitado hasta el final de su mandato en 1921.
Esta vez, nuevamente la Casa Blanca intentó mantener en secreto la gravedad de la enfermedad del mandatario.
Aunque Grayson informó al gabinete sobre la situación, el médico se negó a firmar un certificado de incapacidad que habría abierto el camino para la sustitución de Wilson en el poder y, además, recomendó no informar a los ciudadanos sobre hasta qué punto el mandatario se encontraba afectado.
Fue así como, limitado en sus capacidades y aparentemente con mucho apoyo de su esposa Edith, Wilson concluyó su mandato en 1921.
Riley señala que aunque los ciudadanos tuvieron conciencia de que Wilson estuvo enfermo, pocas personas realmente podían saber el alcance de sus dolencias.
“Casi nadie, aparte de sus médicos y de su esposa, llegaron a saber realmente cuán incapacitado estaba. Pocas personas podían verlo. De hecho, algunas personas han llegado a decir que debido a esta situación, la esposa de Wilson fue quien realmente ejerció la presidencia durante una buena parte de este periodo”, apunta Riley.
Dos años después de llegar a la Casa Blanca, el general Dwight Eisenhower sufrió un grave ataque al corazón.
Sin embargo, las autoridades inicialmente informaron a la prensa que el mandatario había experimentado “un problema digestivo durante la noche”.
Según el historiador Robert Gilbert, el propio Einsehower se encargó de minimizar el impacto de lo ocurrido “manipulando a su equipo médico, protegiendo su imagen, engatusando a su equipo, confundiendo a la prensa, manipulando a sus asesores, dominando su partido y haciendo una campaña casi imposible de contrarrestar por parte de la oposición”.
¿El resultado? Que pese a que el consejo médico apuntaba a que no debería buscar un segundo mandato, Einsenhower se postuló y volvió a ganar.
En 1956, el mandatario fue diagnosticado con la enfermedad de Crohn, una afección que provoca la inflamación del tubo digestivo, puede ser dolorosa y, en ocasiones, pueden acarrear riesgo mortal.
La dolencia fue superada con un procedimiento quirúrgico.
En noviembre de 1957, Einsehower sufrió una apopeljía durante una reunión ministerial que le dejó temporalmente incapacitado para hablar o para mover su mano izquierda.
Su completa recuperación no se produjo sino hasta marzo de 1958.
Pese a estas dolencias, Einsenhower se las arregló para seguir gobernando hasta culminar su segundo mandato en 1961.
Según explica Riley, la enfermedad del mandatario causó mucha preocupación por el tema de la sucesión presidencial, en torno a la cual las reglas no estaban tan claras hasta entonces.
Esta experiencia sirvió como un acicate para la posterior adopción de la 25ª Enmienda a la Constitución de Estados Unidos que entró en vigor en 1967 y que establece los procedimientos a seguir en caso de una ausencia o incapacidad del Jefe de Estado.
Hasta la candidatura de Donald Trump en 2016, Ronald Reagan había sido la persona de mayor edad en aspirar a la presidencia de Estados Unidos.
El dirigente republicano sufría numerosos problemas de salud, al punto que algunos consideraban que no era apto para aspirar a la Casa Blanca.
Durante su mandato, Reagan tuvo varios episodios preocupantes por la posibilidad de que sufriera cáncer.
En 1985, el mandatario fue sometido a una cirugía que concluyó con la remoción de un pólipo canceroso en su intestino grueso.
Posteriormente, en 1987, fue sometido a una cirugía menor para extraer un tejido canceroso de su nariz.
Sin embargo, la situación que más afectó su salud no fue una enfermedad, sino el intento de asesinato que sufrió en marzo de 1981.
“La salud del presidente estuvo terriblemente afectada, mucho más de lo que los ciudadanos sabían en aquel momento”, señala Riley.
“En la historia reciente de Estados Unidos, ese es el ejemplo más prominente de un mandatario que tuvo que enfrentar un grave problema de salud que lo incapacitaba”, concluye.
Reagan sufrió una perforación en el pulmón, pero la pronta atención médica le permitió recuperarse rápidamente a pesar de su edad. En aquel entonces tenía 70 años.
No se produjo una invocación formal de sucesión presidencial y Reagan se reincorporó al trabajo en la Casa Blanca menos de un mes después del incidente.