El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha tratado mayormente a América Latina —cuando le ha prestado atención— como un apéndice sur de su reino estadounidense.
Por ello no sorprende que la región esté observando de cerca las elecciones estadounidenses para ver qué podrían ofrecer los resultados en términos de cambios en el tratamiento impuesto por el gobierno de Trump,
Los países gobernados por la izquierda, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, que son blanco de la retórica incendiaria del gobierno Trump y de sanciones intensificadas, esperan sinceramente que el presidente republicano fracase en su intento de reelección, aunque solo sea porque perciben que su oponente demócrata Joe Biden puede ofrecer la perspectiva de una menor hostilidad e incluso posibles negociaciones.
Algunos líderes latinoamericanos, como el presidente de derecha de Brasil, Jair Bolsonaro, y el colombiano Ivan Duque, han forjado relaciones amistosas con Trump e incluso expresaron su apoyo abierto a su reelección.
Al mirar las encuestas de opinión, es posible que les preocupe que una victoria de Biden pueda generar un escrutinio más incómodo de sus políticas ambientales y de derechos humanos, aunque saben que sus países seguirán siendo aliados importantes de EE.UU. en América Latina.
Con México como el vecino sureño más inmediato, el presidente Andrés Manuel López Obrador de tendencia izquierdista ha hecho todo lo posible por mantener una relación cordial con Trump, aceptando con calma sus insultos públicos a México y los mexicanos, y las repetidas amenazas de sanciones por temas que van desde inmigración y comercio hasta la lucha contra los cárteles de la droga.
Esto le ha valido a AMLO numerosas críticas en su país. Las cosas solo puede mejorar para él si triunfa Biden.
La mayoría de los gobiernos latinoamericanos se han mostrado cautelosos, manteniéndose al margen de la polarizada contienda electoral para no dañar años de apoyo estadounidense (con ambos partidos en el poder) a sus economías y fuerzas de seguridad.
Dada la dura competencia entre Trump y Biden por el influyente voto hispano en Florida, Cuba y Venezuela han sido mencionadas más en sus campañas que otras naciones latinoamericanas.
Trump ha prometido continuar con sus políticas de línea dura contra el líder venezolano Nicolás Maduro y los gobernantes comunistas de Cuba, y ha descrito al demócrata Biden como simpatizante de los regímenes “comunistas” y “socialistas”.
Biden ha prometido “nuevas políticas”, particularmente hacia Cuba, indicando que restablecerá el acercamiento diplomático con La Habana de 2015-2016, iniciado por el predecesor demócrata de Trump, Barack Obama.
Si bien es reacia a admitir esto demasiado abiertamente, ya que podría influir en el esfuerzo de Trump de tachar a Biden de “socialista”, Cuba, ahorcada por las sanciones, tiene mucho que ganar potencialmente con una victoria de Biden.
“Si Trump gana la reelección, se pueden esperar nuevas medidas más duras y agresivas contra Cuba”, escribió un columnista oficial cubano el 12 de octubre en el sitio web del gobierno cubano Cubadebate.
“Por otro lado, si gana Biden, habrá una ‘nueva política’ del gobierno de Estados Unidos hacia la isla, que debe retomar el rumbo del complejo proceso hacia la normalización de las relaciones bilaterales”, agregó el columnista Abel Enrique González Santamaría.
Es posible que Maduro no pueda esperar tanto de Biden, quien abiertamente lo ha llamado “dictador”.
Maduro, al menos en público, ha dicho que espera que Venezuela continúe siendo una “obsesión imperial” para EE.UU., independientemente de quién gane el 3 de noviembre, pero parece razonable pensar que, en privado, espera con un presidente demócrata un liderazgo menos activamente hostil y más conciliador.
Un comentario publicado en el diario oficialista venezolano Últimas Noticias el 30 de septiembre dijo que una administración de Biden abriría la puerta a una “nueva oportunidad de negociación”.
En México, tal ha sido la tolerancia aparentemente ilimitada del presidente López Obrador hacia Trump que al menos un destacado columnista, Carlos Loret de Mola, de El Universal, llegó a llamar al presidente republicano estadounidense “candidato de AMLO”.
Ambos líderes se colmaron de halagos durante una visita de AMLO a la Casa Blanca el 8 de julio
Otro ejemplo de la “generosidad” del presidente mexicano llegó a mediados de septiembre, cuando López Obrador hizo caso omiso de un memorando de Trump que amenazaba con imponer sanciones a México a menos que intensificara su lucha contra los cárteles del narcotráfico.
“La relación con Estados Unidos es buena”, insistió el mandatario mexicano, citado por el diario Excelsior.
La apuesta pragmática de AMLO es que México debe “llevarse bien” con EE.UU. sin importar quién gobierne en la Casa Blanca porque los intereses de ambos países están muy entrelazados.
Y si el líder mexicano puede llevarse bien con Trump, como ha demostrado, debería tener pocas dificultades para cooperar con el menos truculento Biden.
Más que cualquier otro líder latinoamericano, el presidente de Brasil, Bolsonaro, ha expresado su admiración por Trump, con quien comparte su visión sobre el cambio climático y el covid-19.
Cuando se reunieron en el balneario Mar-a-Lago de Trump en Florida el 7 de marzo, Trump llamó a Bolsonaro “un tipo muy especial”.
Bolsonaro ha sido ampliamente ridiculizado por su “alianza pro-Trump” por críticos nacionales en Brasil y ambos líderes han enfrentado duras críticas internacionales por su manejo de la pandemia.
El líder populista brasileño puede perder a un importante partidario internacional de sus políticas si Trump no resulta reelegido.
Biden confirmó esto recientemente en el debate presidencial del 29 de septiembre cuando dijo que Brasil podría enfrentar sanciones económicas a menos que se detuviera la “destrucción” de la selva amazónica.
Los comentarios de Biden fueron rápida y furiosamente rechazados por Bolsonaro, lo que incrementa las perspectivas de una posible relación tensa si el demócrata gana la carrera por la Casa Blanca el 3 de noviembre.