Los pueblos indígenas de la Amazonía son especialmente vulnerables al nuevo coronavirus. Muchos ya se han aislado por completo para intentar evitar su llegada.
Una fortaleza que podría convertirse en prisión fatal. A medida que el nuevo coronavirus se extiende por América Latina, crecen los miedos sobre los graves efectos que podría tener para los grupos más vulnerables de la región. En las profundidades de la Amazonía, las esperanzas están puestas en que el SARS-CoV-2 no llegue. Porque, si lo hace, escapar es altamente improbable.
Las puertas y caminos hacia el interior de la selva amazónica se cierran. Un mantra salta de árbol en árbol, de comunidad en comunidad: aislamiento. Hace días ya que en muchas poblaciones indígenas nadie entra y nadie sale. Cortar el contacto con el mundo parece ser la única forma de que la pandemia aterrice en sus territorios.
Pero ni eso basta. La ONG Amazon Watch ha sido una de las primeras voces en alertar sobre la particular amenaza que supone el COVID-19 para los pueblos nativos de la región amazónica. Su experto en Perú, Vladimir Pinto, explica en entrevista con DW que, aunque ellos corten el contacto con el exterior, los canales de contacto permanecen en muchos casos abiertos: “No hay control en los territorios frente a la presencia de agentes externos que se mueven en la ilegalidad, como los madereros ilegales o los buscadores de oro”. Más allá de la ilegalidad, agrega el experto, “algunas actividades extractivas que son legales, como las de hidrocarburos, se están manteniendo durante este período de crisis porque se consideran actividades esenciales de suministro energético”.
El Estado no tiene presencia física en territorios amazónicos
Presuntamente, el Estado tendría que velar por el complimiento de las restricciones a la movilidad humana que se están implementando en diferentes lugares, con mayor o menor dureza. No obstante, Pinto critica que “en la práctica son controles muy lejanos, porque el Estado no tiene presencia física en la gran mayoría de los territorios amazónicos”.
Perú ha registrado el primer caso de un indígena contagiado del nuevo coronavirus. Se trata del líder indígena Aurelio Chino, quien regresaba de Países Bajos, adonde fue a denunciar a la petrolera Pluspetrol por presunta contaminación de la naturaleza a través de un yacimiento de petróleo.
La pregunta es si verdaderamente es posible evitar la llegada de un virus que se extiende inexorablemente por el planeta, aunque sea a los rincones más recónditos de la selva. “La población está muy nerviosa ante la perspectiva de que esto ocurra”, dice a DW Carlos Mazabanda, representante de Amazon Watch, con base en Ecuador. Explica que a muchas regiones amazónicas solo puede accederse por vía fluvial o aérea.
“Si llegase a producirse un contagio en alguna de las comunidades del interior, de ahí habría que trasladar al paciente a la ciudad de Puyo en avioneta”, continúa Mazabanda. “En este momento, yo no tengo la certeza de que el aeropuerto de Shell (a diez kilómetros de la ciudad), donde se encuentran esas avionetas, esté operando por las restricciones de movilidad”. El experto ecuatoriano añade que, en cualquier caso, para eso tendrían que poder comunicarse. “La única manera es a través de radio HF”, sostiene, pero para el cierre de muchas oficinas reduce las posibilidades de que alguien reciba la llamada de auxilio al otro lado.
Difícil acceso a los sistemas de salud
Hay factores, además, que convierten a las poblaciones indígenas en grupos especialmente vulnerables en el contexto de la actual pandemia. “Estas comunidades tienen muy poco acceso a los sistemas de salud”, explica a DW el médico colombiano Óscar Franco, jefe del Centro de Medicina Preventiva de la Universidad de Berna (Suiza). No todas tienen un dispensario, menos son las que disfrutan de acceso regular a un médico. Los centros de salud más cercanos, por otro lado, suelen padecer escasez de medicinas, personal e instalaciones adecuadas. “Es posible que, cuando ocurran casos y se compliquen, estas poblaciones no vayan a tener una atención lo suficientemente pronta para poder prevenir que tenga un desenlace aún peor”, incide el epidemiólogo.
A esto se suma, subraya Franco, la dificultad a la hora de registrar los casos positivos. Las pruebas de diagnóstico escasean en muchos países, también en algunos de los más afectados, y parece difícil que estos kits lleguen a la selva.
Un riesgo mayor: un sistema inmunológico poco desarrollado
Alejandro Parellada, del Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas, apunta al sistema inmunológico poco desarrollado que tienen sobre todo aquellos pueblos indígenas en situación de contacto inicial o aislamiento. “Una simple gripe puede ser fatal para estas comunidades”, sostiene este especialista argentino entrevistado por DW, quien no duda en considerarlos “el eslabón más débil de la cadena”.
Junto con la incógnita en torno al comportamiento del virus en estas poblaciones, Parellada hace hincapié en la presencia de determinadas enfermedades crónicas en algunos de estos grupos, como el alto índice de diabetes en algunos casos. El epidemiólogo Franco recuerda, en este sentido, los altos grados de alcoholismo que presentan algunas comunidades. Estos son factores de riesgo que, según los científicos, podrían agravar la propagación del nuevo coronavirus.
El experto de la Universidad de Berna comparte, sin embargo, una nota optimista: es posible que el estilo de vida menos sedentario y con mayor actividad física de muchos indígenas se convierta en su mejor vacuna. Muchas de las enfermedades crónicas que empeoran los pronósticos de los enfermos de COVID-19 suelen estar relacionados con el modo de vida urbano. En el caso de la hipertensión arterial, por ejemplo, se han encontrado niveles inexistentes en las comunidades estudiadas.
Todos los expertos consultados por DW coinciden en una cosa: la comunicación necesaria para combatir una pandemia de esta índole debería tener en cuenta la realidad de las poblaciones indígenas amazónicas.
“Si nosotros nos enfrentamos a un tsunami de desinformación, en la selva hay un desierto de información”, apunta Franco. La información tiene que ser asequible en su idioma, su contexto cultural y en su forma de entender el mundo.
A esto se suma la necesidad de tener sistemas de salud culturalmente apropiados, afirma el argentino Parellada. “Más allá del coronavirus”, aclara. Y apunta a la explosión del dengue en América Latina, que el año pasado infectó a 3.139.355 personas y se cobró 1.538 vidas. De una crisis como esta tienen que extraerse lecciones, asevera: “Esperemos que esta pandemia ayude a repensar la forma de atender la salud de las comunidades indígenas”.