El papa Francisco sigue su labor de reforma de la jerarquía de la Iglesia con la investidura este sábado de trece nuevos cardenales que comparten su visión a favor de los pobres, en una ceremonia en el Vaticano con menos fieles e invitados debido a la pandemia
El primer papa latinoamericano de la historia, que con 83 años está diseñando su legado, entregó el título cardenalicio a los nuevos cardenales, entre ellos nueve electores, es decir con derecho al voto en un futuro cónclave para la elección de su sucesor.
Durante la homilía en la basílica de San Pedro, el papa les advirtió sobre la tentación de caer en “la corrupción” durante la vida religiosa y sobre todo de sentirse una “eminencia”.
“Por ejemplo, el rojo púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, puede convertirse, por el espíritu mundano, en una distinción eminente. Así uno no se siente más pastor sino una eminencia. Cuando sientas eso, te sentirás fuera del camino”, advirtió.
El Vaticano respeta las restricciones dispuestas en Italia por la pandemia y dos de los designados, provenientes de Asia, no pudieron estar presentes y tuvieron que seguir la investidura a través de internet, un hecho inédito en la historia de la Iglesia.
La marca de la pandemia en la ceremonia también mostró a los restantes once nuevos cardenales con sus trajes litúrgicos rojos sentados a distancia para evitar la propagación del virus.
Debido a la emergencia sanitaria, la ceremonia contó con una participación muy reducida de fieles e invitados, cerca de un centenar.
En la lista se destacan el arzobispo español de Santiago de Chile, Celestino Aós, y el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas (México), el mexicano Felipe Arizmedi Esquivel, quien supera los 80 años y no podrá participar del cónclave.
Esos dos nuevos purpurados tuvieron que cumplir una estricta cuarentena de 10 días en el Vaticano y someterse a pruebas de diagnóstico por covid-19.
Párrocos, frailes y obispos de todos los continentes
Los nuevos cardenales forman un conjunto bastante heterogéneo, “bergogliano”, del nombre del papa argentino Jorge Mario Bergoglio, sostienen algunos expertos en asuntos del Vaticano.
Figuran párrocos, un fraile franciscano, un nuncio jubilado, un exdirector de Caritas, un predicador de la Casa Papal, algunos miembros de la Curia y obispos de varios continentes y tierras de misión.
Francisco amplía por séptima vez el colegio cardenalicio, prácticamente una vez por año, para dejar su huella y trazar el surco de la iglesia que sueña, más cercana a los pobres, a los olvidados de la tierra.
Por ello dejó por fuera a las grandes sedes episcopales, como Turín, Milán o Venecia y prefirió premiar a religiosos que han dedicado su vida a la atención de los pobres, de los migrantes, que residen en las “periferias” del mundo.
Respetando la tradición y a pesar del coronavirus, los futuros “príncipes de la Iglesia” se arrodillaron para recibir de la mano del papa la simbólica birreta cardenalicia color rojo.
Los nuevos purpurados no pudieron intercambiar el “abrazo de la paz” ni van a presidir las llamadas “visitas de cortesía”, uno de los momentos más especiales y democráticos, cuando las puertas del blindado palacio apostólico se abren para toda persona que quiera saludarlos y felicitarlos.
El primer afroamericano
Entre las personalidades más emblemáticas de esta nueva serie de designaciones figura el primer cardenal afroamericano de la historia, el arzobispo de Washington, Wilton Gregory, originario del South Side de Chicago y conocido por sus posiciones progresistas a favor de los homosexuales.
Recibieron el título cardenalicio el arzobispo de Kigali, en Ruanda, Antoine Kambnada, representante de uno de los países más azotados por las guerras y el hambre, así como monseñor Cornelius Sim, el primer purpurado de la historia de la pequeña nación de Brunéi.
Conmovedor y simbólico es que haya dado la investidura a dos simples curas italianos: el romano Augusto Paolo Lojudice, “Don Paolo”, actual arzobispo de Siena pero conocido por su defensa de los gitanos de la capital y al fraile franciscano Mauro Gambetti, 55 años, guardián del Santo Convento de Asís, la ciudad de San Francisco, el santo de los pobres.
El Colegio Cardenalicio quedará compuesto por 229 purpurados, de los cuales 128 serán electores en un futuro cónclave y 101 son mayores de 80 años, según las estadísticas divulgadas este sábado por el Vaticano.
El papa argentino ha “creado”, según el término religioso, 95 cardenales en casi 8 años de pontificado.