Ciudad Guatemala

“Su cuerpo era una llaga”: hace 200 años, una monja relató la Pasión de Cristo


Fragmento del impactante relato de la flagelación y vejámenes cometidos contra Jesús, según las visiones de Santa Catalina Emmerich.

  10 abril, 2020 - 15:02 PM

Entre 1819 y 1825, la religiosa agustina Anna Catalina Emmerich relató a su confesor las visiones que tenía sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús. Eran escenas llenas de detalles que despertaron dudas y escepticismo, pero también se convirtieron en uno de los grandes testimonios de la redención para los creyentes.

Aquellas revelaciones no eran la única señal prodigiosa presentada por Sor Catalina. También le aparecieron los estigmas de Jesús, en las manos, es decir llagas similares a las de un crucificado, las cuales fueron analizadas y no tenían una explicación natural.

En La amarga pasión de Nuestro Señor Jesucristo, se encuentra el relato completo de las visiones. De allí se extraen algunos textos referentes al momento de la flagelación, tal como lo atestiguo la santa, canonizada por San Juan Pablo II en 2004.

Este relato serviría de base para la película La Pasión de Cristo, de Mel Gibson. Este es un fragmento del impresionante relato.

La flagelación de Jesús

“Los esbirros, a empellones, llevaron a Jesús a la plaza, en medio del tumulto de un pueblo rabioso. Al norte del palacio de Pilatos, a poca distancia del puesto de guardia, había una columna de azotes. Los verdugos llegaron con látigos y cuerdas que depositaron al pie de la columna…. Eran malhechores de la frontera de Egipto, condenados por sus crímenes a trabajar en los canales y en los edificios públicos, y los más perversos de ellos ejercían de verdugos en el pretorio…. Parecían bestias o demonios y estaban medio borrachos. Golpearon a Nuestro Señor con sus puños, y lo arrastraron con las cuerdas a pesar de que El se dejaba conducir sin resistencia…

Le arrancaron los vestidos burlescos con que lo había hecho ataviar Herodes y casi lo tiraron al suelo. Jesús temblaba y se estremecía delante de la columna. Se acabó de quitar Él mismo las vestiduras con sus manos hinchadas y ensangrentadas. Mientras lo trataban de aquella manera, Él no dejó de rezar, y volvió un instante la cabeza hacia su Madre, que estaba rota de dolor en una esquina cercana a la plaza…. comenzaron a flagelar su cuerpo sagrado desde la cabeza hasta los pies.

Los látigos o varas que usaron primero parecían de madera blanca y flexible, o puede ser también que fueran nervios de buey o correas de cuero duro o blando. Nuestro amado Señor, el Hijo de Dios, el Dios verdadero hecho Hombre, temblaba y se retorcía bajo los golpes. Sus gemidos suaves y claros se oían como una oración en medio del ruido de los golpes….

…Pasado un cuarto de hora, los dos verdugos que azotaban a Jesús fueron reemplazados por otros. Usaban otro tipo de vara. Eran de espino, con nudos y puntas. Sus golpes rasgaron toda la piel de Jesús….

 

Dos nuevos verdugos sustituyeron a los últimos mencionados. Éstos pegaron a Jesús con correas que tenían en las puntas unos garfios de hierro, con los cuales le arrancaban la carne a cada golpe….desataron a Jesús y lo ataron de nuevo a la columna, esta vez con la espalda vuelta hacia ella. No pudiéndose sostener, le pasaron cuerdas sobre el pecho, debajo de los brazos y por debajo de las rodillas, y le ataron las manos por detrás de la columna.

Su mucha sangre y la piel destrozada cubrían su desnudez…El cuerpo del Salvador era una sola llaga. Miraba a sus verdugos con los ojos arrasados de sangre y parecía que les suplicara misericordia, pero la rabia de ellos se redoblaba. La horrible flagelación había durado tres cuartos de hora sin interrupción, cuando un extranjero de la clase inferior, un pariente del ciego
Ctesifón, curado por Jesús, surgió de la multitud y se precipitó sobre la columna con una hoz en la mano, y gritó indignado: «¡Basta! Deteneos! No podéis azotar a este inocente hasta matarlo.»

Durante la flagelación, vi muchas veces a ángeles llorando en torno a Jesús…. Mientras estaba tendido al pie de la columna, vi a un ángel ofrecerle de beber de una vasija un brebaje luminoso que le dio fuerzas. Los soldados volvieron y le pegaron patadas y palos, obligándolo a levantarse.

Instrumentos de flagelación.

Cuando Jesús, después de la flagelación, cayó al pie de la columna, vi a Claudia Procla, mujer de Pilatos, enviar a la Virgen María grandes piezas de tela. No sé si creía que Jesús sería libertado y que su Madre Santísima necesitaría esa tela para curar sus llagas o si esta pagana compasiva sabía qué uso iba a darle la Santísima Virgen a su regalo. Habiendo vuelto en sí, María vio a su Hijo, todo desgarrado, conducido por los soldados. Él se limpió los ojos llenos de sangre para mirar a su Madre. Ella extendió las manos hacia Él, y siguió con los ojos las huellas ensangrentadas de sus pies. Habiéndose apartado la muchedumbre, María y Magdalena se acercaron al sitio en donde Jesús
había sido azotado.

Escondidas por las otras santas mujeres y por otraspersonas bien intencionadas que las rodeaban, se agacharon cerca de la columna y limpiaron por todas partes la Sangre sagrada de Jesús con el
lienzo que Claudia Procla había mandado.

….En medio del patio había un fragmento de pilar; pusieron sobre él un banquillo muy bajo, y los soldados lo llenaron de piedras puntiagudas. Le quitaron a Jesús nuevamente la ropa y le colocaron una capa vieja, colorada, de un soldado, que no llegaba a sus rodillas. Lo arrastraron al asiento que le habían preparado y lo sentaron brutalmente en él; entonces le ciñeron la corona de espinas a la cabeza y se la ataron fuertemente por detrás. Estaba hecha de tres varas de espino bien trenzadas, y la mayor parte de las puntas vueltas a propósito hacia dentro. En cuanto se la ataron, le pusieron una caña en la mano; todo esto lo hicieron con una gravedad bufa, como si realmente lo coronasen rey. Le cogieron la caña de las manos y le pegaron con tanta violencia sobre la corona de espinas que los ojos del Salvador se llenaron de sangre. Se arrodillaron ante él y le hicieron burla, le escupieron la cara, y lo abofetearon gritándole: «¡Salve, rey de los judíos!”.

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