Los juegos mecánicos, ventas de garnachas, churros, juegos de lotería y bingo quedaron varados en San José Pinula hasta que los dueños de estos negocios tuvieron que desalojar el terreno cedido por la municipalidad.
Pero esta no ha sido la única feria que se quedó burlada por la pandemia. En San José La Comunidad, Mixco, todavía permanecen los distintos juegos mecánicos y demás instalaciones que acumulan polvo y óxido después de cuatro meses de permanecer a la intemperie.
La Asociación de Comerciantes de Ferias de Guatemala (Acofegua) calcula que han sido más de 80 ferias, entre cantonales, patronales y de barrio, que han sido canceladas por la pandemia, lo que ha afectado a cerca de 15 mil comerciantes quienes se han quedado sin la fuente principal de ingresos.
Luis Castellanos, presidente de Acofegua, explica que en el país se celebraban alrededor de 20 ferias al mes. Todas han sido canceladas y aún no saben cuándo podrán retomar las actividades de estas tradicionales celebraciones.
En el área metropolitana se han cancelado las ferias de mayo, como la del Barrio El Gallito y de la colonia Bethania; en junio, la del barrio San Antonio, zona 6; en julio, la del Cerro del Carmen, y en agosto, la de Jocotenango.
Aunque las autoridades municipales y los comerciantes están en espera de la evolución de la pandemia para conocer cuándo volver a estas actividades, todo indica que también se cancelará la feria del rezado de Santo Domingo, en octubre.
“Por cada feria son afectados 50 dueños de negocios aproximadamente, más todos los vendedores ambulantes que se unen a nosotros para aprovechar la visita de la población”, explica Castellanos.
Según explica Castellanos, los comerciantes están anuentes a respetar las disposiciones que ordenan el distanciamiento físico y la prohibición de actividades masivas. Sin embargo, la situación de cada uno se ha vuelto caótica con el paso de los meses ya que no estaban preparados para estar más de 120 días sin percibir ingresos.
“Nosotros estamos claros con eso, pero no hemos podido abrir, vivimos de hacer ferias en las calles, de trabajar con las municipalidades y los distintos comités”, explica.
Castellanos tiene un negocio de lotería y explica que en marzo estaba preparado para trabajar en la feria de Champerico, Retalhuleu, y permanecer ahí hasta Semana Santa. Pero su negocio quedó detenido desde entonces. “Allá lo tengo en un predio que dejé alquilado, no puedo viajar para ver cómo están mis cosas o traérmelas”, dice.
Una suspensión histórica
Las ferias en Guatemala pertenecen a la memoria colectiva del país y a la historia de miles de familias que por generaciones han trabajado en ellas.
Manuel López es parte de la tercera generación de su familia que se ha dedicado a la venta de garnachas. Durante los 40 años que ha trabajado en esto esta es la primera vez que se cancelan las celebraciones en todo el país y, como todos, no estaban preparados para eso.
“Al gremio nos ha afectado tremendamente esto de la pandemia, hay compañeros que están varados en muchas partes”, explica.
López participaba en las ferias del Cerro del Carmen y de Jocotenango, que son de las más importantes de la ciudad de Guatemala, y las ganancias percibidas con cada una eran de alrededor de Q6 mil.
Ahora dice que trata de paliar la situación vendiendo churros en una carreta que moviliza por el barrio donde vive.
Byron Fuentes también pertenece a una familia que por 40 años se ha dedicado a los juegos mecánicos. Entre su flota tiene dos ruedas de Chicago, un carrusel de caballitos, tren, gusanitos, pista de carros chocones, entre otros.
Además, también incursionó en la venta de golosinas y comida. Él es uno de los comerciantes que tuvo que desalojar su negocio de San José Pinula luego de la prohibición de eventos masivos.
Fuentes explicó que los comerciantes de feria suelen trabajar bajo préstamos que logran solventar después de 15 días de trabajo. Al aproximarse la feria de San José, pidió un préstamo de Q20 mil para comprar las golosinas y comida que vendería, todo esto lo perdió y al momento no ha logrado pagar esa deuda.
Solo en juegos mecánicos percibía una ganancia aproximada, por feria, que equivalía al valor de su préstamo y, aunque no logra percibir los mismos ingresos, sus hijas decidieron vender churros y golosinas a través una página de Facebook que recién crearon.
En precariedad
Los casos de López y Fuentes son los menos desafortunados entre todas las personas que viven de las ferias.
Castellanos explica que en cada asamblea que realizan tienen que guardar un minuto de silencio por compañeros que han fallecido a causa del virus o derivado a la precariedad en la que vivían.
“Un compañero en la Costa Sur y que vivía en un predio baldío falleció a causa de la situación, no tenía qué comer y se alimentaba solo de mangos”, agrega.
Según explica, alrededor del 40 por ciento de sus agremiados lograron aplicar al bono de Q1 mil ofrecido a los vendedores del comercio popular. Sin embargo, este fue un pago único recibido en marzo y que solo les ayudó a sobrellevar la pandemia por un tiempo limitado.
“Esto va acrecentando más, hemos tenido compañeros fallecidos y aunque empezamos al inicio a apoyarnos unos a otros, llegamos al punto en que ya no podemos seguirlo haciendo”, agrega.