Ciudad Guatemala

El terrorífico final de dos sepultureros que saquearon una tumba para conseguir joyas y dinero


Vicente o "Chentío" como era llamado por sus conocidos, familiares y amigos, tenía un bien organizado y lucrativo negocio en el Cementerio General de ciudad Guatemala, esta es su escalofriante historia.

  31 octubre, 2019 - 17:16 PM

*Este es el cuarto y último cuento de una entrega de relatos de terror del autor Jorge D’Incau.

Era sepulturero en el área de nichos y acostumbraba a ser muy colaborador con los familiares de los difuntos, a quienes no cobraba ni un centavo por la ayuda brindada.

Prestaba su escalera y su fuerza para subir los ataúdes hasta los nichos de la parte más alta. Eso sí, primero debían cerrar bien la tapa para evitar accidentes y esa era otra cosa para la que se ofrecía encantado y sin cobrar.

Las personas sentían su ayuda como enviada del cielo porque el señor sabía lo que hacía y en momentos así, gente como don Chentío era la que hacía falta para aligerar el momento del último adiós. Él dirigía a quienes cargaban el ataúd, se aseguraba de que los pies quedarán del lado correcto y procedía luego a introducir el ataúd.

Después de eso, los albañiles ya podían cerrar el boquete que serviría para el descanso eterno para aquel cuerpo, pero luego, cuando la familia se retiraba y la noche llegaba, don Chentío y su compadre y socio de “negocios” don Víctor volvían al nicho en donde horas antes ellos mismos habían dejado aquel cuerpo.

Durante el proceso de asegurar la tapa del ataúd y asegurarse de que los pies del cadáver quedaran del lado correcto, ambos echaban una mirada rápida dentro de este buscando joyas, dinero o ropa valiosa que, al volver al lugar amparados por la oscuridad de la noche pudieran robar. También tenían varios socios en funerarias que les indicaban qué tipo de joyas llevaban algunos cadáveres por si acaso ellos no pudieran revisar.

En caso de no contar con joyas o ropa valiosa, los hombres aquellos vendían partes del cuerpo a estudiantes o brujos.

Ambos buscaban cosas bastante concretas de los cadáveres para hacer sus rituales, no importaba cual fuera, Chentío y don Víctor las conseguían y recibían un pago lo bastante jugoso como para motivarlos a seguir haciéndolo por muchos años.

La ciudad de muertos es visitada por miles de personas cada 1 de noviembre. (Foto: Hemeroteca PL)

No era fácil y debían soportar cosas como olor a putrefacción y el miedo natural del ser humano a lo relacionado con la muerte, pero con tantos años haciéndolo era difícil que un cuerpo estuviera lo suficientemente podrido o lo suficientemente horrible como para que ellos no lo robaran.

Una noche diferente

Aquella noche fue diferente, en la mañana habían enterrado a una mujer muy adinerada que en sus últimos momentos de vida pidió ser enterrada en el mismo lugar que sus padres. Don Chentío dirigió el proceso como siempre, había mariachis, mucha gente llorando y el ataúd era de lujo.

No pudieron abrirlo porque en la funeraria lo habían sellado por completo, pero, en todos los años que tenían de trabajar en el cementerio y en su lúgubre negocio nocturno, nunca habían visto ataúd más hermoso y lujoso.

No deje de leer

El terror que causó un misterioso caballo en un pueblo y su relación con las constantes muertes

Necesitaron 10 hombres para moverlo -el ataúd- por el peso de la madera y fue difícil introducirlo en el nicho que se encontraba en la parte más alta del mausoleo. Estaban emocionados, nadie en la funeraria les dio información, pero ellos sabían que algo bueno había si el ataúd estaba sellado. Así que esperaron a que oscureciera y volvieron al lugar.

Esa noche los altos pinos del cementerio se movían violentamente debido al fuerte viento que soplaba, don Chentío y don Víctor caminaban con una linterna cada uno por una de las avenidas principales de la ciudad de los muertos.

Lejanos relámpagos

Algunos lejanos relámpagos iluminaban brevemente el camino y las tumbas que los rodeaban. Unos segundos después el trueno producido por un rayo chocó contra las paredes del lugar haciéndolo vibrar y asustando muy en el fondo a los dos hombres que caminaban decidida y rápidamente hacia el nicho de aquella mujer.

Una de las tumbas que ha sido profanada en el Cementerio General de la capital. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL).

La tormenta se acercaba y debían hacerlo rápido, porque después de sacar el ataúd y robar todo lo que tuviera dentro debían devolver el cuerpo y sellar de nuevo el nicho para que nadie notara lo que habían hecho.

Llegaron a la tumba

Luego de algunos minutos llegaron al lugar, la calle donde se encontraba enterrada aquella mujer tenía cerca algunas tumbas y algunos espacios vacíos en donde ellos mismos habían cavado una fosa esa tarde y en donde estratégicamente habían dejado toda la herramienta que necesitarían para el trabajo nocturno.

Rápidamente colocaron una escalera y don Víctor se apresuró a subir y martillar el cemento que aún fresco cedió fácilmente.

En un par de minutos quedó abierto y vieron el lujoso ataúd brillar por la luz de las linternas y de los cada vez más cercanos rayos de la tormenta.

Tenían bien ensayado el procedimiento para bajar los ataúdes de las partes más altas. Lazos y una escalera más pequeña colocada estratégicamente en la entrada del nicho siempre había funcionado.

Sacaron el ataúd

Así lo hicieron. Amarraron una de las puntas del ataúd con unos de los lazos y tiraron hacia afuera, cuando esa punta estuvo en el exterior don Chentío se subió hasta la terraza de los nichos y colocando otro lazo comenzó a hacer fuerza hacia arriba para que el ataúd bajará lentamente por la escalera.

Pero esta vez no sucedió así, la escalera se rompió por la mitad, los lazos cedieron ante el peso y el ataúd cayó haciéndose pedazos en el suelo del cementerio.

Pasaron algunos segundos en los que ni don Chentío ni don Víctor sabían qué había sucedido. Arriba don Chentío se salvó por poco de caer al mismo tiempo que el ataúd.

Y abajo don Víctor se salvó por unos centímetros de ser aplastado por la enorme caja. Las linternas se habían caído también y no los iluminaban.

Se espera más de un millón de visitantes este 1 de noviembre en el Cementerio General. (Foto: Hemeroteca PL)

El misterioso ser

Al recuperarse del susto, Chentío bajó lentamente por la escalera adivinando en donde poner los pies porque la oscuridad era total. Un rayo iluminó brevemente, pero lo suficiente para que pudiera ver a una mujer anciana parada en la base de la escalera.

El susto lo hizo caer algunos metros, los suficientes para hacerse pedazos el tobillo derecho, gritaba de dolor, gritaba llamando a Víctor que estaba a gatas buscando la linterna en la oscuridad.

Para leer más

Los momentos de terror que vivieron tres empleados de una funeraria luego de un velatorio

Todo era confusión, pero en un instante la luz de la linterna iluminó el lugar, Víctor la había encontrado y ahora se acercaba a ayudar a don Chentío que del dolor había olvidado a la anciana que había visto unos segundos y además había provocado su caída

“Mano, me hice lata el tobillo”, dijo Chentío.

Y era verdad, Víctor le iluminó el tobillo y vio su calcetín y su zapato empapados de sangre. Instintivamente bajó el calcetín con una de sus manos y vio el hueso expuesto en el pie de su compadre.

Un grito de dolor hizo que lo soltara e iluminara su rostro que mostraba un gesto de intenso dolor.

Alumbra para allá le dijo Chentío a Víctor, este obedeció iluminando la escalera que se encontraba en su lugar.

Víctor preguntó:  ¿Por qué? ¿Qué pasó?  Nada, me pareció ver a alguien, por eso me caí.

Víctor se paró de inmediato invadido por el miedo iluminando a su alrededor, no había nadie, solamente el ataúd hecho pedazos y un cuerpo debajo de toda la madera, pero también, regadas a su alrededor muchas joyas y dinero en efectivo.

Lo que encontraron

Por un momento se olvidaron de todo lo que había sucedido, emocionados tomaron del suelo lo que encontraban. Había billetes de Q100, joyas que parecían muy valiosas, anillos y aretes de oro y de plata.

Todo lo metían en un pequeño maletín que usaban para su herramienta y para sacar las pertenencias de los muertos del cementerio. Parecía que habían recogido todo, era muy buen botín, el dolor y el daño definitivamente valía la pena; sin embargo, Víctor debería hacer todo lo que faltaba.

El sector 23 del Cementerio General de la zona 3, se encuentra en una zona de riesgo por varios derrumbes lo que ha destruido varios mausoleos. (Foto: Hemeroteca PL)

Chentío no se podía mover y aún sangraba, por lo que idearon un plan, sellarían el nicho y luego meterían el cuerpo y la madera en la fosa que habían cavado y la llenarían de tierra. Todo debía quedar listo antes del amanecer y así lo hicieron.

Lanzó el cadáver

Mientras Chentío permanecía iluminando con la linterna, Víctor tiraba la madera dentro de la fosa, al terminar arrastró el cuerpo de la mujer y lo lanzó junto a la madera sin consideración alguna.

El sonido del cuerpo cayendo sobre la madera fue seguido por el del viento entre los árboles, la tormenta estaba muy cerca y la lluvia comenzaba a caer.

Víctor lo hizo lo más rápido que pudo, pero fue imposible hacerlo antes de que la tormenta los alcanzara, los rayos caían muy cerca y la lluvia impedía que pudieran ver más allá de algunos metros.

El dolor en el tobillo de Chentío era insoportable y sentía que en cualquier momento perdería el conocimiento.

Víctor había terminado de sellar el nicho, y le era difícil usar la pala para rellenar la fosa con el pesado lodo que era ahora el montículo de tierra. Chentío comenzaba a rendirse.

Déjalo así. Llévame al hospital, dijo su compañero.

Pero Víctor no quería problemas con la ley, sabía que lo que habían hecho era delito y quería terminar de rellenar la fosa.

Una mujer los veía

Lentamente seguía llenándola de lodo, estaba exhausto. Un rayo impactó a poco a metros de los dos hombres, el cementerio quedó completamente iluminado y ambos pudieron verla, se trataba de una mujer anciana que los veía a los dos parada misteriosamente sobre las paredes de los nichos.

Le puede interesar

Este es el terror que vivió recolector de basura por haber tomado un peluche de una tumba

El cuello le giraba por completo, de modo que cuando la luz del rayo iluminó su rostro, este quedó frente al rostro de Víctor quien de inmediato reconoció que era la mujer que momentos antes había lanzado dentro de la fosa.

Miles de manos

Era imposible, pero estaba afuera y viéndolo. El susto lo hizo perder el equilibrio, intentando no caerse dio dos pasos hacia atrás e inevitablemente cayó de espaldas entre el lodo del cual miles de manos salían y lo jalaban hacia adentro.

Los gritos de terror de Víctor hicieron que Chentío se tirara al suelo para intentar ayudarlo, pero lo que vio lo dejó paralizado.

Del lodo salían rostros, brazos, manos, pies y piernas que rodeaban a Víctor llevándolo hacia el fondo. No podía salvarlo, así que solamente le quedaba intentar huir arrastrándose y desangrándose.

Lentamente se fue alejando de la fosa, donde los gritos de Víctor fueron apagados por la lluvia, los rayos y el lodo. Tenía demasiado dolor, estaba débil y empapado.

Con las pocas fuerzas que le quedaban tiró el pequeño maletín entre unos arbustos pensando en volver a buscarlo después.

Siguió arrastrándose entre los charcos y entre la oscuridad interrumpida únicamente por los rayos que seguían cayendo. Logró ver la salida, demasiado lejos aún para pedir ayuda.

Las autoridades esperan a un millón de visitantes en el Cementerio General, en zona 3, el 1 de noviembre próximo. (Foto: Hemeroteca PL)

Descansó un momento, no debía perder el conocimiento, eso lo tenía claro, intentó ponerse en movimiento de nuevo, pero algo se lo impidió.

Volteó de inmediato y una sombra se inclinaba hacia él y lo tomaba fuertemente del tobillo fracturado. Sintió un tirón y al mismo tiempo escuchó como este terminaba de quebrarse.

El dolor invadió a Chentío, quien lanzó un grito desgarrador que escucharon hasta los guardias del cementerio.

Luego, la luz de otro rayo iluminó a la anciana que minutos antes había visto parada horizontalmente en la pared de los nichos, como si la gravedad no le afectara.

La anciana sostenía en una de sus manos el pie de Chentío completamente arrancado. Este estaba a punto de perder el conocimiento y justo antes de hacerlo escuchó como la anciana le decía al oído:

“Ahora yo tomaré lo que quiera de ti”.

Trágico final

A Chentío lo encontraron al amanecer, su cuerpo no tenía nada dentro, le arrancaron todos los órganos incluidos los ojos y lo dejaron allí tirado.

De Víctor no supieron nada hasta dos años después que otros trabajadores vaciaron la fosa aquella que fue su tumba. Lo encontraron aferrado a la mano de otro cuerpo que identificaron como el de la señora que fue sacada de su nicho la noche aquella.

La lluvia hizo que el cemento que Víctor uso esa noche se cayera y dejara al descubierto el saqueo del nicho de la anciana. Nunca supieron que habían sido ellos mismos quienes la sacaron y quienes al hacerlo, encontraron su horrible muerte.

Fin

Este contenido fue reproducido con autorización del autor @Yosh_G

Etiquetas:

Relacionado

ÚLTIMAS NOTICIAS