Edwina Langley BBC Three
Hay pocas cosas peores que te rompan el corazón. Quienes han pasado por ello lo saben.
La última vez que me ocurrió a mí fue exactamente hace un año.
En mi caso, un amor lleno de promesas para toda la vida llegó abruptamente a su fin.
Yo estaba a punto de mudarme con la persona que amaba pero, de repente, él cambió de idea.
Fue un duro golpe y sentí que ya nunca sería la misma.
No era la primera vez que sufría una ruptura. Mi estrategia habitual para lidiar con ello distaba poco de ser original: salir, emborracharme, olvidarme de todo por un momento, y volver a repetir lo mismo.
Pero esto había demostrado ser un remedio ineficaz porque, realmente, uno nunca puede olvidar. Al menos de verdad.
Así que el año pasado, decidí probar algo distinto. Con 32 años dejé Londres —donde viví durante 27 años de mi vida— y me mudé al campo.
La idea de tener que vivir en ese estado en el que uno trata de superar la relación, mientras tienes el temor constante de encontrarte con tu ex —en el autobús, en la calle, en cada esquina— me parecía intolerable.
Estaba segura de que un nuevo comienzo en un lugar completamente diferente a la ciudad me curaría.
Puede que no tuviese mucho dinero (tan solo unos US$200 en mi cuenta de ahorros), pero tenía un proyecto que realizar y soy buena administrando mis recursos. Estaba decidida a hacerlo durar lo más que pudiese.
Por los siguientes ocho meses, me metí de lleno en una —por falta de un mejor nombre— “terapia del corazón”.
Caminé kilómetros, nadé en el mar, lloré y trabajé como nunca antes lo había hecho.
Aún así, una profunda tristeza seguía acompañándome.
Me di cuenta de que la vida en el campo, para alguien que vivió la mayor parte de su vida en la ciudad como yo, me dejaba completamente aislada.
Tuve la fortuna de contar con el apoyo de mi familia, pero descubrí que necesitaba mucho a mis amigos.
Después de un tiempo, la mayoría dejó de llamar, porque la vida continúa, ¿no?
Las promesas de visitas nunca se cumplieron y me sentí más sola que nunca.
“Básicamente, es un estado provocado por una pérdida emocional devastadora“, explica Jo Hemmings, psicóloga conductista y experta en relaciones de pareja.
“Si bien es diferente para cada uno de nosotros, el sentimiento intenso de tristeza, pena y la sensación abrumadora de que nunca vamos a poder superar el dolor es común (en todos los casos)”.
“En términos del cerebro, las zonas que registran el dolor físico se activan de la misma manera que con el dolor real. También puede generar síntomas de abstinencia, muy similares a los que sufren los adictos a las drogas”.
Para mí, se sentía como si mi cuerpo se hubiese quemado por dentro.
Controlar esos síntomas de abstinencia es el verdadero desafío. La tentación de intentarlo una vez más —llamar a un ex, rogarle, recordarle sobre la relación— puede ser irresistible.
“En términos emocionales, una mala ruptura te hará pasar por cinco etapas de duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación“, explica Hemmings.
“Por lo general, hay recaídas en este proceso”.
Superar esta situación es, en mi opinión, un arte. Pero eso no quiere decir que no podamos aprender nada de la ciencia.
Una serie de estudios han analizado que pasa realmente cuando nos rompen el corazón y cómo lidiar con ello.
Un estudio publicado recientemente en el Journal of Experimental Psychology, por ejemplo, investigó la efectividad de tres estrategias de superación: pensar en cosas malas de tu ex, aceptar y hacerse cargo de los sentimientos de amor por tu expareja y distraerte con buenos pensamientos que no tengan nada que ver con tu ex.
Aunque ninguna es perfecta, las tres sirvieron para reducir la respuesta emocional de los participantes a sus exparejas, así que una combinación de estos tres métodos es un buen lugar para empezar.
Por ejemplo: “Tu ex tenía un aliento muy feo por la mañana y una admiración poco sana por el sonido de su propia voz. Horrible”.
Luego: “Está bien haber amado a alguien, eso es bueno aunque ahora veas que esa persona es horrible”.
Y finalmente: “¿No está hoy hermoso el tiempo?”.
Dee Holmes, experto en relaciones de pareja, sugiere otra buena forma de empezar.
“Date tiempo para regodearte (en ello). No creo que sea poco razonable tomarte un día libre en el trabajo. Si estás en shock, puede que sea lo más seguro, dependiendo de tu trabajo”.
“Habla con tus amigos y lleva un diario de cómo te sientes. Pero no dejes que eso domine tu vida. Y no tomes decisiones apresuradas“.
“Puede que pienses que no puedes vivir en la casa sin tu ex, pero una vez que cambias las cosas de lugar y si quizás pintas las paredes, puedas sentir que puedes quedarte”.
Hemmings recomienda dejar de seguir a tu ex en las redes sociales. “Elimina o borra todo lo que te despierte recuerdos dolorosos, como fotos, textos, etc.”, dice.
“Suena drástico, pero ayuda a sanarse”.
“No lo llames ni le envíes textos, sobre todo por la noche. Escribe borradores y luego elimínalos, o escribe lo que sientes en un lugar privado. No lo sigas ni controles qué está haciendo”.
En cuanto a las etapas del duelo, la ira puede jugar un papel. De hecho, la furia que sentí por momentos era “volcánica”.
La rabia tiene sin duda sus beneficios. Por ejemplo, es difícil extrañar a alguien a quien detestas.
Pero algunos expertos no recomiendan esta forma de psicología invertida.
Un video de coaching personal llamado “Cómo olvidarse de alguien” dice que, en primer lugar, no hay que convencerse de que nunca nos gustó, sino analizar qué era lo que no gustaba de esa persona.
Luego, dice, hay que preguntarse: “¿sería posible encontrar esas cualidades en una futura pareja?
En mi caso ¿qué era lo que me gustaba de mi ex? Sobre todo, que era amable.
¿Hay otras personas amables en el mundo? Claro que sí.
Descubrí que diseccionar mi relación de esa manera me era muy útil. No al principio: la teoría de que “hay muchos peces en el mar” no tenía mucha fuerza en la primera etapa y cuando la gente me decía esa frase, solo aumentaba mi creencia de que no me entendían.
Pero con el tiempo, aceptar la idea de que mi ex no era perfecto y que algunas características de él que yo encontraba atractivas podían encontrarse en otros, fue un logro importante para mi.
Si combinas todo esto, aparece un plan: acepta la forma en que te sientes y permítete atravesar el duelo, habla con tus amigos y tu familia y, si es necesario con un terapeuta, escribe un diario, evita las redes sociales, borra detonantes dolorosos, distráete, no tomes decisiones apresuradas, no te comuniques con tu ex, piensa en lo que no te gusta de él y, después de un tiempo, piensas en sus cosas buenas y considera si estas cualidades pueden encontrarse en otra persona.
Después, ya es cuestión de tiempo.
“No puedes apurar al amor”, canta el grupo The Supremes y, lamentablemente, tampoco puedes apurar la superación de una ruptura.
Un estudio dice que a una persona le toma cerca de tres meses (11 semanas, para ser precisos) sentirse más positiva sobre su separación.
Como dije, no es algo científico.
Personalmente, me demoré seis meses hasta que sentí que podía pasar a otra cosa. Para ese entonces, estaba realmente lista.
Y, para mi sorpresa, la persona que encontré renovó mi fe en el poder de una relación seria.
Desde entonces, no he derramado ni una lágrima por mi ex.
Lo que me lleva a concluir con una reflexión personal: superar una ruptura es un desafío paradójico, muy difícil por su simplicidad.
El truco, en esencia, es este: recordar que eres digno de recibir amor. Y, con el tiempo, lo volverás a encontrar.