Esta es la historia de una madre que luchó durante 18 meses para volver a ver a su hija, a quien su expareja se la había llevado a otro país.
Si las batallas por la custodia de un menor de edad son muy estresantes de por sí, tener que lidiar con el sistema judicial de un país extranjero las hace más complicadas, caras y lentas.
Pero, a medida que más personas pueden disfrutar de la libertad de tránsito que hay en Europa, casos como este se están volviendo más comunes.
“No me dijo lo que estaba planeando”, asegura Tracy, una mujer que vive en Reino Unido.
“Dijo que se la llevaba a pasar la noche en el alojamiento temporal que tenía en Bradford. Mirando atrás, recuerdo que ella dijo que no quería ir, pero no pensé que estuviera pasando algo malo. Yo quería que él tuviera contacto con ella“, recuerda.
Pero Tracy se dio pronto cuenta de que sí estaba ocurriendo algo malo.
“A la mañana siguiente, él me llamó. Estaba enojado y me dijo que estaban en República Checa. Me quedé en shock”.
“Fue el peor momento de mi vida. Llamé a la policía y hablaron con él pero, bajo el tratado internacional me dijeron que no podían hacer nada, incluso si se la había llevado sin que yo supiera nada”, asegura.
Tracy había conocido a su pareja checa cuando él trabajaba en Bradford en 2005. Tres años después, tuvieron una hija. Después de que él fuera despedido, decidieron mudarse al pueblo checo donde vivían los padres de él para vivir en su casa.
Pero la relación se acabó.
En 2016, la salud de la madre de Tracy empeoró, por lo que regresaron a Reino Unido con la niña que ya tenía siete años.
Pese a ya no estar juntos, la pareja pensó que ambos podrían estar cerca de ella y cuidarla.
Pero, de vuelta en Bradford, el ex de Tracy discutió con su suegra y le pidieron que se fuera.
Él, que pidió mantener su identidad en el anonimato, dice que cuando volvió a Inglaterra nunca tuvo la intención de que fuera algo permanente: solo había aceptado porque la madre de Tracy estaba enferma.
Así que cuando se dio cuenta de que no era bienvenido en el hogar familiar, empezó a considerar qué opciones tenía.
“Estaba pensando qué hacer. Ni siquiera me permitieron entrar en la casa por el cumpleaños de mi hija. Me fui abatido, llorando como un niño. Ese fue el punto de quiebre, cuando dije ‘no’“, asegura el hombre.
“Tal vez las cosas hubieran sido diferentes si Tracy y su madre hubieran actuado con más cuidado, si no hubieran tenido tanta mano dura”.
“Quizá me habría quedado y buscado un apartamento. Quizá lo habría llevado mejor. Seré honesto contigo, ahora siento una enorme aversión hacia Inglaterra. Veo el fútbol inglés y cambio de canal”, dice.
Según la Convención de La Haya que rige los casos de custodia de menores que atraviesan fronteras, el hogar de un niño está en el país en el que ha residido por más tiempo.
En el caso de la hija de Tracy, ese lugar era República Checa, donde había vivido siete años.
Esto dificultó su petición legal para que su hija regresara a Bradford.
“No me sentía capaz de regresar allí debido a la forma en que la relación había terminado”, asegura Tracy.
“Estar lejos de ella y que me dijeran que esto estaba permitido legalmente me estaba destrozando, era increíble. No creo que la Convención de La Haya deba usarse para castigar a una madre”.
Ella defiende que el hecho de haber sido la cuidadora principal de la niña debería ser tomado más en cuenta.
Tracy tuvo que esperar 18 angustiosos meses para que le dieran permiso de visita durante las vacaciones. Cuando su hija llegó al aeropuerto de Bradford, la mujer sintió un gran alivio.
“Fue un periodo terrible, pero estar con ella ahora hace que me dé cuenta de lo poco que ha cambiado nuestro vínculo. Hemos pasado casi un mes juntas y ha sido mucho mejor de lo que me imaginaba”, cuenta.
“Fue maravilloso cuando nos volvimos a ver”.
Tracy se había mudado a una nueva casa. Pero apenas entró a la casa de su madre, la pequeña aseguró que reconocía un olor familiar.
“Pocas horas después de habernos reunidos ya estábamos abrazándonos y riendo como si nunca nos hubiéramos separado. Está más alta, con más pecas, pero aparte de eso, no ha cambiado. Me abraza mucho y nos decimos la una a la otra cuánto nos queremos todo el tiempo”, relata Tracy.
Pero el momento en que la hija de Tracy deberá regresar a República Checa está cada vez más cerca, y Tracy solo piensa en que deberá esperar hasta Navidad para volverla a ver.
“Sé que mi hija está destrozada ante la idea de que tengamos que separarnos”, afirma. “La he abrazado mientras llora y grita sobre lo sucedido y el dolor que debe haber sufrido cuando nos separamos”.
Pero el padre dice que la situación tampoco ha sido fácil para él.
“Mira, fue una época dura. Yo no secuestré a mi hija, simplemente la llevé de vuelta a casa”, afirma.
También asegura que su hija no se ha visto tan afectada.
“Lo está llevando de la mejor manera”, dice. “Estoy en comunicación con su profesora y ella no ve ninguna diferencia. Su salud es muy buena”.
Anne Marie Hutchinson, una experta en la Convención de La Haya que trabaja en Reino Unido, cree que el largo periodo de separación de la madre sí debe haber tenido un efecto en la niña.
“Mientras más dura una situación en la que un menor está separado o aislado de su otro progenitor, más difícil será restablecer la relación entre padre e hijo. Así que un retraso en esta situación va a dañar al niño”, afirma.
Añade que llevarse a un hijo sin que el otro padre lo sepa “siempre es censurable y dañino”, diga lo que diga la ley.
Tracy también dice que su hija sufrió en el periodo posterior a la separación.
“Ahora sé que su cuerpecito tembló de miedo la noche en que su padre se la llevó sin mi conocimiento ni mi consentimiento”, afirma.
“Sé que él le prometió que vería a su querido perro antes de meterla en un taxi para ir al aeropuerto. Se puso muy triste cuando se dio cuenta de que le había mentido y que yo no iba a regresar a República Checa”.
“La segunda noche después de reencontrarnos, me dijo: ‘Si mi padre quiere ser justo ¿por qué tengo que vivir en República Checa?’ A ella le gusta mucho Inglaterra. Supongo que lo único que puedo hacer es seguir inculcándole cuánto la quiero y que siempre tendrá aquí un hogar”, cuenta Tracy.
Los complejos procesos judiciales por los que Tracy tuvo que pasar se hicieron mucho más difíciles por la barrera idiomática y otras diferencias entre ambos sistemas legales.
Una portavoz judicial de República Checa explicó algunos de los problemas que se registraron.
“Este es un caso con un elemento extranjero. Así que se emite el veredicto y la corte tiene un plazo de 30 días para redactarlo. Ya que afecta a una madre que vive fuera y no habla checo, fue necesario que un intérprete tradujera el veredicto al inglés”, afirmó.
“El veredicto se envió a un intérprete y la corte intentó entregarlo a principios de enero de 2018. Pero enviar correo a Inglaterra es un poco problemático porque el correo inglés no da acuse de recibo. Nos enfrentamos a un problema con el servicio postal inglés por esto”, aseguró.
Tracy acudió en busca de ayuda a Philip Davies, un diputado local, quien contactó a la Oficina de Asuntos Exteriores. Según esta entidad, cada año hay 500 casos nuevos de secuestro internacional de menores por parte de uno de los padres.
El organismo le dio a Tracy información sobre abogados en República Checa, pero ella no podía pagarse ninguno.
Anne Marie Hutchinson asegura que cada vez atiende más casos similares que involucran a progenitores de Europa Central y Europa del Este. Según ella, el Brexit está agregando una capa de incertidumbre más a la ruptura de parejas.
“He visto a jueces decidir que es mejor dejar a un menor en un país de Europa del Este en vez de ser enviado de vuelta a Reino Unido por miedo a que, a raíz del Brexit, uno de los padres no pueda conseguir permiso para visitarlo. Esto es raro en estos momentos, pero está pasando”, asegura.
Tracy se ha sentido tan estresada que decidió no volver a su puesto como profesora y ahora trabaja como limpiadora.
Pero estar pasando este verano con su hija la ha preparado para asumir más responsabilidades. En septiembre, realizará talleres de poesía y comenzará a dar clases otra vez.
“Me siento más capaz ahora, que parece que habrá más posibilidades de que me visite y estoy decidida a pagarle los vuelos. Estar con ella me ha dado fuerzas”, dice Tracy.
De momento, Tracy está aprovechando al máximo el tiempo que tienen para estar juntas.
“Ella está disfrutando de su tiempo en Inglaterra y le ha encantado conocer a mis amigos y ver a una amiga especial que hizo la última vez que estuvo aquí. Ella describe a esta niña como su ‘mejor amiga niña’ y a mí como su ‘mejor amiga adulta”, asegura.
“Hemos ido de compras juntas, hemos visto televisión juntas, hemos comprado zapatos y un nuevo edredón… solo cosas comunes y corrientes que muchos padres dan por sentadas”.
“Esos momentos de volver a ser un niño son preciosos porque ella ha tenido que madurar demasiado rápido. Todavía juega con muñecas, aunque a veces habla como si fuera mucho mayor”, dice Tracy.
“Vayamos donde vayamos, no me suelta la mano. ¿Cómo se sentirá mi niña pequeña cuando vuelva a ser obligada a soltarla?”, concluye.