Nathalia Passarinho / BBC News Brasil en Londres
A menudo, el embarazo se asocia con un periodo de felicidad, pero no siempre es así. Antes incluso de dar a luz hay mujeres que sufren depresión y esto puede tener consecuencias importantes para la salud del feto.
Así lo indican los resultados de una investigación inédita del Instituto de Psiquiatría y Neurología de la Universidad King’s College de Londres a los que ha tenido acceso BBC Brasil y que se ha publicado en la revista científica Psychoneuroendocrinology.
Un grupo de científicos examinó a 106 mujeres embarazadas a partir de la semana 25 de gestación. A 49 de ellas se les diagnosticó depresión pero no tomaron medicamentos.
Después se le tomaron muestras de sangre y saliva para comprobar que tenían síntomas asociados a la depresión como una mayor producción de cortisol, una hormona asociada al estrés.
Una vez que dieron a luz, los investigadores monitorearon a los bebés para comprobar sus niveles de cortisol. Los exámenes se realizaron a los seis días de nacer, a los ocho meses y a los 12.
El análisis de todos estos datos reveló varios factores de interés. El primero es que las mujeres con depresión, tienen un periodo de gestación ligeramente más corto que quienes no padecen la enfermedad. Dan a luz unos ocho días antes de media.
Pero lo que más llamó la atención a los investigadores fue el efecto que la depresión había tenido en los pequeños.
Los hijos de las madres que tuvieron depresión eran más hiperactivos, lloraban más y producían cortisol en circunstancias que otros infantes encaraban con normalidad.
La diferencia en este tipo de comportamiento pudo comprobarse en bebés con apenas unos días de vida.
“Apenas dos días después del nacimiento, los bebés cuyas madres habían sufrido depresión también eran más sensibles a la luz y al frío“, le dijo a BBC Brasil el profesor del King’s College de Londres, Carmine Pariante, uno de los autores de la investigación.
Un año después, esos mismos bebés liberaron niveles de cortisol mucho más altos que aquellos cuyas gestantes no tuvieron problemas durante el embarazo cuando tuvieron que enfrentarse a una vacuna.
El cortisol es una hormona que nuestro cuerpo libera en situaciones de malestar o que se perciben como amenazas.
“La liberación del cortisol en sí no es mala, porque es una respuesta del cuerpo al estrés, que da energía a los músculos y eleva la concentración del cerebro”, explica el profesor.
“Pero la investigación demuestra que lo que sería una situación normal para otros bebés puede ser difícil para aquellos hijos de madres con depresión”.
Según el profesor, los signos de estrés presentes en la sangre de la gestante, cruzan la placenta y pasan a la sangre del bebé, influenciando el sistema de respuesta del niño ante situaciones incómodas.
“El bebé identifica el entorno de la madre como estresante y reacciona en base en eso”, afirma el investigador.
Lo preocupante en torno a una mayor sensibilidad al estrés es el riesgo de que estos niños desarrollen problemas psicológicos o depresión en el futuro, cuando tengan que lidiar con problemas cotidianos o situaciones de sufrimiento, como la pérdida de un familiar, bullying, o enfrentarse a frustraciones académicas y profesionales.
“Cuando sean niños o adolescentes, pueden ser más sensibles a su entorno”, evalúa Pariante.
“Y si se produce alguna situación dramática o si se convierten en blanco de bullying, puede ser que sean más sensibles a estos cambios y eso derive en un problema de salud más serio”.
De acuerdo con el profesor de psiquiatría, al menos una de cada 10 mujeres embarazadas sufren depresión. En su opinión, el mensaje más importante que arroja la investigación del King’s College es que es importante que las gestantes busquen tratamiento.
Para él, los tabúes sobre la depresión y el romanticismo en torno al embarazo dificultan la búsqueda de ayuda.
“Hay presión por parte de la sociedad de que el embarazo debe ser un momento de felicidad, pero la verdad es que muchas gestantes están deprimidas y acaban por no buscar ayuda”, dice.
“Esta investigación muestra que la depresión debe ser reconocida y tratada, no sólo por el bien de la madre, sino también para que el bebé se convierta en un niño y adulto más sano.
El investigador reconoce, sin embargo, que faltan estudios que apunten con mayor seguridad cuál es el mejor tratamiento contra la depresión durante la gestación.
Algunas investigaciones indican que los antidepresivos pueden alterar el comportamiento de los bebés, pero Pariante resalta que es difícil saber con certeza si el efecto es consecuencia del remedio o de la depresión en sí.
Los tratamientos que no requierenmedicación, resalta, pueden ayudar a combatir a la depresión durante la gestación, aunque depende de cada caso.
“Para casos más graves, los antidepresivos son recetados, pero hay tratamientos psicológicos e intervenciones nutricionales que pueden traer beneficios, como el suplemento de Omega 3 para mujeres con depresión”, menciona.
“La decisión sobre el tratamiento tiene que estar bien informada, para que la madre y el médico lleguen a la alternativa que consideren más adecuada”, insiste en investigador.