La ecolocalización cobró relevancia en los últimos años como una habilidad que algunas personas invidentes utilizan para moverse por su entorno con asombrosa precisión.
Así, estas personas pueden detectar árboles, edificios y puertas emitiendo un chasquido y escuchando el eco que produce.
Recientes investigaciones muestran que lo básico para orientarte de esta manera puede ser aprendido por cualquier persona, ya sea vidente o invidente.
Un creciente sector de la ciencia nos anima a expandir nuestro potencial sensorial, despertando sentidos que han sido olvidados, suprimidos o incluso considerados fuera del ámbito humano.
La ecolocalización humana se conoce como concepto desde los años 40, pero solo se ha estudiado de forma sistemática en la última década, tanto como una habilidad que potencialmente puede cambiar la vida de personas ciegas como una manera de examinar cómo el cerebro maneja la información sensorial.
“Medimos los mejores ecolocalizadores humanos posibles, lo que conocemos como ‘eco-expertos'”, dice Lore Thaler, profesora de psicología en la Universidad de Durham, Reino Unido, y una de las expertas líderes en ecolocalización humana.
“Se trata típicamente de personas que lo han utilizado desde hace tiempo y exhiben una agudeza muy buena. Pueden hacer cosas que, si eres nuevo en esto, simplemente no puedes hacer”.
Solo con usar chasquidos bucales, los eco-expertos pueden detectar si un disco a un metro de distancia se ha movido. Pueden decir si un objeto que está a dos metros es una farola, un auto o un árbol.
Incluso aquellos bastante nuevos en esto pueden detectar una pared a más de 30 metros de distancia.
Esto no quiere decir que la ecolocalización le aporte a la gente la misma precisión que la visión.
Algunas especies de murciélagos pueden usar ultrasonidos para cazar polillas, pero los ecolocalizadores humanos tienen problemas para rastrear objetivos tan diminutos.
Y dado que la ecolocalización solo funciona para objetos tridimensionales, no se puede usar para leer textos impresos, por ejemplo.
Sin embargo, Thaler dice que aun así es una técnica muy poderosa. Si se usa en combinación con otras ayudas tradicionales, como un bastón o un perro guía, puede ser transformadora para personas ciegas, según revela su investigación.
Puede ayudarles a viajar de forma más segura, evitar obstáculos a la altura de la cabeza e incluso reconocer su propio porche.
“Son estas pequeñas cosas las que pueden marcar la diferencia sobre cuán segura se siente una persona y si se siente feliz de salir”, señala.
Aunque Thaler es vidente, es capaz de usar la ecolocalización y le ha enseñado la técnica a adultos ciegos e incluso a niños de tan solo 3 años.
“Si estás en un mundo de videntes, como estamos nosotros, y después pierdes la visión, realmente pierdes mucho en cuanto a cómo puedes acceder a las cosas y cómo te puedes mover”, dice.
“Tener la ecolocalización lo hace más fácil, porque te da más control sobre el espacio que estás explorando“.
Si quieres intentarlo, haz un experimento con un plato o bandeja. Cierra los ojos, empieza a hablar o haz un chasquido y mueve el plato o bandeja de un lado a otro. Escucha cómo cambia el sonido.
Sin abrir los ojos, gradualmente serás capaz de saber dónde está el plato. Como siguiente paso, Thaler recomienda girarlo lentamente en una esquina, con los ojos cerrados, y hacer uso del sonido para averiguar si estás de frente a la pared o a la habitación.
Thaler y sus colegas estudian actualmente escáneres del cerebro de personas videntes e invidentes que están aprendiendo la ecolocalización.
Hasta ahora, resultados preliminares muestran algo bastante sorprendente: cuando los videntes aprenden a moverse por sonido, activan la parte del cerebro que normalmente se encarga de la visión.
“Nos gusta pensar en la visión como un sentido independiente, y tenemos ciertos recursos dedicados a él”, como los ojos y partes específicas del cerebro, explica Thaler.
Pero en su lugar, nuestro cerebro puede ser capaz de procesar información sensorial de forma más flexible, “viendo” con nuestros oídos, por decirlo de alguna manera. Lo único es que habitualmente los videntes no lo necesitan.
Tal como señala Thaler: “Si eres una persona vidente, la mayor parte del tiempo concebirás el espacio a través de la visión. Hay muy poco incentivo para ampliar tu repertorio sensorial, porque lo recibes con la visión, así que ¿para qué molestarte?”.
En el día a día, nuestro superpoder sensorial real no recae en una capacidad individual, sino en su combinación. Esto es porque cada sentido es relativamente débil por sí solo.
“A menudo las personas se quedan bastante sorprendidas cuando, al usar solo un sentido, ven lo mal que lo hacen”, explica James Negen, investigador asociado en el Departamento de Psicología de la Universidad de Durham.
Nuestra visión periférica, por ejemplo, es bastante pobre. Pero podemos combinarla con otro sentido, como el oído, para averiguar dónde está algo, un auto que se aproxima, por ejemplo.
Esto se conoce como la “ventaja de precisión bimodal” y puede ser crucial para algo tan simple como cruzar la calle de forma segura.
Pero hay un problema: los niños todavía no tienen esa capacidad.
“Los niños menores de 10 años hacen muchas cosas que requieren que combinen lo que están viendo y lo que están oyendo, o lo que están sintiendo y lo que están viendo, en diferentes procesos multisensoriales”, dice Negen.
“Pero los niños han fallado en esto tan específico, donde se coordinan dos sentidos para ser más precisos que con cualquiera de los dos por sí solos”.
Para niños que han perdido parte de la visión, puede ser difícil beneficiarse de la ecolocalización.
Los adultos pueden usar la técnica en conjunto con su visión restante y ser mejores que con cualquier sentido solo. Los niños generalmente no pueden hacer esto. Tienden a usar o su visión o su oído. La pregunta es si se les puede enseñar a utilizar ambos.
Negen y su equipo tuvieron éxito al hacer esto en un laboratorio. Les dieron a los niños comentarios detallados sobre cómo usaron cada sentido en una tarea.
Los niños fueron entonces capaces de combinar los sentidos como un adulto y hacer juicios más precisos. Investigaciones posteriores podrán mostrar si el entrenamiento tuvo o no un efecto duradero.
Continúo mis propios experimentos con la ecolocalización, haciendo uso de los consejos de Lore Thaler para principiantes.
Mi mayor logro hasta ahora ha sido atravesar el umbral de una puerta con los ojos cerrados, sin tocar los lados.
Es extraño pensar que he tenido esta habilidad toda mi vida, sin saberlo y sin usarla, hasta que un extravagante experimento con un plato de porcelana hizo que la desarrollara.
¿Quién sabe qué otros sentidos ocultos están a la espera de ser descubiertos?