Hannah Richardson / BBC News
Presenciar a un niño con berrinche no es agradable. Especialmente si tú eres el padre o el profesor que está a cargo del menor.
Si además la rabieta sucede en un lugar público o en la clase del colegio, la situación es aún peor.
Pero, ¿cómo podemos saber realmente si el niño o niña en cuestión está siendo simplemente caprichoso o realmente hay un problema más serio detrás?
“Por lo general los alumnos no llegan a la escuela un día y dicen ‘ahora me voy a portar mal'”, asegura Pepe Di’Iasio, director ejecutivo del Instituto Gales de Sheffield, en Inglaterra.
Según él, alrededor del 80% de los problemas con los que tienen que tratar las escuelas tienen que ver directamente con alguna situación en la vida familiar del niño.
“No quiero sugerir que todos los problemas de salud mental impliquen un mal comportamiento pero es inevitable que haya cierta relación. Cuando alguien necesita algo de apoyo y no lo recibe, puede afectar negativamente a su comportamiento”.
Investigaciones reciente publicadas por la fundación británica Salud Mental sugieren que los niños modifican su comportamiento cuando están “preocupados” o “tristes” por algo.
También concluyen que aunque un niño no llore, no se aísle o no se autolesione no quiere decir que no tenga algún tipo de problema de salud mental.
Una cuarta parte de los 1.323 niños de 10 a 15 años encuestados para este estudio dijeron que las veces que se habían sentido deprimidos o con ansiedad se habían metido en peleas o discusiones.
Otra cuarta parte dijo que les costaba realizar sus tareas.
Es probable que ambos comportamientos signifique que el niño está teniendo problemas en casa.
Karen Young, psicóloga y escritora del sitio web de psicología Hey Sigmund, dice que la ansiedad puede provenir de un cerebro sano, sin patologías.
“Pero cuando (el cerebro) detecta una amenaza, ya sea real o imaginaria, llena el cuerpo de hormonas como la adrenalina para hacer que el cuerpo sea fuerte, rápido y capaz de soportar la presión. Esa es la respuesta natural que nos ha mantenido con vida durante miles de años”.
“Esa es la reacción normal de un cerebro sano. En el caso de los niños con ansiedad, cualquier situación nueva, desconocida, difícil o estresante es una amenaza potencial“.
“Es un tipo de respuesta que requiere de una actividad física intensa. Si la amenaza fuera real, sería como estar luchando por la propia vida de uno”.
Teniendo en cuenta esto, es fácil ver por qué cuando los niños o jóvenes tienen ansiedad acaban dándose de puñetazos en el recreo o tienen algún berrinche o rabieta.
El doctor Antonis Kousoulis, director de la asociación Salud Mental, dice que a los jóvenes con problemas de salud mental que no han sido diagnosticados a menudo se les tacha de niños problemáticos.
“Ellos son los alborotadores, los niños que interrumpen en clase… Así es como se les ve”, explica.
Esto es particularmente cierto en el caso de los niños, que tienen tasas de exclusión más altas que las niñas.
“Los niños tienden a externalizar más los cambios de comportamiento”, dice el doctor. “Tienden a meterse en peleas, discusiones y pueden sentirse mucho más frustrados. Las chicas tienden a interiorizar sus sentimientos, simplemente quieren que las dejen solas”.
Entonces, ¿cómo pueden los padres y los maestros saber cuándo el mal comportamiento de un niño se debe a un problema de salud mental y cuándo no?
Según el sitio de internet Mentally Healthy School (Escuelas con Salud Mental), el comportamiento es a menudo la forma que tienen los niños de comunicar su angustia o sus problemas.
“Por lo tanto, es esencial entender lo que un niño está tratando de decirte a través de su comportamiento”, dice.
“Los problemas de conducta severos y persistentes, generalmente conocidos como trastornos de conducta, son el problema de salud mental más común durante la infancia”.
Algunas señales a tener en cuenta:
• Contestaciones, irascibilidad, enojos frecuentes, falta de colaboración.
• Tener berrinches y arrebatos frecuentes.
• Mantener constantemente una actitud desafiante o culpar a los demás por las cosas que salen mal.
Brenda McHugh, ex maestra y cofundadora de Family School, un centro de educación alternativa con una buena valoración por parte del Ministerio de Educación británico, dice: “Es un problema que nos encontramos constantemente”.
“¿Cuándo se trata de una falta de comunicación de un problema y cuándo es un síntoma de algo más serio? Es muy difícil de determinar”.
La clave a tener en cuenta es la frecuencia con la que ocurre ese comportamiento.
“La mayoría de los niños llevan algunas situaciones al límite alguna vez o tienen poco control sobre sus impulsos o no se comunican bien”, afirma McHugh.
“Cuando estos comportamientos persisten en el tiempo y no responden a patrones lógicos, además de ser un peligro para el desarrollo del menor y de su propia vida, hemos de investigar de forma más profunda qué le sucede”.
McHugh asegura que a veces los niños pueden estar intentando dilucidar en quién confiar o tratando de manejar una situación o unos sentimientos que les resultan difíciles de gestionar.
Pueden tener poco control sobre sus impulsos, dice, y les resulta difícil regular sus emociones.
“Un niño de 10 años de nuestro centro dijo que creía que todos lo veían como un ‘alumno difícil con problemas de salud mental'”, dice.
“Pero se describía a sí mismo como alguien con preocupaciones que estaban relacionadas con la salud física de su madre y con sus frecuentes ingresos en el hospital. Simplemente no sabía cómo manejarlo”.
Es importante la diferencia que puede haber en cómo un profesor califica ese comportamiento y cómo el menor que la experimenta lo entiende o justifica.
Un pequeño estudio en una escuela secundaria en Westminster (Londres) con un grupo de niñas de 12 a 14 años que estaban constantemente en problemas demostró perfectamente esta situación.
Las niñas dijeron que estaban sufriendo de ansiedad, pero las maestras las calificaron de “problemáticas”.
Kousoulis cuenta que muchas escuelas están haciendo cosas excelentes en este campo y que a pesar de que no es una tarea fácil hay que seguir trabajando en ello.
“Si no abordamos los problemas de salud mental en una etapa temprana, entonces corremos el riesgo de fallar a la próxima generación justo cuando acaban de comenzar con sus vidas”.