No hay nada que indique que la Iglesia católica vaya a revisar la norma a corto plazo, pero el propio papa Francisco ya lo afirmó: el celibato clerical, o sea, el voto que obliga a los sacerdotes a permanecer castos, no es un dogma de fe, sino un reglamento de la Iglesia.
Dogmas son cosas que la Iglesia considera “verdades absolutas”: puntos fundamentales e indiscutibles de su fe, que por lo tanto no pueden ser modificados. Son dogmas, por ejemplo, la resurrección de Cristo y la Santísima Trinidad.
“El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida que yo aprecio mucho y creo que es un don para la Iglesia. No siendo un dogma de fe, siempre tenemos la puerta abierta para cambiarlo“, reconoció recientemente el Papa en una conversación con periodistas.
“En este momento, sin embargo, no lo tenemos pensado“, especificó.
Pero, ¿qué es el celibato clerical y por qué es tan importante para la Iglesia católica?
¿Y qué dice el Vaticano a los argumentos que acabar con esta regla podría ayudar a reducir los abusos sexuales perpetrados por sacerdotes?
El celibato, en su sentido genérico, es la condición de quien por opción no contrae matrimonio, dice el sociólogo Francisco Borba Ribeiro Neto, coordinador del Núcleo Fe y Cultura de la universidad brasileña PUC-SP.
El celibato sacerdotal es cuando esta elección se hace a cambio de una dedicación total a los servicios religiosos, por medio de la ordenación presbiteral.
Según Ribeiro Neto, hay cinco conceptos relacionados que se suelen confundir: la castidad, la virginidad, la vocación virginal, el celibato y el celibato sacerdotal.
“El celibato sacerdotal es una dedicación total de la persona al servicio de Dios y de la comunidad. Se vincula a la vocación virginal, pero no es exactamente lo mismo. Religiosos que no ejercen la función sacerdotal también pueden mantener la vocación virginal. Las personas casadas, que por lo tanto no pueden ser célibes, pueden asumir en un cierto momento de la vida un voto virginal, manteniéndose unidos pero sin tener más relaciones sexuales”, explica.
La virginidad es la condición de aquel que nunca tuvo relaciones sexuales, pero la vocación virginal es la renuncia de la vida sexual activa – o sea, no hay que ser virgen para escogerla.
“La persona renuncia a una vida sexual activa para canalizar toda su energía y toda su persona en su relación con Dios“, teoriza el experto.
Ribeiro Neto también explica que esta idea no es una invención del cristianismo. “Los monjes budistas y las vírgenes vestales- sacerdotisas de la diosa Vesta de la Roma Antigua- mantienen el mismo ideal de vocación como condición para una entrega mayor a Dios”.
Por su parte, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia católica, para los casados la castidad se ejerce manteniendo relaciones sexuales y siendo fieles el uno al otro, para el soltero, absteniéndose de prácticas sexuales propias de los casados.
Originalmente, los primeros sacerdotes católicos no necesitaban ser célibes.
“Eso fue siendo reconocido como un valor importante a medida que pasaron los siglos”, afirma Ribeiro Neto. “Así, entre los católicos de rito oriental (los ortodoxos), hoy en día existen sacerdotes casados”.
Alrededor de los siglos III y IV, sin embargo, ya existían movimientos dentro del catolicismo proponiendo que los religiosos practicasen el celibato.
Y la Iglesia tuvo varias idas y venidas en cuanto al tema, e incluso regiones diferentes adoptaron prácticas diferentes, ya que era una época de comunicación precaria.
La preocupación con el celibato empezó a cobrar fuerza a partir del siglo XI. Papas como León IX y Gregorio VII temían por la “degradación moral” del clero.
De modo que el celibato acabaría instituido en los dos concilios de Letrán – el primero, en 1123, el segundo en 1139.
A partir de los concilios, quedó decretado que clérigos no podrían casarse o relacionarse con concubinas.
El celibato también fue defendido en otro concilio de Letrán (en 1215), y en el Concilio de Trento (entre 1545 y 1563).
“Muchos dicen que a partir del siglo X la Iglesia se enriquece con el celibato, ya que no tiene compartir los feudos con los hijos de los sacerdotes. Esto es en parte verdad. Pero el objetivo más grande es que haya un misionero que esté siempre libre para asumir misiones y cargos“, dice el filósofo y teólogo Fernando Altemeyer Júnior.
En el siglo XX el tema volvió a resurgir con el Papa Pío XII, que defendió el celibato en la encíclica Sacra Virginitas.
Y en el segundo Concilio Vaticano, en 1965, el Papa Pablo VI también divulgó un documento, De Sacerdotio Ministeriali, abordando el asunto.
En una carta de 1979, el papa Juan Pablo IIafirmó: “Fruto del equívoco -si no de mala fe- es la opinión, con frecuencia difundida, de que el celibato sacerdotal en la Iglesia católica es sólo una institución impuesta por ley a aquellos que reciben el sacramento de la Orden. Todos sabemos que no es así”.
“Todo sacerdote que reciba el sacramento de la Orden se compromete al celibato con plena conciencia y libertad, después de la preparación de varios años, profunda reflexión y asidua oración”, escribió el pontífice.
“Toma esa decisión sólo después de haber llegado a la firme convicción de que Cristo le concede ese ‘don’, por el bien de la Iglesia y para el servicio de los demás. Sólo entonces se compromete a observarlo toda la vida”, explicó.
Su sucesor Benedicto XVI también hizo declaraciones acerca del celibato: “Para comprender bien lo que significa la castidad debemos partir de su contenido positivo, explicando que la misión de Cristo lo llevaba a una dedicación pura y total hacia los seres humanos“.
“Con el voto de castidad, los sacerdotes, religiosos y religiosas, no se consagran al individualismo o a una vida aislada, sino que prometen solemnemente poner las relaciones intensas de las cuales son capaces al servicio del Reino de Dios”, dijo en una homilía.
Según el Movimiento Nacional de las Familias de los Padres Casados, más de siete mil brasileños solicitaron a la Iglesia que les exima del sacramento de la Orden para poder casarse.
Esto significa que de cada cuatro sacerdotes católicos que son ordenados en Brasil, uno abandona la sotana a cambio del matrimonio.
Según la revista La Civiltá Cattolica, publicada desde 1850 en Roma por los jesuitas italianos, en todo el mundo ese número supera a los 60 mil sacerdotes.
Ya existe una función para aquellos que están casados pero desean desempeñar papeles más religiosos dentro del catolicismo: actualmente, la Iglesia católica ordena a hombres casados como “diáconos permanentes”.
“Pueden desempeñar casi todas las funciones de los sacerdotes, con la excepción de la consagración de la hostia en la comunión y la absolución de los pecados en la confesión”, aclara Ribeiro Neto.
Por otro lado la demanda existe: faltan sacerdotes en el mundo.
Dentro del propio clero, muchos sacerdotes cuestionan si ha llegado la hora de cambiar esa posición. Uno de los sacerdotes católicos brasileños más famosos de la actualidad, el padre Fábio de Melo, ya dio entrevistas diciendo que la norma del celibato debería ser abolida, “por ser algo propio de la Edad Media”.
Según este sacerdote, la Iglesia debería permitir sacerdotes casados - y mantener la posibilidad del celibato para aquellos que quieran hacer una “entrega más radical”.
En un artículo divulgado por la agencia estadounidense Religion News Service, que existe desde 1934, el padre jesuita Thomas Reese defendió que el celibato clerical fuera opcional.
“El Papa Francisco ha dicho que está abierto a la posibilidad, pero quiere que la demanda venga de conferencias episcopales nacionales”, afirmó Reese ahí.
Reese insinúa que, a lo largo de la historia y alrededor del mundo, son muchos los religiosos que no siguen la norma.
La Iglesia, sin embargo, mantiene el celibato porque cree que así se desempeñan mejor las funciones religiosas.
“Si un hombre quiere casarse, es una señal de que no fue elegido para la función ministerial del sacerdote, y a diferencia de una profesión laica, el sacerdocio católico es algo a lo que una persona se siente llamada”, dice el sociólogo Ribeiro Neto.
“Ceder a las presiones para que los sacerdotes se casen sería, según la Iglesia, facilitar la entrada de personas que no tienen verdadera vocación y que se acabarían convirtiendo en malos sacerdotes”, explica.
Este es el argumento que la Iglesia utiliza cuando se insinúa que abolir el celibato reduciría los casos de pedofilia.
“Para la Iglesia, los casos de pedofilia que se han divulgado recientemente son consecuencia de la elección de personas sin una verdadera vocación“.
“Si los sacerdotes se casaran podría tener un efecto adverso, facilitando el ingreso de personas sin vocación y sin una espiritualidad sólida “, dice el sociólogo, explicando el punto de vista del Vaticano.