Es uno de los espectáculos naturales más impresionantes y bellos. Pero hasta hace no tanto tiempo, era recibido con profundo temor y desataba las reacciones más inesperadas.
Este martes 2 de julio, cientos de miles de personas se desplazon a las regiones de Chile y Argentina donde se observó un eclipse solar total.
Mientras tanto otros millones disfrutaron del espectáculo de forma parcial en el resto del territorio de estos dos países, así como en toda Sudamérica y parte de Centroamérica.
Este entusiasmo contrasta con el efecto que los eclipses totales de sol tenían sobre nuestros ancestros.
Las civilizaciones milenarias sentían un intenso terror hacia este fenómeno.
En la historia de la astronomía de varias culturas hay una serie de fenómenos naturales que siempre fueron temidos: los cometas, los meteoros, los eclipses lunares y los eclipses solares.
Antes de la era moderna, estos cuatro fenómenos tenían algo en común: eran impredecibles.
Sin embargo, según dijo Bradley Schaefer, profesor de astronomía y astrofísica en la Universidad Estatal de Luisiana (EE.UU.), a BBC Mundo en 2017, “en todas las sociedades alrededor del mundo, los eclipses y cometas eran los fenómenos más temidos“.
Según el astrofísico, “se interpretaba como el augurio de la muerte del rey, del emperador o incluso como el fin de la humanidad”.
La palabra “eclipse” deriva de una antigua expresión griega que significa “abandono”y hace referencia a la desaparición momentánea de la luz.
Es que durante los segundos o minutos en que dura un eclipse solar total y la Luna bloquea por completo al Sol, la perspectiva desde la Tierra es dramática y por eso se vivía como un mal presagio que anunciaba sucesos negativos.
Esta sensación era compartida por muchas culturas aunque la interpretación de cada una era diferente.
“Cada cultura, en todas partes y todos los continentes hasta inicios del siglo XX, se sentía así“, dijo Schaefer.
“Todo el mundo tenía miedo, estaba aterrorizado porque un eclipse en el cielo era la peor profecía”, agregó.
“Si ves que pasa algo en el cielo, algo dramático como una caída de meteoros o un eclipse, eso solo puede ser una señal del cielo, un mensaje de los dioses”, imaginó Schaefer, poniéndose en el lugar de nuestros ancestros.
En la búsqueda de explicaciones para entender por qué había tal coincidencia entre civilizaciones tan lejanas, la primera idea citada por Schaefer es la fascinación y respeto que infundía el cielo como lugar donde habitaban los dioses o héroes.
Otro elemento que compartían las culturas ancestrales aunque fuera en distintos niveles era la adoración al Sol.
“Incluso en la cristiandad moderna, aunque no se diga mucho, tenemos parte de esa adoración, por cómo recibimos los solsticios o como relacionamos a Jesús con la luz“, señaló Schaefer.
Para comprender el alcance de estas teorías, recordemos algunos ejemplos de cómo reaccionaron distintas civilizaciones a lo largo de la historia ante los eclipses totales de Sol.
En Babilonia ocurrió el eclipse más antiguo que se ha logrado fechar con exactitud, el llamado eclipse de Babilonia.
“Se transformó el día en la noche el 26 del mes de Sivan, en el séptimo año del reino y hubo un fuego en medio del cielo”, narran las escrituras.
El eclipse se observó en el sur de Babilonia el 31 de julio del año 1062 a.C.
Otro ejemplo se encuentra en el libro del Apocalipsis en la Biblia, donde se relaciona los eclipses de Sol y de Luna con los terremotos: “Y vi, cuando abrió el sexto sello sobrevenir un gran terremoto, y el Sol se volvió negro como un tejido de crin, y la Luna toda ella se volvió de sangre“.
En China se interpretaba que el sol era devorado por dragones, mientras que en Vietnam, por una rana o sapo.
En cambio, en algunas regiones del oeste de África el eclipse era un momento en que el Sol (masculino) y la Luna (femenina) apagaban la luz para tener un romance.
Por otra parte, en la antigua Grecia los astrónomos fueron grandes observadores del fenómeno y eso ha dejado varios registros históricos.
En el clásico de Homero, “La Odisea”, hay una referencia a un eclipse probablemente observado en el año 1178 a.C. en Itaca: “Y el Sol ha muerto en el cielo y una maligna niebla todo lo cubre”.
En la América precolombina también existen mitos y leyendas relativos al cosmos y los eclipses.
Los mayas y los aztecas dejaron narraciones sobre combates estelares entre dioses por obtener los mejores sitios en el universo.
Los mapuches, por su parte, llaman a este fenómeno Lai antu o Lan antu, que hace referencia a “la muerte del Sol“.
“Dada la importancia del Sol como principal deidad, el hecho de que este perdiera su fuerza y fuese eclipsado generaba mucho miedo”, dijo Juan Carlos Beamín, astrofísico del Centro de Comunicación de las Ciencias de la Universidad Autónoma de Chile, a BBC Mundo.
“En particular las machis (mujeres líderes espirituales mapuches) se abocan a hacer rogativas, llamadas Nguillatun, para poder aplacar cualquier efecto negativo”, explicó.
Y si bien el eclipse de este 2 de julio no pasó por las tierras que son cuna de la cultura mapuche, sí sucederá en el eclipse solar total del 14 de diciembre de 2020.
El fenómeno pasó por la región de La Araucanía y parte de Los Ríos en Chile, así como la zona central de las provincias argentinas de Neuquén y Río Negro.
La sociedad moderna en general se despojó de estos miedos, pero esto no ocurriría hasta comienzos del siglo XX.
Surgen entonces libros populares que explican el fenómeno, se empieza a enseñar en las escuelas y el eclipse ya no se ve como el fin del mundo, la muerte de un dios o de un rey, sino como un fenómeno con explicación científica.
Por un lado, pasaron a ser predecibles.
Por ejemplo, se sabe que el próximo eclipse solar visible desde América Latina sucederá, como se dijo antes, el 14 de diciembre de 2020 y que será total. El siguiente para la región ocurrirá el 14 de octubre de 2023 y será anular.
Incluso se sabe que el 16 de julio de 2186 se podrá ver desde Venezuela un eclipse total de Sol que durará 7 minutos con 29 segundos, “convirtiéndose en el más largo desde el 4000 a.C. y lo será, al menos, hasta el año 6000 d. C.”, escribió Beamín en el libro “Astronomía ilustrada”.
Por otro lado, se extendió el conocimiento general de cómo sucede un eclipse solar y es que el Sol, la Tierra y la Luna se alinean de tal forma que esta última se interpone en el trayecto de la luz solar antes de que llegue a nuestro planeta.
En definitiva no es más que “una coincidencia celestial“, como dice la NASA.
“Si te paras a pensarlo, es solo una sombra y, ¿quién tiene miedo de una sombra?“, dijo Schaefer. “Una vez que tienes un evento predecible ya no supone la ruptura de la armonía de la naturaleza”.
Y cuando, se pierde el miedo, crece el espectáculo.
*Este artículo fue publicado originalmente el 19 de agosto de 2017 y actualizado con motivo del eclipse solar del 2 de julio de 2019.