Cada día, justo antes del amanecer, Fernando Kushner se sube a su viejo minibús y se adentra en las calles de La Paz para alimentar a los perros callejeros de esta ciudad boliviana.
Hace cuatro años, cuando era un hombre de negocios de alto vuelo, Ferchy, como lo llaman sus amigos, podía llegar a casa a esa misma hora después de una noche de fiesta.
“He renunciado a todo por mis perros. Romances, familia, carrera, todo“, dice, con la pasión de un verdadero converso.
Ferchy atribuye a un perrito callejero llamado Choco este giro radical que le hizo renunciar a su exitosa carrera como ejecutivo de mercadotecnia en el mundo de la moda para dedicar su tiempo a los perros callejeros de La Paz.
Kushner vio al perro después de salir de su clase de yoga y le dio un pedazo de su sándwich. El animal frotó su hocico con el cuello de Kushner y le lamió las manos, y ese simple acto de gratitud bastó para convencerlo de regresar y alimentar a Choco al día siguiente.
Antes de que se diera cuenta, estaba alimentando a cinco perros, luego a 10, luego a 20. Hoy, la cifra llega a centenares.
Su rutina para alimentar a los animales es similar cada día; visita los mismos siete u ocho distritos y deja porciones de comida en los mismos lugares. Cada perro recibe 1 kg de pollo y huesos al día, y se agrega una porción de 250 g de galletas para perros.
Ferchy hace dos rondas cada día, una por la mañana y otra por la tarde. Entre una y otra, pasa otras tres o cuatro horas conduciendo por La Paz para recoger alimentos de varios donantes.
Las donaciones más generosas provienen de dos cadenas de comida rápida, Don Pollo y Pollos Copacabana.
En promedio, recolecta 15 contenedores del tamaño de un cubo de basura, cada uno de los cuales puede contener 50 litros. Rellena los cubos con galletas para perros. Cada mes gasta unos cincuenta sacos de 22kg durante el mes, a un costo de 9,000 bolivianos (US$1.300), que paga de su propio bolsillo.
Además de alimentar a “sus perros”, también es voluntario en diferentes organizaciones benéficas y refugios para perros en La Paz.
María Angulo Sandoval, quien trabaja en un refugio para perros en el municipio vecino de El Alto, dice que Ferchy ha actuado donde los funcionarios de la ciudad han fallado.
“Las autoridades de la ciudad son responsables de la salud y la seguridad públicas, lo que incluye mantener a la población de perros bajo control. Pero son absolutamente inexistentes”, dice.
Ferchy dice que dejar su lucrativo trabajo para dedicarse a los perros fue fácil y que la decisión de renunciar la tomó “de un día para otro”.
Más difícil ha sido cumplir con los compromisos familiares. La primera vez que se perdió la celebración navideña de su familia porque estaba alimentando a los perros, sus familiares se pusieron furiosos.
Hoy, están un poco más resignados.
“Pensé que se aburriría de todo eso después de unos tres meses y lo dejaría”, dice su madre, Lolita Kushner. “Pero cada vez que lo veo, parece más preocupado que nunca por los perros y más comprometido con su misión”.
Ferchy espera emplear pronto a algunos ayudantes, pero por ahora la suya es más o menos una misión de un solo hombre. Ni siquiera tiene tiempo para citas amorosas, dice. Eso no le ha impedido considerar a una futura pareja, pero “tendría que amar a los animales, de lo contrario sería imposible”.
No todos son tan apasionados con los perros como Ferchy.
Raúl Alcázar, un residente local, piensa que al alimentar a los perros de la calle, Ferchy puede estar agravando el problema. “Los perros se quedan en la calle, hurgando en la basura y generalmente creando un problema”, dice.
Alcázar también se pregunta si los perros son los que más necesitan ayuda. “Lo que hace es bueno, pero ¿no sería mejor dar el dinero a un orfanato o a un anciano?”
Ferchy no niega que Bolivia, donde una de cada tres personas son pobres y una de cada seis es considerada como extremadamente pobre, tiene necesidades sociales agudas. Pero argumenta que hay “cientos de organizaciones benéficas” que cuidan a los pobres de Bolivia y que solo unos pocos cuidan a los animales.
Aun así, reconoce que sus esfuerzos no son más que una gota en el océano. Según sus propios cálculos, cerca de 250.000 perros callejeros viven en las calles de La Paz, con otros 350,000 en El Alto.
En su opinión, la única solución a largo plazo para el problema de los perros callejeros de La Paz es la educación pública y la sensibilización.
Aquí es donde entra en juego su experiencia en marketing. Después de pasar más de 15 años ayudando a dirigir campañas de marcas de lujo, no tiene ningún reparo en aprovechar sus contactos sociales y profesionales para ayudar en su misión.
Hasta ahora, ha persuadido a decenas de compañías importantes en Bolivia para que publiquen su eslogan de “Adopte, no compre” y su mayor éxito hasta la fecha ha sido lograr que la aerolínea privada de Bolivia Amazonas acepte cubrir el costo total de enviar a los perros en avión de una ciudad a otra para su adopción.
En la actualidad, está ocupado tratando de recaudar dinero para construir un santuario para viejos perros callejeros, que se convertirá en un centro de esterilización. Ya convenció a Incerpaz, uno de los fabricantes de ladrillos más grandes de Bolivia, para que le diera ladrillos a precio de costo.
La tenacidad de Ferchy en defensa de los perros callejeros de La Paz parece no tener límites. Incluso ha llegado a contactar a través de los canales diplomáticos a Jared Kushner, el yerno del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
“Aunque tenemos el mismo apellido, él no tiene ninguna relación. ¿Pero qué hay que perder?”, razona. “Si él quisiera, podría pagar para esterilizar a todos los perros en Bolivia”.