Cuando se despertó, Nang Nu Tsawm* ya no estaba en Birmania.
La niña, de 14 años, se había desmayado tras una semana trabajando en una fábrica de calzado en su país, en la que había aceptado un empleo para financiar sus estudios.
Y de repente apareció en un vagón.
“No sé durante cuántos días estuve desmayada o cuánto tiempo llevaba en el tren. Solo vi carteles con letras chinas. No podía entenderlos (…) Empecé a llorar”.
Nang Nu Tsawm cree que fue drogada y poco después descubrió por qué: fue llevada a China y vendida por US$12.700 a una familia para convertirse en “esposa” de un joven de 15 años y tener hijos con él.
La adolescente acabó dando a luz a una niña y un niño, y pasó 5 años en China hasta que la policía, alertada por otro caso de trata de mujeres, llegó a la vivienda donde se encontraba y la arrestó por estar en el país de forma ilegal.
Nang Nu Tsawm pasó varias semanas bajo custodia de las autoridades y después fue deportada. Nunca más volvió a ver a sus hijos.
El drama de esta niña birmana es solo un ejemplo de la trama de trata de mujeres en la frontera chino-birmana destapado por la organización en defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) esta semana.
Esta red se nutre, por el lado birmano, de la situación de precariedad y violencia que se vive en el norte del país; y por el lado chino, del desequilibrio entre el número de hombres y mujeres, según la organización.
El gobierno birmano compartió información con HRW sobre el asunto y mantuvo diversas reuniones con el grupo. El ejecutivo chino, que ha criticado en numerosas ocasiones el trabajo de ésta y otras ONG de derechos humanos por considerarlas “sesgadas”, no respondió a sus peticiones, según Human Rights Watch.
En un informe titulado “Danos un hijo y te dejaremos ir”, HRW describe un oscuro entramado de tráfico de mujeres y niñas a China desde los estados del norte de Birmania Kachín y Shan, severamente afectados por el conflicto armado entre el gobierno y guerrillas de minorías étnicas.
En el gigante asiático, las birmanas acaban siendo vendidas y sujetas a violencia física y psicológica: encerradas y violadas, en ocasiones, “hasta que se quedan embarazadas”. Aquellas que consiguen escapar, deben dejar a sus niños con las familias chinas.
“Los matrimonios forzosos ocurren en muchos países del mundo (…) y pensé que esto sería una variación de eso mismo, pero esto es algo más extraño y mucho más siniestro: una situación en la que la familia no está buscando realmente una novia, sino un bebé”, explica la autora principal del informe, Heather Barr, que pasó tres años investigando el asunto.
“Me impresionó mucho eso”, reconoce Barr en una conversación telefónica con BBC Mundo desde Birmania.
La historias que esta investigadora y su equipo recopilaron evidencian una situación de extrema vulnerabilidad por parte de mujeres que huyen de la violencia, forzadas a vivir en campos para desplazados internos donde no tienen opciones de prosperar.
Desde 2011, cuando se produjo el estallido de la violencia entre fuerzas gubernamentales y guerrillas tras 17 años de alto el fuego, la ONU calcula que decenas de miles de personas han sido desplazadas.
En ese contexto, las niñas o mujeres adultas del norte del país aceptan trabajos en la vecina China que acaban siendo falsos, engañadas en la mayoría de ocasiones por amigos o conocidos, y abandonadas a su suerte por las autoridades de uno y otro país, denuncia HRW.
El equipo que investigó la trata en la frontera chino-birmana reconoce, no obstante, que hay casos de éxito tanto de la policía birmana como china, pero apunta que en la mayoría de ocasiones se mira hacia otro lado.
Seng Moon es un ejemplo de ello: tras huir del conflicto armado en 2011, su familia tenía dificultades para sobrevivir en los campos de desplazados y su cuñada le recomendó un trabajo en la provincia limítrofe de Yunnan.
Ella, con 16 años, no quería ir al principio, pero su familia consideró que era una buena opción ya que el salario que le prometieron era mucho mayor que lo que pudiera conseguir en Birmania.
En el auto, su cuñada le dio “algo para el mareo”, que hizo que Seng Moon cayera dormida. “Cuando me desperté, tenía atadas las manos a mi espalda. Grité y pedí ayuda”, recordó la joven en conversación con HRW.
Para entonces, ya estaba en China. Su cuñada la abandonó con una familia del país y tras meses volvió a aparecer con una advertencia mientras la llevaba a otra casa: “Ahora tienes que casarte con un hombre chino”.
“La familia me llevó a una habitación. En esa habitación, me ataron de nuevo… Cerraron la puerta, durante uno o dos meses… Cada vez que el hombre chino me traía comida, me violaba. Tras dos meses, me sacaron de la habitación. El padre del hombre chino me dijo: ‘Este es tu marido. Ahora son una pareja casada. Sean buenos el uno con el otro y construyan una familia feliz'”.
Nang Nu Tsawm, la niña de 14 años que acabó en un tren, fue la joven de menor edad de las víctimas entrevistadas por HRW.
En total, fueron 37 las mujeres que escaparon y accedieron a hablar con la organización. Doce de ellas eran menores de 18 años cuando fueron secuestradas. La mayor tenía 46.
Fueron vendidas por entre US$3.000 y US$13.000, un monto que acaba en manos de los traficantes de ambos países.
“De las 37, solo cuatro fueron traficadas por alguien que no conocían”, subraya la investigadora sénior de HRW.
¿Cómo es posible que un familiar venda a otro por dinero? La investigadora reflexiona sobre la situación que refleja la trata y encuentra una posible explicación en la difícil situación de los campos birmanos.
“Imagina que vives en uno de estos campos, desplazado de tu localidad, probablemente cuando la violencia estalló en 2011, así que llevas ahí ocho años, el campo está increíblemente abarrotado, con condiciones malas, no hay un lugar cerca en el que encontrar trabajo…”.
“Así que estás en esa situación y tienes la oportunidad de ganar US$10.000, muy rápido, por vender a un miembro de la familia y sabes que probablemente no serás arrestado, porque la policía no está muy interesada en estos casos. Claro que esperamos que nadie haga algo así, pero obviamente hay algunas personas que lo hacen”, concluye Barr.
En China, la investigadora reconoce que no pudieron obtener demasiada información sobre las familias que compran a estas “novias”, pero las describe como personas que viven en zonas rurales, dedicadas al campo o la construcción, y no demasiado adineradas “ni demasiado atractivas para otras familias o novias chinas que ahora pueden ser más quisquillosas a la hora de elegir esposo”.
Barr se refiere a la situación desigual en China, donde el número de hombres supera al de mujeres, una de las consecuencias de la ley de hijo único -una norma de control demográfico nunca antes vista en la historia- y la preferencia de la sociedad por el varón.
Pekín siempre ha defendido que la medida, implementada entre 1979 y 2016, ayudó al país con más habitantes del mundo a evitar la superpoblación y sacar así de la pobreza a cientos de millones de personas.
La situación también se agrava por la tradición de la sociedad china de pagar una “dote” a la familia de la novia, una cantidad de dinero que se ha vuelto tan elevada en algunas zonas que obligó a las autoridades a poner límites.
El informe detalla que las autoridades birmanas registraron 226 casos de mujeres víctimas de trata a China en 2017 y señala que entre 100 ó 200 reciben asistencia cada año a su vuelta al país.
La policía encargada de estos casos en Birmania gestionó 130 casos, 96 de ellos de mujeres, entre enero y julio de 2018, añade.
No obstante, HRW considera que el número de afectadas puede ser “muy superior” y advierte que puede estar creciendo.
Un estudio de la Universidad John Hopkins de Estados Unidos, junto a la Asociación de Mujeres Kachín de Tailandia, estimó que unas 7.500 mujeres y niñas de los estados birmanos de Kachín y Shan habían sido víctimas de matrimonios forzosos en China de 2013 a 2017, 5.000 de ellas forzadas a tener hijos en contra de su voluntad.
Esa investigación, publicada a finales del año pasado, fue una de las primeras en arrojar luz sobre la situación y ya advertía de la “necesidad urgente” de combatir el problema y apoyar a las afectadas.
Y es que en Birmania, las víctimas no solo se enfrentan a la falta de ayuda institucional, también al estigma social, como expone otra de las víctimas citadas en el informe de HRW:
“(Al volver), mi marido me preguntó: ‘¿Cuánto dinero tienes?’. Yo le dije: ‘No me preguntes eso, pregúntame qué me pasó en China’. Me preguntó, y le conté todo. Se puso a llorar. Yo me puse a llorar, y entonces me sugirió: ‘No cuentes esta historia a nadie porque la gente te mirará con desprecio porque fuiste traficada’. Y hasta ahora. Nunca se lo conté a nadie”.
*Este y otros nombres de víctimas son pseudónimos utilizados por HRW para proteger a las afectadas. Las historias que recoge este texto se basan en entrevistas que la organización realizó en los últimos tres años, sobre sucesos ocurridos en su mayoría a partir de 2010 y hasta 2017.