Karolina Ramqvist, de 41 años, es una de las escritoras y feministas más influyentes de su generación en Suecia.
Su última novela, “La ciudad blanca” (Anagrama), es en parte thriller y en parte novela psicológica, y ha sido un éxito de ventas en los países escandinavos.
La protagonista, Karin, que vivía una vida de opulencia gracias a las actividades criminales de su pareja, se ve de pronto en un hoyo de pobreza y soledad del que debe salir con la sola compañía de su bebé.
En ocasión de su participación en el Hay festival de Arequipa, BBC Mundo conversó con Ramqvist sobre feminismo, los claroscuros de las sociedades nórdicas y por qué aprender a buscar a los demás puede ser parte del camino a la madurez.
Tu libro empieza con la protagonista mirándose al espejo y reconociendo los efectos que la maternidad ha tenido sobre su cuerpo. También rememora posteriormente los dolores del parto y a lo largo de toda la novela hay referencias a dar el pecho que no son siempre positivas. Cuando lo estaba leyendo, me di cuenta de que quizás era la primera vez que leía este tipo de cosas en una novela. ¿Cómo es posible que se haya escrito tan poco sobre esto?.
Creo que para mí esto fue algo enorme, decidir escribir sobre este tema. Habiendo sido criada en un ambiente muy feminista en Suecia, en primer lugar pensaba que este era un tema muy popular y creo que es por haber crecido alrededor de mucho arte visual feminista, en el que el cuerpo femenino es un tema que los artistas utilizan, y también la lactancia materna y la maternidad y todas estas cosas.
Pensé que era una especie de cliché, incluso, y luego me di cuenta de que en la literatura no era un tema muy común. Intenté encontrar novelas que tratasen el tema de la lactancia materna y el cuidado de un bebé pequeño y no pude encontrar ninguna.
También tuve muchos conflictos al respecto porque crecí o me hice feminista en Suecia en los años 90, en los que tuvimos ese gran debate: había una división ideológica entre lo que llamaríamos feministas biológicas y feministas centradas en la igualdad.
Había una idea popular en los años 80 acerca de ser mujer y empoderar a las mujeres de una manera que era casi esencialista: sobre los poderes especiales de las mujeres derivados de dar a luz, etcétera. Y durante aquel tiempo, al menos en Suecia, el libro “Los hombres son de Marte mientras las mujeres son de Venus” [del psicólogo John Gray] tuvo un gran impacto en el debate.
Había un feminismo místico muy centrado en el cuerpo femenino, y esa era una forma de tratar la política que a mí no me gustaba. Siendo una joven feminista y una joven voz en el debate era muy importante para mí tomar otra postura, diciendo cómo la biología no nos afecta en absoluto, que las mujeres son iguales a los hombres y que el cuerpo no es importante.
Así que se trataba de tomar una postura contra eso. Para mí ahora como escritora, cuando comencé a escribir “La ciudad blanca”, era casi como si la lactancia materna fuera un tabú para mí. Y me di cuenta de cada estaba más inclinada a escribir sobre esto, porque era algo que estaba un poco prohibido, y habiendo tenido tres hijos, sabiendo cómo esto había afectado mi vida y también el proceso biológico de la lactancia y la lactancia materna, realmente anhelaba escribir sobre eso. Pero me tomó un tiempo superar mis propias inhibiciones y mi propio pensamiento de que esta era una especie de área prohibida para mí.
Y lo tercero es que yo también pensaba que esto no era lo suficientemente importante como para escribir sobre ello. Y esto también responde a tu pregunta de por qué no tenemos estas novelas, siendo una experiencia tan enorme -no solo para las mujeres, porque no todas las mujeres son madres, sino para todos los seres humanos porque todos hemos nacido de alguien-. Es, por supuesto, una experiencia existencial tan profunda para un ser humano y aún así es algo que no se trata mucho en la ficción y la literatura. Y creo que yo también tuve esta idea internalizada de que la lactancia materna y la maternidad no son temas lo suficientemente importantes para una novela.
Así que esos eran grandes obstáculos, pero también fue algo muy liberador escribir sobre el cuerpo por una vez y sobre esta experiencia de la maternidad.
Y otra cosa que fue muy emocionante para mí es el hecho de que la lactancia y dar el pecho es una experiencia física, pero también tiene que ver con recordar, con trascender de la manera en que lo hacemos en la literatura, cuando leemos una novela y nos metemos en el cuerpo de otra persona. Y, por ejemplo, si has amamantado recientemente a un bebé y estás en una habitación oyendo llorar a otro niño, a veces puede sentirlo en tus pechos, puede sentir el proceso físico de la lactancia aunque no sea tu hijo y no lo estés cargando en brazos, solo escuchándolo…el sonido de un bebé llorando comienza físicamente un proceso en tu propio cuerpo.
Hoy en día en muchos países desarrollados está en boga la idea de la “crianza natural”, según la cual una madre se siente “incompleta” si está separada de su bebé y en la que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres ocupan un primer plano. Para muchas mujeres mayores que lucharon por la emancipación femenina, esto es un retroceso, pero en tu libro tú hablas mucho del cuerpo femenino y el vínculo entre la protagonista y su bebé. ¿Qué opinas de este debate y cómo se vive en tu país, Suecia, famoso por ser uno de los más igualitarios del mundo?
Cuando era más joven veía las diferentes teorías sobre crianza y psicología como una amenaza para mi postura feminista, y ahora soy un poco más madura, y creo que hablo también metafóricamente porque ya no se trata solo de mí, sino también del debate que hay en Suecia. Creo que todos estamos madurando un poco y pudiendo ver estas investigaciones científicas, por ejemplo, desde los diferentes puntos de vista ideológicos, y ser capaces de aplicarlas. Creo que no debemos sentirnos intimidados por teorías como la teoría del apego, sino usarlas y aplicarlas, aplicar nuestras opiniones feministas sobre ellas.
¿Cómo lo haces? ¿Cuál es tu conclusión?
Por ejemplo, los hombres también necesitan vincularse con los niños, por supuesto, no se trata de que solo las mujeres sean madres, los hombres también tienen que ser padres. En Suecia, una revista para niños hizo recientemente esta encuesta en la que les preguntó en quién confiaban cuándo tenían problemas o se sentían mal y todos respondieron primero que en su madre y luego vino no sé, tal vez un amigo y luego quizás un maestro o un amigo de la familia, y el padre estaba en el quinto lugar y esto fue un shock para mucha gente, porque tenemos esta idea sobre el género y la igualdad en la crianza de los hijos y esto nos mostró que todavía hay un largo camino por recorrer y que los hombres necesitan verse a sí mismos como padres también.
Esto es sorprendente, dado que es uno de los países donde la baja de paternidad es más larga.
Aquí la baja es muy larga y creo que hay un par de meses reservados para uno de los progenitores. Los meses se pueden dividir como se quiera, excepto dos meses diseñados para forzar al hombre a tomar el permiso parental. Y esto tiene que ver mucho con la clase, lo que haces en la vida, porque las mujeres que aman sus carreras están más dispuestas a dar el permiso a los padres, pero las que tienen trabajos arduos desean quedarse en casa tanto como puedan, así que este es también un tema importante.
La protagonista de tu libro está en un hoyo muy profundo y al final parece que se salva por la ayuda de una amiga. Hoy en día la idea del hermanamiento entre las mujeres para luchar por la igualdad está muy asentada. ¿Crees que es distinta la amistad entre dos mujeres que entre una mujer y un hombre? ¿Crees que los hombres también deberían ser incorporados a este movimiento?
Los hombres deberían ser incorporados a eso, absolutamente, y la idea de la hermandad entre mujeres también ha sido un tema para mí que de alguna manera me resultó confuso, porque crecí con la idea de hermandad de la década de los 70 y 1968 y creo que el problema con esa idea era que de alguna manera me comunicaba que las mujeres eran mejores que los hombres, que las mujeres eran buenas personas, que las mujeres tenían esta posición exclusiva siendo mejores de alguna manera.
Por un lado, creo en eso porque crecí en un mundo con lo que llamarías mujeres fuertes, pero por otro lado, siempre querría que el género fuera una categoría que se pueda expandir, por lo que este ha sido un gran problema en mi mente, en el sentido de que el feminismo se vuelve esencialista y sexista, incluso, a veces, cuando le da a las mujeres esta posición exclusiva y tal vez también dice que las mujeres no pueden realmente hacer frente a todo, que las mujeres necesitan algún tipo de tratamiento especial.
Pero esto también me encantó escribir sobre esta amistad entre estas mujeres porque esta es la realidad que yo me encontré, en que las mujeres están las unas para las otras. Aunque tal vez no lo hubiera construido de esa manera, simplemente se dio naturalmente y había algo en esta amistad y vínculo entre ellas que me importó mucho y que yo buscaba.
También están en un contexto muy particular. Este libro en realidad es una secuela independiente de otra novela que escribí que se llama “The girlfriend” [“La novia”, que no está traducida al español]. Ellas viven en un mundo donde los roles de género todavía están vigentes, en este ambiente criminal, Karin es una chica de clase media proveniente de un hogar muy educado donde su madre también era feminista y creo que ella anhelaba los estereotipos de género y quizás una forma de vida estereotipada, y fue lo que buscó, y así es cómo terminó en este mundo, porque en el mundo del crimen organizado y los pandilleros y pandillas hay una feminidad que no tenía en su propio ambiente de clase media, pero allí podía encontrarlo y ser esta mujer puesta en un pedestal, siendo bella y teniendo su cuerpo como su capital de alguna manera, de la misma manera que los hombres en este entorno tienen el capital físico de la violencia, las mujeres tienen el capital físico de sus cuerpos y su belleza, y el capital del sexo.
Así que creo que todos estos temas tabúes entraron en juego en esta novela sobre ser mujer con M mayúscula y una relación con un hombre que la veía como una mujer, y también ser capaz de ser débil como mujer y como ser humano. Para mí este libro es mucho sobre la debilidad y el dolor. Debido a que la sociedad sueca se basa en la ingeniería social y en la idea de la independencia, no solo para las mujeres sino también para las personas en general, es una sociedad en la que se supone que todos pueden cuidarse a sí mismos sin necesidad de la familia o los padres, y en general en este sentido es muy diferente a otros países donde hay redes familiares muy fuertes.
Tenemos una red social muy fuerte en ese sentido, el Estado cuida de ti, y ahora esto ha cambiado un poco, pero todavía es algo que influye mucho en nosotros como seres humanos, la idea de la independencia y tal vez hasta el punto de que no vemos que todos dependemos los unos de los otros, y para mí la maternidad también fue una gran metáfora de esto y es algo que me hizo anhelar escribir sobre esta mujer que estaba en una situación muy difícil y que necesita salir y pedir ayuda.
Has explicado que te convertiste en escritora porque no querías “necesitar a nadie más”. Para nuestros lectores que pertenecen a culturas bastante lejanas a la nórdica, no necesitar a nadie puede sonarles como algo bastante deprimente. La soledad no es algo muy apreciado en muchos lugares. De hecho, en tu libro el frío, la nieve omnipresente y el silencio son bastante agobiantes y agudizan esa sensación de soledad en la que está Karin, que solo tienen a su hija. ¿Qué opinas?
Eso es cierto para todos y también es una imagen de este conflicto entre la forma en que ideológicamente queremos que funcionen nuestras sociedades y cómo en Suecia, y tal vez en los otros países nórdicos, cómo hemos dejado de lado las necesidades humanas y cómo solo tenemos este arte de la ingeniería social. Y creo que esto también es algo que quizás haya existido, ha habido esta sinergia entre esta idea y el feminismo, de modo que la independencia se convierte en un problema para nosotros.
Para que una persona sea feliz necesita a otras personas y creo que tal vez esto se haya perdido en algún punto en nuestra sociedad. Para mí, habiendo sido criada por una madre feminista y una familia socialdemócrata, estoy en un extremo, yo tenía esta idea de ser escritora, poder crear mi propio universo y no necesitar pedirle nada a nadie, solo crear mi propio mundo, era algo que me atraía mucho. Y ahora, siendo mayor, soy todo lo contrario, tratando de descubrir lo que significa estar rodeada de otras personas y aprender de ellas y buscarlas.
Personalmente, recientemente me di cuenta de que la gran parte de los libros que había leído han sido escritos por hombres y empecé a leer solo novelas escritas por mujeres. Y me di cuenta de que, en general, me es bastante más fácil conectar con su sensibilidad y con las historias que cuentan las mujeres, y al mismo tiempo valorar enormemente su valor literario y artístico. Sentí que nadie nunca me hubiera animado antes a leer más literatura escrita por mujeres. ¿Tú has leído siempre a mujeres?
Fue muy natural para mí, en el sentido de que comencé a leer los libros de mi madre. Yo era hija única y mi madre trabajaba mucho. Ella tenía todas estas autoras y empecé a descubrirlas a través de las fotos en las tapas. Todas parecían muy interesante y hermosas, eran mujeres realmente llamativas y a mí me fascinaban, incluso antes de poder leer sus libros. Y luego, al aprender a leer, comencé instantáneamente con ellas. Tenía la idea de que los autores eran los hombres, porque tenía esta idea del escritor genio y, en mi cabeza, el genio solo podía ser un nombre. Pero esto no se correspondía con los libros que tenía mi madre porque generalmente habían sido escritos por mujeres. Así que empecé a leerlos y muchos trataban el tema del sexo.
Pero me costó mucho conectar esta idea del escritor genio, así que pensé que había internalizado algún tipo de pensamiento de que estos libros escritos por mujeres no eran lo suficientemente buenos, por decirlo de algún modo, y me tomó un tiempo. Algo que fue muy importante para mí fue leer a Marguerite Duras, porque sus libros eran tan poéticos y profundamente artísticos, de una manera que realmente me inspiró. Comencé a darme cuenta de que no había nada malo en esta tradición de escritura femenina que había estado leyendo de niña.
Entonces, cuando estaba en la escuela, nos dedicábamos casi exclusivamente a leer clásicos de hombres, así que existía la dualidad de que había una buena y mala forma de escribir y que la mala forma de escribir siempre era la de las mujeres que escriben sobre el cuerpo, el sexo, todas estas cosas, y también la idea de que las mujeres escriben sobre sus propias vidas y los hombres sobre todo lo que es importante para el ser humano. Hoy leo a muchas escritoras.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa 2018, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad peruana entre el 8 y el 11 de noviembre.