Rachael Knappier dice que gritaba de dolor.
Sus labios quedaron tan hinchados que tocaban su nariz.
Rachael Knappier, de 29 años, dice que “quedó traumatizada” luego de que una esteticista le rellenara los labios en una “fiesta de bótox” en casa de una amiga, en Reino Unido.
Esa noche, luego de que le inyectaran bótox, la sustancia que se utiliza para disimular las arrugas y aumentar el tamaño de los labios, Knappier comenzó a sentirse mal.
“Gritaba de dolor”, recuerda.
Más tarde dejó de sentir sus labios. “Los tenía de un tamaño que nunca había visto”, dice Knappier.
En ese momento llamó a la esteticista que le había aplicado el tratamiento.
“Me dijo que me pusiera hielo y que me tomara un antihistamínico, pero mis labios seguían creciendo”, dice.
“Luego me comenzó a gritar: ‘¡vete a urgencias!’“.
Knappier fue deprisa al hospital, pero ahí le dijeron que no disolverían el relleno de sus labios, sino que solo revisarían que no estuviera en peligro inmediato.
Según su relato, Knappier estuvo vomitando y temblando, y no salió de su casa durante siete días.
Finalmente fue a una clínica donde le disolvieron el bótox y 72 horas después sus labios volvieron a su tamaño normal.
La doctora Natalie Boyd, del centro médico que la atendió, cree que Knappier sufrió una oclusión vascular.
Según Boyd, esto pudo haber ocurrido porque el bótox se inyectó “en o alrededor de una arteria o una vena, lo que causa un ciclo vicioso de hinchazón y compresión”.
“Me dejó traumatizada, no le deseo esto ni a mi peor enemigo“, dice.
Desde entonces, Knappier inició una campaña para que este tipo de tratamientos solo puedan ser realizados por médicos, enfermeros o dentistas.