Una de las obras de "Chocollo": la bandera "travestida" de Arequipa.
“Reconocerme como marica es una desobediencia, es no reconocerme como hombre”, dice el artista peruano Jesús Álvarez (1984), que hace algún tiempo cambió su nombre por el de Choqollo, término aymara para nombrar a los gays en Arequipa.
De esa forma rechaza el proyecto de vida que le tenía preparado su sociedad: convertirse en esposo de una mujer, tener hijos, ser productivo y protector.
Romper el molde ha sido una lucha cuerpo a cuerpo con la represión, con la iglesia y con el miedo. Para liberar la cabeza ha usado el feminismo; para el cuerpo, el arte y la performance.
Formado en artes plásticas en la Universidad de Rennes, en Francia, una de sus primeras acciones al volver a Perú fue travestirse un 14 de febrero y celebrar el amor romántico en el rol de la novia. A partir de ese momento no ha dejado de hacer ruido y de mostrar distintas posibilidades de vivir.
En sus obras o Portafollo, refleja subculturas, como los Furry (animales antropomórficos que viven como humanos) y también reivindica prácticas como el Bondage o el sadomasoquismo.
Sus controvertidos trabajos provocaron el cierre anticipado de la muestra OUTSIDE 5 que se presentaba a fines de 2016 en una galería de Arequipa.
Jesús “Choqollo” Álvarez, dialogará sobre lo que significa ser gay hoy con los asistentes de Hay Arequipa.
¿Por qué censuraron tus obras?
Era una muestra colectiva. Al curador, Milko Torres, le interesaba el arte homosexual en Arequipa y yo presenté una bandera travestida de la ciudad. La original promueve al conquistador, son dos tigres debajo del volcán Misti erupcionando, muy monárquica, colonial.
Lo que hice fue usar un vestido de quinceañera como tela y feminizar el escudo, puse a los leones fornicando y la erupción del Misti como si fuera una eyaculación. Sexualicé y homosexualicé la bandera travistiéndola. Fue arte objeto, porque era una bandera real. Pero la censura fue más por un video en el que yo simulé estar teniendo sexo con la torre de la catedral.
En el video estás en un punto alto de la ciudad, se ve la torre de fondo y simulas una felación. ¿Cómo nace esa obra?
Se relaciona con el inicio de mi sexualidad, porque mi primera experiencia fue una felación y yo tenía mucho miedo. Para mí el sexo gay era sexo con sida, estaba muy vinculado.
Sentí que estaba infectado, me fui al baño, me lavé la boca, pensé que me iba a morir. Entonces me daba vergüenza comprar un condón en la farmacia, mi vida estaba condicionada por la moral católica. Quise hablar de lo que yo había vivido.
¿Qué significaba hacer este video para ti?
Oswaldo Reynoso, uno de los pocos artistas arequipeños que se enuncian como maricones, se denomina marica rojo, marica comunista, dice que toda obra de arte es un ajuste de cuentas. Quise mostrar la represión hacia los homosexuales por el catolicismo, cogiendo algo icónico del imperialismo colonial. Un ajuste de cuentas.
Antes habías hecho otro de tipo de performances transgresoras y de protesta como Sodocracia, ¿por qué ese nombre?
Viene de sodomita, que eran los gays en la colonia peruana. A fin de año, los aymaras tienen la tradición de bendecir el cuerpo con un ritual con flores. Yo me apropié de ese ritual para bendecir mi ano, porque está prohibido el uso del ano como un espacio de placer en el hombre y creo que es lo que más molesta.
Después recorrí el centro, iba en cuatro pies, como un animal sometido por una especie de Ku Klux Klan o de fascista clerical. Y en cada iglesia leía un pasaje de la Biblia, lo arrancaba con la boca y lo escupía. Estaba semidesnudo, solo cubierto con imágenes impresas de las torres de las catedrales, que parecen penes, como si fueran una venda alrededor de mi cuerpo.
¿Qué viste en la gente que lo presenció?
Vi mucha incertidumbre ante algo que escapaba de su normalidad y en un momento me cerraron la puerta de la catedral, el bastión de la iglesia y me gustó que se viera esa confrontación.
¿Por qué decides bautizarte como Choqollo?
La Arequipa tradicional llama así a los homosexuales. Viene del aymara y significa perro pequeño y bullicioso y ahí ves cómo se deshumanizan los cuerpos que no se adaptan al orden. Me pareció bien interesante cogerme de esa palabra para explicar la violencia hacia una orientación sexual distinta, pero también hacia la cultura mestiza, la cultura indígena.
¿Se usa en la calle, cotidianamente?
En la generación de mis papas, en la mía ya no. Está en la poesía Loncca, de los campesinos mestizos, donde se nombra choqollo como homosexual. También en la novela de Osvaldo Reynoso que describe al choqollo como un gay privilegiado, porque es más de la ciudad que del campo.
¿Existe una palabra equivalente para nombrar a las lesbianas?
Ahora que estoy aprendiendo quechua, he estado preguntando por esos términos y es Warmi chinaku, pero no se usa, está silenciado, como la sexualidad, es un tema tabú todavía.
Estás haciendo un curso de feminismo descolonial y pensamiento andino. Explícanos…
Dentro del pensamiento andino, la androginia no estaba criminalizada como ahora. En el libro “Descolonizar al sodomita” hay una revisión histórica de las personas trans, gay o lésbicas en las culturas pre-coloniales y cuenta que existía un tercer espacio, que cumplía un rol de mediador entre lo masculino y lo femenino, entre la vida y la muerte, las dualidades del pensamiento occidental. Me pareció excelente esta definición del género que viene de saberes ancestrales.
Dices que nos colonizaron la tierra, pero también el cuerpo, ¿Cómo lo hicieron?
Cuando recién me inicié yendo a locales gay, yo trataba de vestirme muy masculino, no quería pasar por la feminidad, por miedo a la violencia dentro de la propia comunidad, porque los gays somos misóginos. Tienes que calzar con cierto tipo de ropa, de peinado.
¿Todos los gays son misóginos?
No todos, en mi caso yo he sido muy machista y misógino. Cuando era adolescente era andrógino y no me gustaba. Hago deporte y pesas, para calzar dentro la masculinidad. Y lo veo a mi alrededor, en las redes sociales se lee: busco chicos masculinos, discretos, varoniles, ahí se evidencia el ideal del hombre.
Cuando empecé a hacer performancey a jugar con mi cuerpo, fue liberador, el usar un arete o una minifalda. Pero siempre está el miedo a no gustar al otro, ¿no? Hay una tensión entre mi libertad y lo que acepta la sociedad.
¿Cuándo empezó esta liberación tuya?
Hay un término de Norma Mongrovejo, una lesbiana feminista arequipeña, ella se autodenomina sexiliada, exiliada por la sexualidad, yo también. Cuando viajé a estudiar a Francia hace 10 años, encontré un lugar más acogedor. Yo era bastante introvertido, me costaba socializar, todavía no me reconocía como gay.
Allá vi por primera vez a dos chicos de la mano en la calle, al inicio me chocó, pero eso va abriendo la mente. Te permite ir perdiendo el miedo que ha sido internalizado por mucho tiempo, desde el colegio. En mi familia nunca escuché un insulto con respecto a lo gay, pero no se hablaba y si no lo dices, no existe, o no se habla porque es malo.
¿Y cómo lo viviste con tu familia?
Fue después de mi primera experiencia sexual de la felación. Le dije a mi mamá que quería ver a un psicólogo, porque estaba traumado. Al psicólogo le conté en una carta, no era capaz de verbalizarlo. Fue desagradable y de mucha ignorancia, porque nunca me dijo que por esa vía era difícil infectarse y que ser gay no estaba mal, que era una orientación más.
A mi mamá se lo conté cuando empecé a salir con un chico. Fue bonito, me abrazó, me dio su apoyo emocional, a partir de ese momento me sentí mucho más cómodo conmigo.
Con mi papá fue en un debate de algo relacionado con las trabajadoras sexuales, las putas, que tienen el mismo estigma que cargamos los maricones. En ese momento le planteé que podría ser un hombre el que me gustaba. Luego, poco a poco, fuimos reeducándonos. Ahora ellos participan en la marcha del orgullo.
¿Cuál es el estigma de los maricas y las putas?
Ellas tienen un oficio no convencional y no calza dentro del prototipo de mujer colonial que vendría a ser la Virgen María. Yo sentía mucha conexión ahí. Cargan el mismo estigma que yo, no tendrían por qué ser cuestionadas por hacer con su cuerpo lo que quieren.
¿Qué rol estás cumpliendo como artista en Arequipa?
Me siento como un gestor cultural o una especie de promotor de la diversidad sexual, muy interesado en conocer más sobre mi cultura. Soy una de las pocas voces visibles, porque hay mucho miedo y sometimiento. Y hablar desde la rabia me parece necesario.
En el campo de las artes debe permitirse la violencia simbólica, incluso se usa el terrorismo simbólico, porque cuando alguien es tan reprimido, es una respuesta válida. La violencia en el arte debe estar permitida, como un medio de liberación.
¿Han aparecido más ‘choqollos‘ en Arequipa?
Sería lindo. Hay un chico que está haciendo drag, apostando por su libertad, pero aún hay mucha vergüenza. En sitios como Grinder, donde conoces otros chicos, muy pocos ponen su rostro, todavía es algo clandestino, oculto. En Arequipa solo conozco una pareja gay visible, son artistas.
¿Eres un perro pequeño y bullicioso, choqollo? ¿Te calza?
Sí, yo soy una perra.