Este colombiano conocido como "Chupeta" aceptó declarar en contra del Chapo con el objetivo de conseguir una reducción de condena.
Al colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “Chupeta”, le bastó su primer envío de cocaína a Joaquín “El Chapo” Guzmán para conocer las destrezas del mexicano como narco.
En pocos días, dijo Chupeta este jueves como testigo cooperante de la fiscalía en el juicio contra Guzmán en Nueva York, la droga que le entregó en México llegó a su destino final en Los Ángeles, Estados Unidos.
“Fue súper rápido”, sostuvo.
En otras circunstancias, esto podría enorgullecer a un narco.
Pero ante un jurado, los elogios de Chupeta parecen comprometer aún más a Guzmán, que arriesga cadena perpetua acusado de enviar más de 150 toneladas de cocaína a Estados Unidos.
De hecho, se trató de un testimonio frío y diferente a todos los que se han oído en la corte federal desde que comenzó el juicio este mes.
Por la sala de audiencia de Brooklyn han pasado desde exsocios del Chapo hasta agentes estadounidenses, así como expertos en drogas o lavado de dinero.
Pero Chupeta, con 55 años y un rostro desfigurado por las cirugías plásticas, se presentó nada menos que como alguien que abastecía de drogas a Guzmán: el narco de un narco célebre.
Ramírez Abadía fue líder del cartel colombiano del Norte del Valle hasta su detención en São Paulo, Brasil, en agosto de 2007 para ser extraditado a EE.UU.
Entre 1989 y su arresto, esa organización exportó unos 400.000 kilos de cocaína a EE.UU., buena parte de ellos a través del cartel de Sinaloa de Guzmán, dijo Chupeta este jueves.
También admitió sin inmutarse que en ese lapso murieron por orden suya “aproximadamente 150 personas”, incluida una que él mismo asesinó en 2004 con “tiros en la cabeza y la cara”.
No precisó de quién se trataba y la fiscal que le interrogaba evitó preguntarle, aunque quizá el tema vuelva a plantearse cuando continúe testificando la semana próxima.
Para eludir la cárcel, Chupeta dijo que pagó sobornos a autoridades de su país, intentó borrar sus antecedentes penales y se sometió a tres o cuatro cirugías plásticas.
“Hice cambios en mi cara”, detalló. “Cambié la mandíbula, los pómulos, los ojos, las orejas y la nariz”.
Pero nada de eso fue suficiente: su arresto en Brasil fue ordenado en base a tecnología de reconocimiento de voz.
Ahora aguarda una sentencia de entre 25 y 30 años en EE.UU., tras haberse declarado culpable de liderar una organización dedicada al tráfico de cocaína y haber tenido más de US$1.000 millones en activos confiscados.
Hizo su acuerdo de colaboración con la fiscalía con la esperanza de recibir la menor de esas penas.
En la corte llamó la atención por sus prominentes pómulos y mandíbula cuadrada. Testificó con guantes y chaqueta, sentado a pocos metros del Chapo, que lo miraba fijamente a pocos metros.
La defensa del Chapo, por su parte, cuestiona la credibilidad de testigos cooperantes como Chupeta, por considerarlos “excriminales que acusan a otros para buscar un beneficio propio”.
Chupeta, quien fue mencionado por testigos previos en el juicio como un abastecedor clave del cartel de Sinaloa, dijo haberse reunido una decena de veces con Guzmán entre comienzos de 1990 y su arresto en 2007 para hacer negocios ilícitos.
El primer encuentro ocurrió en un hotel de Ciudad de México, ambos acompañados de sus lugartenientes.
El objetivo era decidir cómo enviar la cocaína desde Colombia a EE.UU. vía México. Y, según el relato de Chupeta, su nuevo socio mostró de entrada una ambición especial.
“Me dijo si yo le podía enviar lo más que pudiera”, relató el testigo. “El Chapo me pidió que le mandara cocaína 100% pura, de óptima calidad”.
Hablaron de las pistas de aterrizaje clandestinas, de su ubicación, de enviar un piloto para conocerlas, así como las horas de llegada de los aviones desde Colombia y cuántos kilos podían transportar, recordó.
Las pistas estaban en cuatro estados mexicanos: Sinaloa, Durango, Nayarit y Sonora. Y los aviones cargaban entre 600 y 1.300 kilos de cocaína.
Chupeta señaló que, a cambio de sus servicios, Guzmán pidió quedarse con un 40% de la cocaína que entregara en EE.UU., más que el 37% que le cobraban otros traficantes mexicanos al colombiano.
El colombiano recordó la respuesta de Guzmán cuando le preguntó los motivos de su mayor tajada.
“Me dijo: ‘soy mucho más rápido, pruébame, te vas a dar cuenta, y tu cocaína, tus aviones, tus pilotos van a estar seguros porque mis arreglos (con las autoridades) son muy buenos'”, indicó Chupeta al jurado.
Su primera entrega al Chapo, agregó, fueron unos 4.000 kilos de cocaína en cinco aviones que llegaron a una pista de Los Mochis, Sinaloa, en plena madrugada.
Chupeta indicó que ese envío ya sirvió para confirmar cómo trabajaba Guzmán, quien más adelante se ganaría otro apodo: “El rápido”.
Sus pilotos le dijeron que la pista estaba bien iluminada, que los mexicanos fueron veloces para descargar la coca de los aviones y cargarlos con gasolina para que regresaran a Colombia.
Hasta había policías federales, indicó, que no estaban allí para hacer cumplir la ley sino para proteger la operación e incluso colaborar con el transporte de la mercancía.
La droga fue puesta en camionetas, cruzó la frontera de EE.UU. y llegó a Los Ángeles en un tiempo récord para Chupeta.
“Menos de una semana”, dijo el testigo. “Fue la primera vez que los traficantes mexicanos me entregaban la cocaína tan rápido”.