Tres misteriosas muertes y docenas de ataques violentos contra "camionas", como se les llama desde hace algunos años en Chile a las mujeres homosexuales de apariencia deliberadamente masculina, han puesto en alerta roja a ese colectivo en la Quinta Región del país.
La familia de Nicole Saavedra Bahamondes sabía que a ella no le gustaba madrugar.
La joven de 23 años nunca salía temprano de su habitación, especialmente los fines de semana, y sabía que su madre no se atrevería a molestarla si estaba en la cama, donde aún mantenía los peluches de su infancia.
Los sábados, sobre las 11 de la mañana, Nicole solía dejar el cuarto y caminar lentamente hacia la cocina para servirse un café. Ahí charlaba un poco con su madre, Olga Bahamondes, pero respondía con monosílabos a las preguntas sobre lo que había hecho la noche anterior.
Después, sobre las 11:30, hablaba por WhatsApp con su prima, María Bahamondes, quien vivía con su esposo y sus dos hijas a apenas cinco minutos.
“Valparaíso es una región extraña. Cuando hablas con las camionas y las mujeres transexuales, todas saben sobre Valparaíso. Saben de los ataques”, remarca Sebastián Ayala, un director de cine que está produciendo un documental sobre el tema.
Uno de los ataques más recientes ocurrió el pasado 17 de marzo en un parque de la ciudad cuando un grupo de jóvenes golpearon a una camiona con cadenas. La dejaron tirada en el piso, cubierta de sangre y temblando.
Mientras la agredían físicamente, la insultaban por ser lesbiana.
“Claro que hay algo de paranoia por esos ataques, pero la comunidad LGBT lleva décadas siendo atacada aquí”, subraya Ayala.
“Desde lo que ocurrió en Divine, probablemente”, matiza.
La discoteca Divine era el centro de la comunidad LGTB en Valparaíso en los primeros años de los 90.
El 4 de septiembre de 1993 abrió sus puertas, después de unos meses de remodelación, a un grupo de 60 personas que lo esperaba ansioso.
Había alfombras nuevas en el piso, las paredes estaban recién pintadas y tenía redes de pesca colgadas del techo, en un guiño a la ciudad costera y a los marineros, que se habían convertido en un símbolo de la cultura gay de los años 90.
Ese día, Chile había vencido por penales a Polonia en el Mundial Sub-17 de Fútbol y había euforia entre las lesbianas,dragqueens y gays, quienes bailaban al son de la música pop en el local.
Sin embargo, todo se enturbió pocas horas después, cuando 16 personas resultaron muertas tras un incendio tan voraz que los cuerpos solo pudieron ser identificados por la dentadura.
La policía dijo que fue un daño en el cableado del establecimiento lo que causó el fuego, pero muchos de los sobrevivientes denunciaron que algo más había pasado esa noche.
Divine llevaba abierto un par de años y nunca había gozado de mucha simpatía en el barrio.
La discoteca y el personal que trabajaba allí llevaban meses recibiendo amenazas.
Las mujeres que frecuentaban el local se sentían acosadas, especialmente por los insultos que tenían que aguantar al entrar o salir.
Un grupo de sobrevivientes del incendio creó un colectivo llamado Acción Gay, que pidió otra investigación sobre lo sucedido. Hoy sigue en vigor.
“Se convirtió en una paranoia que marcó a toda una generación, en una gran interrogante”, dice Sebastian Ayala.
No está claro si Nicole sabía sobre el incendio en Divine, pero sí conocía el asesinato de María Pía Castro.
De hecho, tenían varias cosas en común. Ambas eran mujeres jóvenes de la Quinta Región. Ambas habían sido educadas por una madre soltera. Ambas eran camionas.
La muerte en 2008 de esta chica de 19 años del pequeño municipio de Olmue fue una señal de alerta para las lesbianas en Chile.
La joven, que se dedicaba al fútbol, recibía malos tratos constantes por otros chicos de su edad. La golpeaban y le gritaban. Aún así ella no dejaba de vestirse como le gustaba o de decirle a sus amigos que era lesbiana.
“Contarle a tus amigos tu vida privada en una pequeña comunidad tiene sus consecuencias. Además de que nunca es una conversación privada”, explica Vergara.
En febrero de 2008, la encontraron muerta. Su cuerpo fue quemado de una forma tan violenta que solo se pudo identificar por un examen de ADN. Un análisis post mortem mostró que había recibido fuertes golpes en la cabeza.
El caso se cerró en 2017sin personas condenadas.
Su cuerpo fue arrojado a una ladera a unos pocos kilómetros del lugar en el que ocho años después se encontraría el cuerpo de Nicole.
Primero María Pía. Después Nicole.En ninguno de los casos identificaron al asesino.
Todo esto ha causado una seria conmoción entre las lesbianas y las feministas de la zona, quienes denuncian no sentirse en absoluto seguras.
El panorama empeoraría un año después del asesinato de Nicole —el 7 de marzo de 2017—, cuando se encontró el cuerpo de otra joven camionaen la Quinta Región.
Este tipo de noticias aterrorizan más a las mujeres, pues de alguna manera confirma que, en efecto, esa zona de Chile es muy peligrosa para las jóvenes lesbianas.
Ahora, este crimen fue diferente.
El cuerpo sin vida de Susana Sanhuenza, de 23 años, fue hallado dentro de una bolsa dentro del archivo municipal de San Felipe, donde trabajaba para una organización de defensa de animales.
Cuando la encontraron llevaba muerta una semana.
Los mensajes de WhatsApp, leídos durante el juicio, revelaron que la muchacha se había reunido con Cristian Muñoz, un compañero del grupo para el que trabajaba.
Muñoz confesó que Susana sufrió una convulsión y que había puesto su cuerpo en una bolsa de basura porque creía que estaba muerta. Siempre negó que la hubiera matado y su familia confirmó que está recibiendo tratamiento psiquiátrico en un hospital mientras espera su veredicto.
La familia de Susana cree que Muñoz la mató porque estaba enamorada de ella, pero como era lesbiana, no podían tener una relación.
Algunos argumentan que la muerte de Susana no es un crimen homofóbico. Pero Vergara no está de acuerdo.
“Nosotras, la comunidad de lesbianas en la región, contamos la muerte de Susana como lesbofobia“, dice.
“Si fue un asesinato o si Susana sufrió una convulsión, Cristian estaba persiguiendo a una mujer que le había dicho varias veces que no quería estar con él. Su incapacidad de ver que ella era lesbiana y después, no alertar a la policía de lo que había pasado, habla de odio a las mujeres gay. Eso es misoginia y homofobia combinada. Es lesbofobia“, argumenta.
Desde la muerte de Susana, se han creado innumerables grupos de WhatsApp de lesbianas en los que intentan protegerse de las amenazas.
Las administradoras de tres de esos grupos le dijeron a la BBC que en una semana había habido entre tres y cuatro alertas.
“Nosotros llamamos “zona roja“ a la Quinta Región en Chile por María, Nicole y Susana. Hay un montón de ataques todos los días. No tan brutales o fatales como esos, pero sí suficientes para que muchas de ellas —especialmente las camionas— acaben en un hospital”, señala Vergara.
“Como lesbianas siempre estamos en alerta roja en este poblado (Quillota). Noche y día, 24 horas al día, los 365 días del año. Nos sentimos amenazadas. Y apenas ponemos un pie fuera de nuestra casa estamos en peligro”, añade.
Cuando lesbianas de otras regiones del país las visitan, especialmente aquellas que vienen de Santiago (la capital), sienten su terror, asegura Vergara.
“Así es como se vive aquí”.
Pero en febrero de este año, un violento ataque a una camiona en Santiago mostró que la violencia causada por la lesbofobia podía llegar también a la capital del país.
Era San Valentín. Carolina Torres, su novia Estefanía Opazo y otra amiga estaban de regreso a la casa tras disfrutar de un partido de fútbol.
El equipo favorito de Carolina, la Universidad de Chile —conocida como La U— había empatado 0-0 con el Melgar de Perú en la tercera fase de la Copa Libertadores. Había sido un partido para olvidar.
Mientras llegaban a casa, Carolina no quiso agarrar a su novia de la mano para no ofender a nadie.
De repente, Torres sintió un golpe seco detrás de la cabeza.
Cayó inconsciente en el piso y estuvo en coma una semana.
El golpe le fracturó el cráneo, rompió la nariz y le produjo una hemorragia interna. También su audición se ha visto afectada.
Dos hombres perpetraron la agresión. Uno de ellos usó un pedazo de madera para pegar a Carolina varias veces en la cabeza.
Y solo se detuvo cuando Estefanía se lanzó encima del cuerpo de su novia, a modo de escudo.
La madre de Torres, Mariela, dice que lo sucedido tiene una razón de ser.
A diferencia de Torres, que se identifica como camiona y se viste acorde a ello, Opazo no. Ella adopta la identidad femenina lesbiana.
Los atacantes apuntaron a Torres y no a Opazo, anota Mariela, porque ella representa una cara “inaceptable” de lo que significa ser mujer. Para ella, estuvo en el punto de mira por su apariencia de camiona, no por su orientación sexual.
“Quiero que quede claro que la querían matar. No hay otra manera de mirar esto. El hecho de que ella esté viva es un milagro”, anota Mariela.
Torres conoce a uno de los sospechosos del ataque.
“Antes de golpearme ya me había amenazado. Me dijo “te voy a matar”. Amenazó con dispararme”.
“Me dijo lesbiana, me insultó. Y me preguntó, ‘¿Por qué te vistes como un tipo?'”, relata.
Poco después de la entrevista de Torres con la BBC, los hermanos Miguel y Reinaldo Cortés Arancibia fueron arrestados acusados de intento de asesinato.
Miembros de colectivos de lesbianas en Santiago le dijeron a la BBC que el arresto fue algo inesperado porque incluso aunque tuvieran videos del ataque y Carolina conocía a uno de ellos, generalmente este tipo de acciones violentas se quedan impunes.
Torres tiene que tomar 10 tipos de medicamentos cada día por las lesiones que le ha dejado el ataque. Le cambió la vida, asegura.
Tiene pesadillas y se siente incapaz de salir de la casa en la que vive con sus padres.
“Me gustaba salir a pasear. Me gusta hacer deporte. Y ahora no puedo hacer nada”, cuenta apenada.
“Tengo que estar encerrada todo el día aquí en mi casa. Y no me gusta porque hablo de manera diferente ahora”. Las heridas le dificultan el habla.
El ataque a Torres, en una calle transitada de la capital de Chile, fue el primero reportado en la capital desde el asesinato en 1984 de Mónica Briones.
Pero al igual que en la Quinta Región, los grupos feministas dicen que se producen otros ataques menos serios contra las camionas sin que acaparen la atención del público.
La madre de Torres dice que su caso es la punta de un iceberg.
“Si la gente no presta atención a esto y no hace algo al respecto, va a ir a peor”, se lamenta.
Un dibujo de Nicole Saavedra cuelga en la pared de la asociación Lesbianas Rompiendo el Silencio. Está pintado sobre un fondo violeta, el color universal de la solidaridad lesbiana.
Erika Montecinos mira otro cartel que tiene en la pared. Es de los tiempos más felices, la primera marcha lésbica en el Orgullo Gay de Santiago de 2001.
Santiago es abiertamente gay. Es más notable en el barrio Bellavista, donde los clubes nocturnos y bares tienen en sus ventanas las clásicas banderas arco iris y las parejas del mismo sexo caminan de la mano.
Los amigos de Nicole Saavedra dicen que ella la pasaba bien en la noche cuando visitaba la capital. Pero fuera de este barrio, el ambiente es muy diferente, dice Erika.
Ella dirige su organización en un lugar escondido y donde las ventanas tienen barrotes. Un gran árbol que hay en el jardín impide que los transeúntes vean la bandera arco iris que hay en el interior.
La ironía de una organización con un nombre tan desafiante que tiene que esconderse del público no le pasa desapercibido a su directora, pero otras organizaciones LGBT han sido objeto de intimidación y amenazas, asegura ella.
Si bien la Quinta Región es un foco de “violencia lesbofóbica“, dice, el problema existe en todo el país.
En una encuesta de 850 mujeres lesbianas y bisexuales realizada por Lesbianas Rompiendo el Silencio el año pasado, el 75% dijo que había sufrido acoso callejero.
Después del ataque a Carolina Torres, en el número de WhatsApp de la llamada Línea Violeta se recibieron más de 100 informes de violencia o intimidación en un mes.
Ella no los reportó a la policía, dice, porque las personas que llamaron dijeron que no valía la pena, que estaban convencidas de que no se tomarían medidas.
Bajo la ley de femicidio de Chile, a las familias de las víctimas se les asigna abogados especialistas en investigación para ayudar a reunir las pruebas de un proceso penal, pero el asesinato de una lesbiana no cuenta como tal.
“El feminicidio es el asesinato una mujer basado en el sexo y cometido por un hombre“, dice Silvana del Valle, profesora de derecho en la Academia Universitaria de Humanismo Cristiano, con sede en Santiago.
“Pero para calificar como un acto de feminicidio, el asesino debería haber mantenido relaciónconyugal en ese momento o con anterioridad con la víctima”, explica.
“Las mujeres lesbianas, por supuesto, no tienen relaciones románticas con hombres y aunque el asesinato esté motivado por una cuestión de sexo o por ser un ‘tipo de mujer lesbiana’ no cuenta (como feminicidio)”.
Del Valle argumenta que ni fiscales y ni policía reciben mucha presión para resolver estos casos, porque no hay protestas nacionales y en la mayoría de los casos, incluidos los de Nicole, María y Susana, estas mujeres provienen de familias pobres.
Esto preocupa a los familiares de Nicole Saavedra.
Su asesino, o asesinos, siguen libres.
Entre la comunidad hay silencio sobre su asesinato, cuenta su prima María Bahamondes.
Las amigas de Nicole parecen tener miedo y ya ni hablan con la familia.
Y luego está la policía.
“Siento que nos han tratado mal”, agrega María.
“A menudo sentía que se estaban riendo de nosotros. Se reunían con nosotros, pero ni siquiera sabían el nombre de Nicole. Nos entregaban los mismos informes que nos habían dado ya meses antes. Íbamos a encontrarnos con ellos y nos cancelaban la reunión. No hicieron nada”.
En una declaración a la BBC, la oficina del fiscal en la Quinta Región, que representa a la policía, rechazó la acusación de que la policía tenía una actitud pasiva ante la violencia lesbofóbica o que era responsable de ello.
“Todas las partes de la sociedad han fracasado cuando se comete un delito. Pero culpar a un solo factor, como al fiscal de la Quinta Región, socava el problema, lo simplifica y, en última instancia, evita una solución”, señala el comunicado.
“Solo cuando cada uno comprenda el papel que desempeñan en la falta de aceptación del resto de personas con diferentes orientaciones sexuales, podremos abordar la posible solución a estos delitos”.
En el comunicado se insiste en que la policía se había comprometido a investigar el asesinato de Nicole y que la oficina del Ministerio Público de Chile estaba creando un equipo para estudiar el problema de la violencia contra las personas LGBT.
“No sabía que las lesbianas lo llaman“zona roja“, pero ahora que lo mencionas, se alinea con los últimos eventos sucedidos en Valparaíso”, dice Daniel Morales, alcalde de Limache, donde se encontraron los cuerpos de María Pía Castro y Nicole Saavedra.
Y agrega que su oficina estaba trabajando con la policía para agregar más cámaras de circuito cerrado y drones a modo de prevención.
Pero eso no es un gran consuelo para María, quien ve que el asesinato de su prima sigue sin resolverse.
“Ya no puedo lidiar con eso”, dice. “Esta historia tiene que llegar a su fin. Tenemos que averiguar quién hizo esto. De lo contrario, no hay justicia. Si no encontramos a las personas que son culpables de esto, no hay justicia para Nicole”.
María Bahamondes, Karen Vergara y otras tres mujeres fueron arrestadas el sábado y recluidas durante la noche por ocupar la oficina del fiscal en Quillota y encerrarse dentro después de una manifestación por el tercer aniversario de la muerte de Nicole Saavedra.
Las tres mujeres exigían una reunión con el fiscal a cargo de la investigación, a quien acusan de no haber hecho los esfuerzos necesarios para resolver el caso.
Los medios locales citaron al fiscal general de Quillota diciendo que la investigación sobre la muerte de Nicole estaba “discurriendo de forma ordinaria”.
Tras la presión del Instituto Chileno de Derechos Humanos, las tres quedaron en libertad.