Cientos de antiguos miembros de una secta religiosa británica llamada Jesus Army (Ejército de Jesús) están exigiendo indemnizaciones por los supuestos abusos que sufrieron.
Algunos le dijeron a la BBC que los niños que pertenecían a la comuna sufrieron abusos sexuales, físicos y emocionales en una “escala prolífica” durante las décadas de 1980 y 1990.
La agrupación baptista, que recientemente anunció que dejará de funcionar, está siendo investigada por la policía de Reino Unido.
El Ejército de Jesús pidió disculpas a cualquiera “que haya sufrido daños en el pasado” e instó a las víctimas a ponerse en contacto con la policía.
Diez personas pertenecientes a la secta -que originalmente se llamaba Jesus Fellowship Church (Iglesia de la Comunidad de Jesús)- han sido condenadas por varios delitos sexuales.
Surgido en una casa parroquial de una pequeña capilla en Northamptonshire, en 1969, el Ejército de Jesús creció rápidamente en número de adeptos y poder económico.
En su apogeo, tuvo más de 2.000 miembros, cientos de los cuales vivían juntos en casas comunales en el centro de Inglaterra.
La agrupación religiosa ofrecía a las personas sin hogar o vulnerables y a las familias temerosas de Dios la promesa de una “nueva creación” a través de un modo de vida devoto y completamente dedicado a esta causa.
Los residentes de la comuna se sometían a un intenso régimen de trabajo y culto. Todos sus ingresos se destinaban a un fondo común y todo se compartía, desde la ropa interior hasta la crianza.
Los niños podían ser disciplinados por cualquier adulto, mientras que a los jóvenes y a los recién llegados se les asignaba a un “pastor” masculino para supervisar su desarrollo espiritual.
A la edad de 12 o 13 años, los niños solían ser separados de sus padres.
Los exmiembros dicen que era común que los adultos ingresaran a sus habitaciones mientras se desvestían o se bañaban.
La BBC averiguó que niños a partir de 3 años que se portaban mal podían ser desnudados desde la cintura para abajo, obligados a agacharse y sujetarse los tobillos y golpeados con una vara.
Los miembros de la comuna vivían bajo la autoridad incuestionable del creador del movimiento, Noel Stanton, un fanático que predicaba diariamente sobre los pecados de la carne y maldecía a los miembros descarriados diciendo que eran “perezosos” que irían al infierno.
El Ejército de Jesús se convirtió en un gran emprendimiento que incluía tiendas, negocios y dos grandes fincas, y generaba millones cada año.
Después de la muerte de Stanton en 2009, la iglesia entregó denuncias de delitos sexuales contra él y otros a la policía de Northamptonshire.
La BBC tiene constancia de que 43 personas que eran miembros activos de la agrupación están siendo investigados por abuso sexual y físico.
Otras denuncias también han salido a la luz. Entre ellas hay acusaciones de violaciones, acoso escolar, lavado de cerebro, trabajo forzado, esclavitud financiera y “palizas brutales” de varones jóvenes por parte de grupos de hombres.
Los investigadores pusieron en marcha una nueva investigación “integral” sobre el abuso histórico cometido dentro de la secta y sobre el posible encubrimiento de estos crímenes por parte de cinco exlíderes.
En tanto, un grupo de sobrevivientes ha expresado su preocupación sobre el tipo de compensación propuesto por la iglesia. El grupo prepara acciones legales que involucran a cientos de demandantes.
Un portavoz del Ejército de Jesús insistió en que se estaba desarrollando un plan de reparación formal “para proporcionar dinero y asesoramiento” a “aquellos que sufrieron maltrato en el pasado”.
El vocero dijo que el esquema se había establecido junto con partes interesadas para garantizar que todos fueran tratados de una manera “transparente e imparcial”.
“No recuerdo haberme sentido segura cuando era niña, creo que la gente pensaba que Dios protegería a sus hijos”, dice Rose*.
Ella es una de las presuntas víctimas que le contaron a la BBC sus experiencias creciendo dentro del Ejército de Jesús.
Rose era un bebé cuando su familia se mudó a una de las comunas de la secta en la década de 1980.
Ella dice que el régimen intenso lo convirtió en un lugar terrible para crecer, con “exorcismos ruidosos y aterradores” en cada reunión.
“Recuerdo intensamente durante mi niñez a un hombre que se manifestaba a mi lado. Gritaba, vomitaba y se sacudía en el suelo”, cuenta.
Por las tardes se realizaban fervientes sesiones de adoración, con cantos y oraciones, mientras que la mayoría de los fines de semana se dedicaban a campañas de reclutamiento en pueblos y ciudades.
Los miembros se ponían uniformes de estilo militar y manejaban autobuses de colores, como el arco iris
Rose contó que una de las principales enseñanzas era que “no hay nada bueno en ti como persona”.
“Todo en ti fue el resultado del pecado, y desarrollé un gran autoodio a causa de ese mensaje”, dice.
Rose relató que los niños eran “disciplinados” regularmente por adultos, incluyendo personas sin hogar y drogadictos recogidos en las calles.
“Había algo sobre la disciplina pública… ser golpeado frente a toda una congregación de personas, eso fue muy humillante”.
Rose dice que cuando tenía 12 años, un hombre mayor en su comuna comenzó a acosarla sexualmente “todos los fines de semana”.
Recuerda que él solía tocar su pierna debajo de la mesa durante la cena o acariciar sus senos mientras le daba dinero para comprar helado.
“En ese momento no sabía lo que estaba ocurriendo”, relata. Ella sabía que la situación era “extraña e incómoda” pero sentía que “él debía haber tenido una razón para hacerlo”.
Cuando tenía 15 años, dice que otra figura prominente en la iglesia la llevó detrás de un edificio y la obligó a realizar un acto sexual con él.
“Sabía que había ocurrido algo que estaba mal y sentí mucha vergüenza”, dice, pero agregó que “las mujeres estaban allí para servir”. “Siempre estábamos subordinadas”.
Era habitual que las mujeres fueran vistas como tentadoras que corrompían a los miembros masculinos, contaron otros exmiembros.
Entonces, cuando su abusador le contó a la iglesia lo que había sucedido, Rose dice que la culparon a ella.
Ahora espera recibir una compensación de la iglesia y está considerando ir a la policía para denunciar a sus presuntos abusadores.
Ben* nació en la comunidad en los años ochenta.
Cuando tenía 6 años, dice que se encontró solo en su comuna con un hombre que lo desnudó y agredió sexualmente.
“La mamá de mi papá solía mencionar lo feliz y sonriente que era, pero (después del abuso) no recuerdo que nadie haya dicho eso otra vez”, cuenta.
“Mis recuerdos posteriores son todos de aislamiento. Me retiré hacia dentro cuando era niño y no tuve ningún amigo en particular”.
Ben se separó de su familia y abandonó la iglesia cuando tenía 17 años.
Recientemente descubrió que sus hermanos habían sufrido experiencias similares, incluido uno de sus hermanos que, según él, fue violado durante gran parte de su vida adolescente.
“Creo que al menos cinco de nosotros fuimos abusados de una manera u otra”, afirma Ben.
“Tengo enojo con la iglesia. Tengo enojo por lo que hicieron con mi familia. Ya sea que decidieron ignorarlo o dejarlo en manos de Dios, igual son culpables por dejar que ocurra”, agrega.
“Todavía hay algunas personas hermosas en la iglesia, que tienen las mejores intenciones, pero todo ha sido eclipsado por lo que sucedió en las casas“.
Ben ha estado hablando con la policía sobre una investigación criminal contra su abusador, pero dice que hasta ahora ha habido poco progreso.
La familia de Philippa Muller se mudó de Surrey al lugar de nacimiento de la comunidad del Ejército de Jesús, New Creation Hall, en Northamptonshire, cuando ella tenía 7 años.
Su padre trabajaba en la oficina de impuestos local y entregó cada centavo de sus ganancias al bolso comunal de la iglesia.
La madre de Philippa, como la mayoría de las otras mujeres, era una “sirvienta” y pasaba su tiempo cocinando y limpiando para asegurarse de que los hombres de la casa pudieran hacer su “trabajo piadoso”.
Se alentaba a las mujeres a reclamar beneficios del Estado y dárselos a la iglesia.
“Crecí con una impresión muy negativa de lo que era ser mujer“, dice Philippa.
Se instaba a los jóvenes a retractarse de sus pecados, reales o imaginarios. Se les enseñaba sobre las manifestaciones demoníacas y estaban presentes durante los exorcismos.
Philippa se fue aislando cada vez más. “No podías simplemente ir a tomar un café con alguien o ir al cine. Todo estaba prohibido“.
“No se nos permitía socializar. No teníamos televisores. Las cosas se censuraban… cortaban partes de los diarios“, recuerda.
Una de las amigas cercanas de Philippa huyó de la iglesia después de haber sido atacada por uno de los líderes de la secta.
Philippa se convirtió en una testigo clave en el caso judicial, en el que el hombre fue condenado, pero dice que fue “perseguida” por la comunidad de la iglesia que la trató como una traidora y mentirosa.
Dejó la agrupación poco después.
Ahora que está por cerrar, se estima que el Ejército de Jesús ha acumulado activos por valor de casi US$63 millones. Pero deja un legado desgarrador y un futuro sin resolver para Philippa y sus muchas otras víctimas.
*Nombre ficticio