"Éramos 15 en el bote y yo soy el único que sobreviví", dice Mohammed Adam Oga desde la cama de un hospital en Malta.
Los migrantes pagaron a un traficante US$700 para ir de Libia a Europa bajo el sofocante calor del Mediterráneo central.
La gasolina se les acabó. Después, la comida. Y el agua. Él es el único sobreviviente de los pasajeros, dice, incluida una mujer que estaba embarazada que se embarcó en el arduo viaje por una de las extensiones de agua más mortíferas del mundo.
“Estuvimos en el mar 11 días. Comenzamos a beber agua del mar. Tras cinco días, dos personas murieron. Desde entonces, cada día, otras dos fallecían”.
Adam Oga fue rescatado en aguas maltesas este lunes después de que la Agencia Europea de Fronteras, Frontex, avistara un pequeño bote a la deriva.
Las imágenes del rescate difundidas por las Fuerzas Armadas de Malta mostraron cómo Adam Oga se desvaneció sobre el cuerpo de un hombre, antes de ser trasladado a un hospital vía aérea.
“Dios envió a los malteses a salvarme”, dijo al diario Times of Malta, conectado a un gotero en el hospital y demasiado débil para poder caminar.
El hombre de 38 años, que se describe a sí mismo como un político etíope exiliado del antiguo grupo rebelde Frente de Liberación Oromo, cuenta que decidió hacer el viaje después de ser contactado por amigos en Alemania.
Una vez en Libia, conoció a un somalí llamado Ismail y ambos gestionaron su pasaje a través de un ‘coyote’.
Salieron el 1 de agosto desde la ciudad libia de Zawia, a 45 kilómetros al oeste de la capital, Trípoli. “Él nos dio un GPS y nos dijo ‘váyanse a Malta'”, asegura.
Entre los pasajeros estaban un hombre y una mujer embarazada de Ghana, dos hombres de Etiopía y 11 somalíes, añade.
Tras quedarse sin gasolina, comida y agua, Mohammed Adam Oga describe cómo se vivió una situación desesperada, mientras trataban en vano que los barcos y helicópteros que pasaban les ayudaran.
“Vimos muchos barcos. Gritamos ‘¡ayuda, ayuda!’. Estábamos haciéndoles señas con la mano y pasaron de largo. Un helicóptero vino y se fue”.
Mohammed cierra los ojos al hablar de cómo sus compañeros comenzaron a morir.
“Murieron en el bote. Hacía sol y mucho calor. Sin comida y agua. Ismail dijo que deberíamos echar los cuerpos al mar. Cogimos los cuerpos y los tiramos al mar. Olían”.
Al final, señala, se quedaron solos. “Ismail me dijo: ‘Todo el mundo ha muerto ya. ¿Por qué íbamos nosotros a sobrevivir?”
En un momento dado, el hombre describe cómo su compañero de viaje se frustró y le dijo que deberían morir juntos.
“Tiró todo al mar, los teléfonos y el GPS. Le dije ‘si quieres morir, hazlo solo. Yo no quiero morir”.
Al final, Ismail también falleció.
Mohammed es una de las más de 40 mil personas que lograron salir con vida en su intento de cruzar el Mediterráneo hasta las costas europeas este año, incluidas mil que llegaron a Malta.
Según datos de la ONU, 839 fallecieron, convirtiendo al Mediterráneo en la ruta por mar más peligrosa para los refugiados y migrantes en el mundo.
Pese a que los cruces continúan, los países de la Unión Europea siguen en un bloqueo sin ponerse de acuerdo en qué hacer.
El ministro de Interior de Italia, Matteo Salvini, ha intentado en diversas ocasiones bloquear que barcos de organizaciones sin ánimo de lucro atraquen en sus puertos, llegándose a enfrentar al primer ministro italiano por 147 migrantes que llegaron a las costas de Lampedusa el jueves pasado en el barco humanitario Open Arms.
Una segunda embarcación, Ocean Viking, rescató a 356 migrantes en cuatro operaciones cerca de Libia.
Malta, isla cercana a Italia de mucho menor tamaño, sigue de cerca los acontecimientos en el país vecino. Sus Fuerzas Armadas han rescatado a migrantes en el mar, pero Malta es reacia a ayudar a los barcos de ONG porque teme que cause un efecto llamada sobre los grupos de traficantes de Libia.
Cuando ocurrió el rescate el lunes, el ministro del Interior maltés, Michael Farrugia, advirtió: “No podemos hacer esto solos”.
Probablemente Mohammed Adam Oga tendrá que contar su historia a la policía de inmigración de Malta y la comisión de refugiados del país.
El hombre recuerda los últimos días de su viaje como si fueran parte de un sueño. No se acuerda del rescate y no era consciente de que Ismail había muerto.
Cree que se enfrentaría a un arresto seguro si vuelve a Etiopía, ya que su anterior grupo rebelde ha sido declarado ilegal. Dejó el país hace 15 años, primero para dirigirse a Eritrea y luego a Sudán, y ahora quiere viajar a Reino Unido.
“Si vas a Alemania, tienes que hablar alemán. Pero sé un poco de inglés”, dice.
¿Se arrepiente de haberse embarcado en este viaje?
“No”, asiente. “Soy feliz. Estoy vivo”.