Es difícil no impresionarse con las imágenes de la caravana de migrantes centroamericanos que camina por México rumbo a Estados Unidos.
Son miles de personas que una vez llegada la noche duermen con sus niños pequeños sobre el pavimento. Los que tienen suerte, sobre un plástico o cartones.
De cerca se les ve exhaustos de caminar por kilómetros y kilómetros bajo un sol abrasador y un calor de justicia.
Tienen las caras llagadas, los pies con ampollas.
Caminan kilómetros y kilómetros cada día y comen lo que la gente les regala a su paso.
Y aunque también les dan agua, algunos tienen los ojos salidos de la deshidratación.
No hay quien pueda decir el número exacto de personas que decidieron saltarse a las autoridades migratorias en la frontera con Guatemala y entrar a México para recorrerlo en bloque.
Las cifras más conservadoras de los gobiernos locales hablan de al menos 5.000 personas. Los medios hablan de más 7.000.
Mientras que en las fotos aéreas donde se ve a la caravana avanzando por las carreteras de Chiapas, en el suroeste de México, no se le ve el fin.
La mayoría de sus integrantes salieron de Honduras el 12 de octubre pasado como parte de un movimiento que, dicen, organizaron por redes sociales, como Facebook y Whatssap.
Y a pesar de las dificultades que han enfrentado, ahora los sigue una “segunda caravana”: cientos de personas que comenzaron el viaje desde Honduras días después.
Son unas 1.500 personas más, según la Procuraduría de Derechos Humanos de Guatemala, adonde llegaron ya.
“Yo no quise salir en la primera caravana. Pero, la semana pasada, las maras me amenazaron y decidí irme de Honduras”, explica Carlos, uno de los integrantes de esa nueva marcha.
“Lo más importante es proteger a mi esposa y a mi hija de 2 años”, explica el joven, quien trabajaba como taxista en Tegucigalpa.
“Yo no me enteré de la primera salida masiva de gente, cuando supe ya iban lejos”, dice por su parte Aldo, de 27 años y con 2 hijos.
“Así que, cuando oí que más gente iba saliendo, quise también intentar una vida mejor. Allí no tenía trabajo ni esperanza de encontrarlo”, le dice a BBC Mundo.
El padre Mauro Verzeletti, director de La Casa del Migrante de la Ciudad de Guatemala, cuenta que por su refugio pasan unas 300 personas cada día.
“La gente está cansada de la pobreza y la violencia. Es impresionante el flujo migratorio. Todos los días estamos en situación de emergencia“, afirma.
En el refugio les dan comida, ropa, medicina.
“Muchos niños llegan desnutridos y con problemas de estómago”, destaca Verzeletti.
Según el sacerdote, el gobierno de Honduras ha privatizado todos los servicios como la salud, la educación y ahora la gente tiene que comprar todo para poder sobrevivir.
“Es muy difícil, por eso se han decidido por el éxodo y abandonar su país”, le dice a BBC Mundo.
Y Verzeletti no es el único que habla en esos términos.
“Esto no es una caravana, es un éxodo creado por el hambre y la muerte“, me dijo en México el activista pro migración Irineo Mujica, director de la ONG Pueblos sin Frontera, quien fue arrestado unos días por la policía y luego fue puesto en libertad.
“Éxodo” es una palabra bíblica que describe a una gran cantidad de gente deja su país y se va hacia donde cree que pueden encontrar mejores condiciones de vida, explica el académico de la UNAM, Rodrigo Páez Montalbán.
“Y yo creo que eso es lo que está pasando en este momento”, coincide con Mujica y Verzeletti.
Páez Montalbán también destaca además que muchos Hondureños han deciden migrar en masa en un momento muy especial: muy cerca de las elecciones de medio término en Estados Unidos y del cambio de gobierno en México.
México está bajo una enorme presión de Estados Unidos de no dejar a los migrantes llegar hasta su territorio.
El país de América Latina ha dicho que los migrantes centroamericanos deben presentar visa o solicitar refugio.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha advertido que, de no detener el flujo de inmigrantes, militarizará la frontera con México y cortará la ayuda de su gobierno a Centroamérica.
Esto, sin embargo, no ha detenido a los que que están decididos a escapar de su realidad para buscar una vida mejor.
“Todos los días está saliendo gente de Honduras. Yo lo único que quiero es poder trabajar en buenas condiciones”, explica Mauricio, quien ya está en Guatemala.
“Me gustaría llegar a Estados Unidos, pero también podría ser en México”, le dice a BBC Mundo.
Mauricio también dice que le ha gustado caminar en caravana porque así no ha tenido miedo.
“Salí solo con mi esposa y mis 4 hijos, pero en el camino hemos ido encontrando mucha más gente“, cuenta.
A pesar de los problemas, advertencias y amenazas, las caravanas no hace más que crecer.