"El día de hoy he decidido hacer público que voy a emprender un proceso judicial contra Daniel Ortega".
Las imágenes de archivo muestran a Zoilamérica Nárvaez de joven, en el momento que hizo la denuncia que pudo cambiar para siempre el destino de Nicaragua, pero que más de 20 años después solo parece tener como consecuencia visible su propio exilio.
Fueron grabadas el 22 de mayo de 1998, el día que Zoilamérica acusó públicamente al viejo líder sandinista y actual presidente de Nicaragua de haber abusado sexualmente de ella desde que era una niña y luego violado.
La suya fue una denuncia doblemente explosiva porque Ortega era y sigue siendo el compañero de vida de su madre, Rosario Murillo.
Ambos, sin embargo, siempre han negado las acusaciones de la mujer que Murillo alguna vez llamó “hija malagradecida”.
Y en su momento las denunciaron como parte de una conspiración política.
Pero Zoilamérica, quien hoy ronda los 52 años, niega que ese haya sido su motivo.
“Estuve 12 años bajo el abuso sexual. Y luego transcurren ocho años con un acoso sexual”, dice en conversación con Mike Lanchin, del programa de la BBC Witness (“Testigo”).
“Lo que quería era poner fin de una vez por todas a eso”, afirma.
Según Zoilamérica, los abusos de Ortega empezaron durante su primer exilio en Costa Rica, el mismo país al que regresó hace algunos años en busca de refugio.
“El abuso empieza durante el periodo entre 1977 y 1978. Yo no había cumplido los 10 años“, destaca.
Para esa época, Ortega tenía más de 30 y dirigía una de las facciones del Frente Sandinista, el movimiento guerrillero que luchaba contra la sangrienta dinastía de los Somoza.
Pero, para Zoilamérica, el guerrillero que había salido de la cárcel poco tiempo antes era sobretodo “una pareja más en la vida de mi madre”.
Según su versión, sin embargo, esa relación no impidió que Ortega empezara a meterse en su cama para tocarla indebidamente.
“Recuerdo que mi reacción de protección siempre fue quedarme paralizada, hacerme como que seguía durmiendo“, cuenta.
Dice que también trataba de tapar el agujero que dice Ortega hizo en la puerta del baño para poder espiarla mientras se duchaba. Pero él siempre lo destapaba al día siguiente.
“Aprendí muy pronto que no podía detenerlo“, dice Zoilamérica.
Y, según su testimonio, las cosas no terminaron ahí.
El abuso se recrudeció luego del triunfo de la Revolución Sandinista y el nombramiento de Ortega como coordinador de su Junta de Gobierno.
“Eso significó… que él iba a tener una dosis mayor de poder que todo el resto de miembros de directorio del sandinismo”, explica
“Y por supuesto que implicó para nosotros el retorno a Nicaragua”, le dice a la BBC en el modesto apartamento de San José en el que actualmente reside.
Así, fue en Nicaragua donde los años de abuso físico y psicológico dieron paso a las violaciones incluidas en la acusación contra Ortega, alega Zoilamérica.
La primera “ocurrió después de la cruzada de alfabetización (de 1980), cuando yo ya había desarrollado mi cuerpo hormonalmente”, afirma.
“Entonces vino y dijo ‘ya estás lista’“, cuenta.
Y Zoilamérica también incluye esa forma de actuar en su lista de abusos psicológicos de Ortega.
“Siempre me hizo sentir sucia, que yo estaba haciendo algo malo. El abuso sexual vino siempre acompañado de un profundo abuso psicológico”, dice,
“Haberme hecho responsable de lo que pasaba me hizo tener miedo de decirle a mi madre“, afirma.
Pero ella no tiene dudas de que Rosario Murillo sabía lo que estaba ocurriendo.
“Yo escuché cuando mi madre le reclamaba a Daniel Ortega que ella sabía lo que estaba pasando, sin referirse directamente a qué pasaba”, cuenta.
“Sin embargo, nunca encontró quizá la manera de hacer algo para detenerlo totalmente”, dice.
Y nada hicieron tampoco los otros miembros del entorno de Ortega, que a diario le decían a su víctima que debía estar orgullosa de ser la hijastra del líder revolucionario.
Al final, tuvieron que pasar más de 20 años para que Zoilamérica se atreviera a romper el silencio.
Para entonces, Ortega ya no estaba en el poder, pero seguía teniendo mucho.
Ahora, dos décadas después, Zoilamérica admite que esperaba mucho más de su denuncia.
“Lo que hubo en ese momento fue la ingenuidad de pensar que ellos me iban a llamar, que mi madre iba a ponerse de mi lado”, le dice a Witness.
Pero, en lugar de eso, “mi madre y Daniel Ortega negaron inmediatamente todas las acusaciones que yo hice por abuso sexual contra él”, recuerda.
“He enfrentado todo tipo de ataques, todo tipo de acusaciones, todo tipo de manipulaciones, todo tipo de conspiraciones, y nuevamente me estoy enfrentando a lo que es una verdadera conspiración“, dijo en su momento Ortega.
Y según Zoilamérica, dos horas antes de su primera comparecencia en el juzgado, su hermano mayor fue a verla para pedirle que perdonara a su padrastro, enviado por su madre.
Cuando se negó, empezaron los ataques.
“Se me acusaba de demencia, se me acusaba de mitómana, se me acusaba de ninfomanía, se me acusaba de complot político, de agente de la CIA“, cuenta Zoilamérica.
“Hasta se llegó a poner en duda mi capacidad de criar a mis hijos”, recuerda.
Ortega, por su parte, utilizó la inmunidad parlamentaria de la que gozaba en esos momentos para evitar comparecer ante la justicia hasta no estar seguro de que el caso sería desestimado.
“Daniel Ortega se presentó a los tribunales a responder por mi demanda cuatro años después que yo la había realizado, y lo hizo cuatro años después porque fue cuando se sintió en total control de los tribunales”, dice Zoilamérica.
“En un juicio corto de dos días en el cual no se me permitió ni siquiera presentar mi declaración se dictaminó la prescripción de la acción penal“, cuenta.
“La parte acusadora, en este caso Zoilamérica, no accionó en el momento en que tenía que hacerlo”, dijo en su momento la jueza Juana Méndez, cercana a Ortega.
“La ley no permite que el juez entre al fondo del caso, es decir que (la prescripción) termina con el proceso”, explicó Méndez.
Para Zoilamérica, sin embargo, “la prescripción no implica inocencia”.
“Para mí, él se quedó como el abusador y ella se quedó como la madre que fue su cómplice”, dice.
Para muchos en Nicaragua, incluyendo su hija mayor, la complicidad de Murillo fue recompensada con su nominación a la vicepresidencia en las elecciones de 2016.
Por eso, a pesar del regreso de Ortega al poder luego de las elecciones de 2006, y sus sucesivas reelecciones en 2011 y 2016, Zoilamérica dice no temer al hombre que ahora también está siendo acusado de haber ordenado crímenes de lesa humanidad durante las protestas que sacudieron a Nicaragua a partir de abril del año pasado.
“A mi madre sí le tengo miedo”, dice.
“Una persona con semejante obsesión por el poder es capaz de cualquier cosa”, concluye.