Melissa Hogenboom BBC Future
Fue otro despertar, lamentablemente familiar, para Sarah Hepola. Gran parte de su memoria de la noche anterior estaba en blanco. Ella recuerda haber hablado con personas en una fiesta, pero después una sombra cayó sobre sus recuerdos.
¿Cómo llegó allí? ¿En qué lugar le pusieron el sello que tenía en su mano? ¿Quién compró la pizza? ¿Quién era el hombre a su lado?
“Yo estaba como, bueno, eso es raro, no sé lo que sucedió… Me reí un poco, me pareció normal”, recuerda.
Este tipo de pérdida de memoria le ha sucedido una y otra vez a Hepola, y desde muy temprana edad. A menudo sentía como si “debajo de mí se abriera una trampa, en forma de puerta secreta… Me despertaba al día siguiente y era como si estuviera en un lugar diferente“, dice ella.
Estaba experimentando apagones inducidos con alcohol, un término coloquial con consecuencias potencialmente graves. Como la palabra sugiere, en este estado todos los recuerdos de la noche, después de un punto, se oscurecen. Algunos bebedores experimentan apagones de fragmentos, menos severos, donde solo se pierden pedazos de la memoria.
Los apagones regulares de Hepola no le hicieron prender las alarmas en ese momento. Solo, al verlo en perspectiva, se dio cuenta de que tenía una relación “conflictiva” con el alcohol, experiencias sobre las que ha escrito en un libro.
Si este tipo de amnesia después de beber alcohol suena familiar, es porque los apagones son sorprendentemente comunes.
Un análisis sugiere que más de la mitad de los bebedores universitarios han experimentado algún nivel de apagón cuando se les preguntó sobre sus hábitos de bebida, mientras que una encuesta a más de 2.000 adolescentes, recién salidos de la secundaria, reveló que 20% había experimentado un apagón en los últimos seis meses.
“Hace quince años no hubiéramos aceptado que estos fenómenos fueran comunes“, dice Aaron White, del Instituto Nacional sobre Abuso de Alcohol y Alcoholismo en Estados Unidos.
Ha pasado la mayor parte de su carrera estudiando la embriaguez. “Ahora todos somos conscientes de que [muchas] personas sufren apagones”.
Los científicos están revelando más cosas acerca de por qué ocurren los apagones y por qué afectan a unos más que a otros, ayudándoles a comprender mejor este fenómenoy, con un poco de suerte, a prevenir sus consecuencias negativas.
Durante muchas décadas se pensó que solo los alcohólicos sufrían apagones de memoria por embriaguez. Esa idea solo cambió hasta que lo demostraron los estudios recientes. Una extraña serie de experimentos, que hoy no serían aprobados por ética, revelaron algunas ideas sorprendentes.
A fines de la década de 1960, un investigador llamado Donald Goodwin reclutó a alcohólicos en hospitales y centros de trabajo para identificar qué sucede cuando un recuerdo, en estado de embriaguez, desaparece.
Descubrió que de cada 100 alcohólicos, más de 60 experimentaron apagones regulares, algunos totales y otros fragmentarios.
También reveló que las personas que experimentan un apagón pueden actuar de una manera notablemente coherente. Por ejemplo, mostró que durante la intoxicación los sujetos usaron la memoria inmediata “sin impedimento” e, incluso, fueron capaces de realizar cálculos simples. Pero los olvidaban 30 minutos después.
En etapas posteriores de los experimentos, administró whisky a los alcohólicos (hasta 18 onzas, o medio litro, en cuatro horas) y les presentó situaciones pensadas para “proporcionar experiencias memorables, que las personas sobrias no tienen dificultad para recordar”.
En uno les mostró pornografía a los participantes, y luego les hizo preguntas detalladas sobre lo que habían visto. En otro, con una sartén en la mano, preguntó a las personas si tenían hambre. Cuando respondieron, les dijo que la sartén tenía ratones muertos dentro. 30 minutos después, los sujetos borrachos habían olvidado estos recuerdos y no podían recordar los eventos al día siguiente. Sin embargo, podían recordar estos eventos hasta dos minutos después, revelando que su memoria a corto plazo estaba funcionando.
Aunque estos experimentos fueron hechos con alcohólicos, prepararon el terreno para comprender, incluso, cómo los no alcohólicos actúan durante un apagón. Hoy, estos experimentos siguen siendo influyentes en parte porque −por razones éticas obvias−los científicos no pueden inducir con alcoholla pérdida de memoria de sus participantes. En su lugar, deben basarse en cuestionarios de eventos pasados.
Los fragmentos de memoria, que se pierden por completo durante un apagón, revelan qué sucede en el cerebro. Se cree que el hipocampo −la estructura del cerebro responsable de entrelazar información entrante y crear recuerdos de los eventos cotidianos− se daña de manera momentánea. Así, las personas con daños graves en esta área no pueden crear nuevos recuerdos.
Según White, que ha estudiado el proceso a nivel celular con cerebros de roedores, el alcohol interrumpe los circuitos cerebrales centrales, que crean recuerdos episódicos, es decir, de momentos y lugares específicos.
“Creemos que gran parte de lo que sucede es que el alcohol suprime el hipocampo, dejándolo inhabilitado para crear este registro continuo de eventos”, dice. “Es como un espacio en blanco en una grabación”.
En ratas, White demostró que hay dosis de alcohol donde las células cerebrales “aún funcionan”, y que con dosis más altas quedan inactivas por completo. Eso explica que, en los apagones parciales, solo se pierden fragmentos.
Pero White también explica otro fenómeno: mientras esto pasa, otras dos áreas importantes del cerebro, que alimentan la información del hipocampo sobre qué sucede en el mundo, también se suprimen cuando bebemos alcohol. Se trata del lóbulo frontal −el área de razonamiento del cerebro, que usamos cuando prestamos atención a algo−, y la amígdala −el área que nos advierte sobre el peligro−.
Ahora también conocemos otros factores que influyen en los apagones, como beber con el estómago vacío o cuando se ha dormido poco.
Otro riesgo importante tiene que ver con qué tan rápido se consume alcohol, porque cuanto más rápido bebemos, más rápido aumenta nuestro nivel de alcohol en la sangre. Un nivel de alcohol en la sangre de entre 0,20% y 0,30% puede inducir un apagón total. Ese nivel podría alcanzarse, durante cuatro horas, con 15 o más bebidas promedio que se consiguen en el Reino Unido, según el sexo y el peso corporal.
Pero los niveles de alcohol en la sangre no explican por qué solo algunas personas pierden pedazos enteros de su memoria, mientras que otras que beben cantidades similares no lo hacen. Un estudio de 2016, dirigido por Ralph Hingson, también del Instituto Nacional sobre Abuso de Alcohol y Alcoholismo, proporcionó algunas respuestas.
“La frecuencia con la que las personas reportaron exceso y estado de embriaguez en el último mes tuvo un rol, al igual que si fumaron y tomaron más de una droga psicoactiva”, dice.
Los apagones son más comunes en personas con pesos corporales más bajos. También son más comunes entre los estudiantes universitarios, conocidos por beber alcohol antes de ir a reuniones sociales o fiestas, y eso hace que su nivel de alcohol en la sangre aumente de manera veloz”, dice Hingson.
Las mujeres también experimentan apagones más a menudo. Suelen ser, en promedio, más pequeñas que los hombres y tienen un mayor porcentaje de grasa corporal, así que sus cuerpos tienen menos agua para diluir el alcohol que beben. Por eso, su nivel de alcohol en la sangre aumenta más rápido.
En 2017, Amie Haas, de la Universidad de Palo Alto, en California, descubrió que las mujeres suelen sufrir apagones con tres bebidas menos que los hombres. Un estudio de 2015 mostró que las mujeres que consumieron solo una bebida más de lo habitual, tuvieron 13% más de probabilidades de desmayarse que los hombres.
Aparte de las diferencias de sexo, podría haber un componente genético que dicte quién es más propenso a sufrir apagones. Por ejemplo, suelen serlo los hijos de mamás con problemas de alcohol.
Otro estudio, realizado en más de 1.000 pares de gemelos, descubrió que existen conexiones genéticas que inciden en la mitad de los apagones experimentados.
La diferencia genética parece desarrollarse también en el cerebro. Un estudio longitudinal de adolescentes entre 12 y 21 años, dirigido por Reagan Wetherill de la Universidad de Pensilvania, mostró que ciertas personas que abusaron del alcohol y experimentaron apagones, fueron menos capaces de reprimir sus acciones. Es posible ver esto en escáneres cerebrales, incluso antes de que bebieran alcohol.
“En general, parece haber vulnerabilidades cerebrales y genéticas que ponen en riesgo a una persona”, dice.
Peor aún, los estudios en ratones sugieren que el consumo excesivo de alcohol produce cambios adicionales en el cerebro. También es preocupante que las mismas personas que son más propensas a apagones −adolescentes y estudiantes universitarios− se encuentren en una edad más vulnerable en el aspecto físico. “Cada vez hay más evidencia de que, en particular, si eres más joven, no es seguro para un cerebro en desarrollo”, dice Haas.
Eso se debe a que los adolescentes son más sensibles a los efectos del alcohol que los adultos. Una razón para esto es que el lóbulo frontal del cerebro es el último en desarrollarse, alrededor de los 25 años.
Al igual que los factores de riesgo, las consecuencias de los apagones no solo son peores para los adolescentes, sino también para las mujeres.
Haas y sus colegas demostraron que las mujeres que experimentan apagones eran más propensas, durante él, a participar en conductas sexuales de riesgo, en comparación con los hombres y bebedores que no los sufren. Estas mujeres también mostraron más sentimientos de arrepentimiento al día siguiente.
La evidencia también muestra que las mujeres con antecedentes de agresión sexual son más propensas a ser revictimizadas si están en un apagón inducido por el alcohol, en comparación con los bebedores compulsivos que no perdieron el conocimiento. Esto se debe a que corren el riesgo de tomar decisiones equivocadas cuando están bajo la influencia del alcohol, en especial cuando se trata de evaluar situaciones que podrían ser peligrosas. Además, también están en riesgo después, porque no pueden confiar en sus recuerdos.
Esto significa que hay un círculo vicioso. Aquellos que experimentan apagones pueden ser más vulnerables, en el momento, a atacantes potenciales. Pero si intentan presentar cargos después, también son vulnerables a que se desestimen sus casos.
Eso es cierto, incluso, en lugares donde hay un “consentimiento afirmativo”, donde hay asalto sexuale a menos que alguien haya indicado su voluntad. “Si se trata de situaciones en que ‘él dijo / ella dijo’, se debe confiar en la evidencia para determinar si se otorgó o no el consentimiento”, dice Wetherill.
Si una de las partes sufrió un apagón, eso complica las evidencias. Por ejemplo, en Canadá el consentimiento es necesario. Hace poco, en una investigación de Globe & Mail, encontró que los tribunales privilegian a las denunciantes tan ebrias que pudieron haber sufrido un apagón parcial, pero, al mismo, no consideran una fuente de información confiable a un denunciante que sufrió un apagón.
En Estados Unidos, mientras tanto, las leyes varían según el estado. La mayoría de las legislaciones dicen que alguien que está “incapacitado mentalmente ” no puede dar su consentimiento. Pero Nueva York, por ejemplo, dice que la incapacidad mental es válida legalmente solo si se recibió de manera involuntaria una bebida o droga, no por haber elegido beber.
Los estados que incluyen el haber consumido alcohol de manera voluntaria, por otro lado, suelen incluir la advertencia de que el acusado debe haberse dado cuenta, de manera razonable, de que la persona estaba incapacitada. Pero dado que las personas que sufren un apagón pueden parecer altamente funcionales, los acusados pueden argumentar que no se dieron cuenta.
“Es complicado porque la gente puede perder el conocimiento y parecer bastante sobria”, dice White. “No siempre tienes que [parecer] intoxicado para sufrir un apagón”.
Sarah Hepola tiene una amplia experiencia en este tipo de desconexión. Ella dice que, durante sus apagones, solía ser funcional. Participaba en conversaciones y respondía a bromas, de la misma manera que los sujetos de Goodwin podían realizar cálculos. Solo quienes la conocían bien podían reconocer su aspecto de “ojos vidriosos y desenchufados” al momento de sufrir un apagón. “Era como si nadie estuviera en casa… como si estuviera hablando pero no asimilaba las cosas que me decían”, dice ella.
Sin importar cómo ella era vista por los demás, Hepola sabe que no estaba en sus cabales. Definitivamente creo que mis decisiones se vieron perjudicadas”, dice Hepola. “Fui muy impulsiva, salvajemente descuidada y exhibicionista, incluso agresiva en el plano sexual, a veces de una manera que no tenía sentido para mí al día siguiente… según lo que la gente me decía”.
“Un individuo puede sufrir un apagón de consciencia y parecer estar dando su consentimiento, pero en realidad no tienen consciencia o la capacidad de darlo”, advierte el Amherst College en su política de mala conducta sexual.
De manera similar, la Universidad de Michigan afirma: “Según la ley, una persona que está intoxicada no puede dar consentimiento a la actividad sexual, lo que significa que la intimidad sexual con alguien que está ‘incapacitado mentalmente ‘ cumple con la definición legal de agresión sexual”.
Por esta razón, no es sorprendente que una persona que experimenta apagones de manera regular sea también más propensa a experimentar otras consecuencias negativas del consumo de alcohol, desde las más mundanas −incumplir a las citas o llegar tarde al trabajo− a las más grave −como sufrir una lesión o una sobredosis de sustancias ilegales−. Esto hace que los apagones sean un marcador útil y una forma de predecir comportamientos perjudiciales.
Por estas razones, las preguntas sobre apagones por alcohol se utilizan cada vez más en cuestionarios y mecanismos de detección que buscan determinar si alguien es un bebedor aficionado o problemático.
Mary-Beth Miller, una psicóloga especialista en adicciones de la Universidad de Misuri, descubrió una técnica de intervención simple que podría ayudar a los consumidores a reducir el consumo de alcohol, que implementó en primera instancia en veteranos del ejército y luego en bebedores universitarios.
La intervención se llama “retroalimentación normativa personalizada”. Es un cuestionario en línea que pregunta a las personas sobre sus hábitos de bebida e informa cuánto beben en comparación con otras personas de edad y antecedentes similares.
Los apagones, descubrió el equipo, sirven como una “situación de quiebre, después de la cual las personas pueden aprender y tener más probabilidades de responder a la intervención”.
Los cuestionarios para detección sobre consumo de alcohol ahora preguntan de manera rutinaria acerca de experiencias con apagones previos, algo que facilita encontrar a las personas que necesitan ayuda. No es eficaz, por ejemplo, preguntar solo sobre la cantidad de alcohol que ha bebido una persona. “Si estás buscando apagones de manera específica, la evaluación será más precisa, en lugar de tratar de intervenir a todas las personas que ingresan a la clínica”, dice Miller.
Estas intervenciones no requieren mucho tiempo ni son costosas, condiciones que hacen que Miller tenga la esperanza de que ella y sus colegas puedan aprovecharlas para desarrollar intervenciones más efectivas.
Ella espera fomentar una cultura de la bebida en la que las personas entiendan que “no es necesario perderse por completo para pasar un buen rato“.
Otros investigadores esperan que preguntar sobre los apagones previos ayude a reducir otros tipos de conductas de riesgo. “En definitiva, es interesante que un apagón es una de las consecuencias más negativas del consumo de alcohol, y podría ser un indicador para problemas más complejos”, dice Haas.
Para aquellos que experimentan apagones regulares, un buen primer paso es monitorear mejor su propia ingesta de alcohol y pedirles a sus amigos que hagan lo mismo. Es más fácil decirlo que hacerlo.
Hepola puede ver señales de alerta si mira al pasado. Incluso en ese momento ella sabía que “no quería estar tan borracha”, pero seguía sin poder parar de beber.
“Algunos comportamientos desordenados se vuelven material para chistes y se normalizan, y algunas veces nos distanciamos del daño emocional y físico que causa [el alcohol]”, dice Hepola.
Ahora, ella ha estado sobria durante ocho años y se alegra de no caer en las trampas oscuras de la pérdida de memoria. En este momento, su vida se ha vuelto mucho más sencilla, dice.