No me caracterizo por ser alguien fácilmente accesible a través de mensajes. Tiendo a dejar el celular en silencio porque el agudo tono cada vez que me llega un mensaje hace que eche humo por las orejas.
Desearía poder silenciar todas las notificaciones de mis contactos (lo siento mamá, papá y todas las personas que me importan, pero comunicarme con ustedes me da muchísima ansiedad). Obviamente, eso no es posible.
Sin embargo, silencio las cadenas de mensajes con más de tres personas y eludo por completo los grupos familiares. Es un gesto pequeño, pero retirarme de esas conversaciones grupales me tranquiliza, incluso aunque a veces me sienta excluida y sola, por no hablar del sentimiento de culpa por hacer sentir a mi familia que son una molestia.
He descubierto que ignorar a mi familia por mi propia salud mental puede ser terapéutico. Los teléfonos inteligentes parecen estar causando más problemas que beneficios: estos dispositivos han abierto un universo de nuevas opciones para que la gente (y no solo nuestra familia) nos moleste.
Un estudio de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) de 2017 reveló que comprobar constantemente los emails y los mensajes de texto contribuye significativamente a nuestros niveles de estrés.
Nancy Cheever, profesor de comunicación en la Universidad Estatal de California Dominguez Hills, EE.UU., investiga cómo los celulares afectan a nuestro estado de humor y dice que estar “constantemente conectados” a través de emails, textos y redes sociales es una garantía para experimentar ansiedad.
La distracción también afecta a nuestra vida laboral.
Tal y como explicó Scott Bea, un psicólogo de la Clínica Cleveland, en Ohio, EE.UU., al periódico británico The Daily Mail el año pasado, comprobar constantemente las notificaciones puede reducir la productividad en un 40 por ciento.
A veces es posible ignorar mensajes del trabajo, pero no puedes tomarte la licencia de hacer un descanso a la hora de escribirte con tu familia.
En un artículo para Psychology Today de 2014, la psicóloga social Theresa DiDonato, de la Universidad Loyola Maryland, EE.UU., escribió que mandar mensajes constantemente puede crear “un ciclo de mantenimiento de relación móvil”, según el cual “los individuos sienten una dependencia excesiva” que puede llegar a violar tu sentido de privacidad y autonomía.
El acto inocuo de enviar mensajes de texto puede, por lo tanto, tensar los lazos estrechos entre los seres queridos e incluso crear sentimientos de resentimiento hacia personas probablemente bienintencionadas, pero que desconocen el costo que una comunicación excesiva puede tener en tu psicología.
Si mandar mensajes “comienza a resultarte frustrante o estresante, o si te sientes saturada o atrapada por ello, es un buen indicador de que necesitas poner límites“, me dijo Dana Gionta, una psicóloga clínica en Connecticut, EE.UU., coatura junto a Dan Guerra de From Stressed to Centered (2015), que podría traducirse en español como “de estresado a centrado”.
Para la mayoría de la gente, dice ella, un aluvión de mensajes de texto lleva a una inoportuna -e incluso molesta- distracción.
Eso se aplicaría a los mensajes de cualquier persona, pero los de la familia son especialmente molestos porque van unidos a un sentimiento de obligación. La presión de responder a un miembro de la familia puede pesar sobre ti mientras tratas de ejecutar otras tareas.
Si recibes una serie de mensajes (no urgentes) de tus seres queridos (de temas que abarcan, por ejemplo, desde cotilleos familiares hasta planes para una visita o críticas de películas) probablemente sentirás que debes leer cada uno de los mensajes para actualizarte con la conversación.
El resultado es lo que Mark Dombeck, un psicólogo de California que ha escrito ampliamente sobre establecer límites y comportamientos asertivos (en lugar de agresivos), llama una “carga cognitiva” que puede ser difícil de asumir en medio de otras responsabilidades.
Sin embargo, tu responsabilidad hacia la familia es, inevitablemente, vista como más urgente y te pesará más que cualquier otra.
“Las relaciones familiares son importantes para la mayoría de la gente y son una motivación a la hora de seguir protocolos sociales y responder cuando se requiere, lo cual crea una sensación de presión que podría no existir en una relación con un extraño”, señala.
Hay maneras amables de abordar el tema de los mensajes de texto sin ofender a tu familia. Puede que tengas razón en sentirte irritado si usan el chat como si fuera una invitación a la comunicación constante, pero es vital que no reacciones o respondas cuando estés molesto o enojado.
“Cuando la gente entra en nuestro territorio y son poco respetuosos, tienes derecho a defenderte”, explica Dombeck. “No a atacarles, sino a defenderte”.
Lo que debes hacer, explica, es una declaración asertiva. La aserción es “la piedra angular, el punto de equilibrio” entre la agresión y la pasividad. Pero al contrario que la agresión, la aserción no proviene de un lugar hostil.
En lo que respecta a pedirle a tu familia que deje de enviarte mensajes, eso se traduce en ser directo y firme. “Por favor, escríbanme solo para emergencias”, es el tipo de lenguaje que él sugiere.
Gionta, en cambio, recomienda un enfoque más suave. No hace falta que compartas que te sientes abrumado o frustrado por los mensajes de texto, dice la especialista, y debes dejar claro que escribir menos no implica que quieras menos a esa persona en cuestión.
Proporciona una razón imprecisa -“Encuentro difícil mantenerme al día con todos los mensajes de texto y correos electrónicos que recibo”- y después negocia un periodo de tiempo para responder que funcione para ambas partes.
Prueba algo así como: “Me encantaría que estuviéramos más cerca, pero escribirnos a diario no funciona para mí. ¿Podemos probar un par de veces por semana?“.
Confrontar el problema es, probablemente, la parte más sencilla de este escenario. Es la reacción y la culpa lo que nos afecta más a nivel emocional.
De hecho, la idea de lidiar con la respuesta de tu familia puede bastar para que abordes este frustrante problema.
“La realidad es que la mayoría de la gente solo conoce la agresión y la pasividad, y piensan que cualquier cosa que no sea pasiva es agresiva“, dice Dombeck.
“Al hacer esto estás tomando una decisión: ¿estás haciendo lo necesario para mantener tu paz mental, lo cual podría significar distanciarte de algunas personas de la familia? Todo lo que estás haciendo es decir que te niegas a ser abusado. Otra gente no lo ve de esa forma. Pero tú tienes que estar dispuesto a defender tu posición“.
Aunque no podemos controlar o predecir cómo reaccionarán los demás a nuestras acciones, dice Gionta, podemos controlar “cómo nos expresamos y el nivel de consideración y respeto que usamos”.
Mientras expongas tu parte con calma y amabilidad, no deberías sentirte en deuda con alguien que te hace sentir culpable o te obliga a participar en cadenas de mensajes que te producen estrés.
También deberías sentirte capacitado para ignorar por completo las respuestas tóxicas.
Dombeck dice que en las familias donde algunas personas se sienten con poder sobre las demás, “cualquier invasión de ese poder resulta agresivo”. Esas personas pueden exigirte que justifiques tus acciones o someterte a los llamados “monos voladores”: otros miembros de la familia son enviados para ponerte a prueba.
Entonces, ¿por qué invitar al drama? ¿No sería mejor, simplemente, ignorar los mensajes sin hablar nunca sobre cómo te hacen sentir al borde del pánico?
Dombeck cree que este es un tema que merece la pena abordar porque la excesiva cantidad de mensajes de texto probablemente apunta a un patrón entre tú y los miembros de tu familia.
“Si esto está ocurriendo en un mensaje de texto, ocurrió también en todas las formas de comunicación. No se trata de un comportamiento aislado. Cuando te preguntas ‘¿vale la pena librar esta batalla?’ tienes que entender que no se limita a mensajes de texto, sino a todo el historial de comunicación”.
*Este artículo fue originalmente publicado por el sitio Aeon y reproducido bajo una licencia Creative Commons.