El presidente Donald Trump se mostraba tan resuelto a cerrar la frontera sur de Estados Unidos que hasta lanzó un ultimátum a México… Y luego, sorpresivamente, diluyó su amenaza.
El ultimátum tenía fecha de cumplimiento, para los primeros días de este mes.
“Si México no detiene de inmediato TODA la inmigración ilegal que ingresa a Estados Unidos a través de nuestra frontera sur, estaré CERRANDO la frontera, o grandes secciones de la frontera, la semana próxima”, anunció en un par de tuits el 29 de marzo.
Sin embargo, unos días después Trump dijo que México estaba deteniendo a “grandes números” de migrantes centroamericanos. Finalmente cambió su advertencia al país vecino.
“Vamos a darles un plazo de un año, y si las drogas no paran o no paran en su mayoría, impondremos aranceles a México y sus productos, en particular los automóviles”, declaró a la prensa el 4 de abril.
“Y si eso no para las drogas, cerramos la frontera”, agregó.
Claro que Trump puede ser difícil de predecir. Quizá vuelva a amagar con clausurar la frontera. Quizá termine cerrándola en cualquier momento.
De hecho, el diario The New York Times informó que Trump, tras haber dicho que retrasaría la decisión por un año, instó en privado a un funcionario de seguridad interior de su gobierno a cerrar la frontera sur a migrantes. No está claro qué quiso decir.
Pero el ida y vuelta ha dejado en evidencia algo tal vez opuesto a lo que el propio Trump quería mostrar: hoy es prácticamente imposible cerrar la frontera con México, incluso para él.
“Ni el presidente ni la gran mayoría del público estadounidense se dan cuenta de cuán dependiente es la economía de EE.UU. de la mexicana, así que esta fue una nueva toma de conciencia”, dice Pamela Starr, una profesora de relaciones internacionales en la Universidad de Southern California experta en el vínculo entre ambos países, a BBC Mundo.
México es el tercer mayor socio comercial de EE.UU. y el intercambio de bienes entre las dos naciones sumó US$557.600 millones en 2017, según cifras oficiales de Washington.
El flujo comercial es intenso en ambos sentidos: desde aguacates hasta automóviles que México envía a su vecino del norte, o desde maíz hasta maquinaria que EE.UU. envía a su vecino del sur.
Buena parte de ese intercambio ocurre a través de la frontera de 3.100 kilómetros que comparten ambos países. Se estima que a diario pasan de un lado al otro unos US$1.600 millones en bienes.
Cientos de miles de personas cruzan legalmente algún punto de la frontera cada día, buena parte de ellos mexicanos que trabajan, estudian o hacen turismo y compras del lado norte.
Trump habló durante meses sobre la posibilidad de clausurar esa frontera ante el constante flujo de migrantes que buscan asilo en EE.UU. desde México.
Pero fue su insistencia con esa amenaza a fines de marzo y el plazo que puso a México lo que encendió alarmas incluso dentro del Partido Republicano del presidente.
“Cerrar la frontera tendría un impacto económico potencialmente catastrófico en nuestro país“, advirtió el líder republicano en el Senado de EE.UU., Mitch McConnell, a comienzos de este mes.
Hay antecedentes recientes que sugieren que cualquier cierre fronterizo afecta al menos las economías locales, por mínimo que sea.
Cuando el gobierno de Trump ordenó parar el cruce San Ysidro entre San Diego y Tijuana por algunas horas en noviembre, hubo pérdidas millonarias para cientos de comercios locales, según cálculos de la cámara que los reúne.
A medida que Trump agitaba el fantasma del cierre fronterizo el mes pasado, surgieron en los medios distintas advertencias sobre aumentos de precios de frutas y verduras.
“Esta es una preocupación muy real y relevante para los consumidores estadounidenses”, dijo Monica Ganley, de la consultora en temas agrícolas Quarterra, a la agencia de noticias Reuters
Pero algunos creen que el riesgo mayor para Trump sería el impacto de la medida en el sector manufacturero, que depende de la cadena de suministro binacional (o trinacional con Canadá) para producir desde dispositivos médicos hasta autos o aviones.
“Creo que (Trump) no se dio cuenta cuando prometió cerrar la frontera de que la industria automotora sentiría el impacto casi de inmediato. Se estima que dentro de unos días o semanas habría despidos y cierres de plantas en el sector, precisamente porque serían incapaces de obtener los insumos que necesitan para el proceso de producción”, señala Starr.
“El problema es que los costos (de un cierre fronterizo) serían mucho mayores que los beneficios”, explica, “precisamente por la profundidad de la integración entre las economías de EE.UU. y México”.
El propio Trump admitió a comienzos de mes que cerrar la frontera tendría “un impacto negativo en la economía”. Pero luego añadió: “La seguridad para mí es más importante que el comercio”.
Sin embargo, también surgieron advertencias de que la medida podría generar inestabilidad en ciudades fronterizas de EE.UU. y llevar al gobierno mexicano a reconsiderar su cooperación con Washington en áreas sensibles como seguridad, migración o salud.
“¿Por qué se va a buscar cooperar con un vecino que nos ofende, nos humilla, nos cierra la frontera a gusto y por capricho?”, pregunta Jorge Guajardo, un exdiplomático mexicano basado en Washington.
“Aunque el presidente (de México) quisiera cooperar, que no creo que lo quiera, encontraría que su pueblo ya no lo respalda”, dice Guajardo a BBC Mundo. “Nadie gana en ese esquema, nadie“.
Si bien enfrentaría retos legales, Trump tiene según expertos la potestad de cerrar la frontera o controlar el flujo de personas y bienes que entran a EE.UU., como hicieron algunos de sus predecesores.
EE.UU. selló brevemente su frontera con México en 1963 tras el magnicidio del presidente John F. Kennedy en Dallas, Texas, mientras buscaban al asesino.
Unos años después, en 1969, el gobierno de Richard Nixon causó caos en la frontera al lanzar un operativo para buscar drogas en personas y vehículos que ingresaban a EE.UU. desde el sur.
No se hallaron grandes cantidades de estupefacientes pero, tras dos semanas de quejas y malestar, el gobierno de México aceptó aumentar la cooperación contra narcóticos y la frontera reabrió.
En 1985, el gobierno Ronald Reagan lanzó otro operativo que virtualmente paralizó la frontera tras el secuestro de su agente antidrogas Enrique Camarena, quien fue asesinado por narcos en México.
Pero esos antecedentes datan de antes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés), cuando EE.UU. dependía mucho menos del comercio con su vecino del sur.
Con el NAFTA ya vigente, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU., el presidente George W. Bush ordenó inspecciones fronterizas de vehículos y personas, pero el costo económico generó tal presión que revirtió rápido la medida.
Este mes se han reportado demoras de hasta más de seis horas para cruzar la frontera, debido a la decisión del gobierno de Trump de transferir cientos de funcionarios de esos puestos para lidiar con el flujo de migrantes.
Esto motivó quejas de residentes y comerciantes locales, así como nuevas advertencias sobre el impacto en la industria, otra señal de que Trump difícilmente podría cerrar la frontera “por mucho tiempo”, como llegó a plantear, sin causar caos.
“Sería insostenible”, afirma Matthew Dallek, profesor asociado de gestión política en la Universidad George Washington. “Se vería obligado a retractarse y reabrir (la frontera), o los tribunales intervendrían”.