Las imágenes son sobrecogedoras.
Justin Levene, un hombre parapléjico, se arrastra por el piso del aeropuerto de Luton (Londres, Reino Unido) después de que su silla de ruedas autopropulsada fuera dejada en un vuelo.
Mientras se desliza hacia atrás por la sala de llegadas, los demás pasajeros parecen distraídos.
El personal le había ofrecido empujarlo en una silla rígida de respaldo alto, pero él se negó porque sintió que le quitaba su independencia.
Levene demandó al aeropuerto, mientras este último dice estar satisfecho con las opciones que le brindó al cliente discapacitado.
A los 20 años, Levene (residente de Londres) sufrió una hernia discal luego de toser.
Una operación para solucionar el problema salió mal: lo dejó paralizado de la cintura hacia abajo, luego de lo cual comenzó a necesitar una silla de ruedas para moverse.
Su discapacidad no lo ha detenido. Por el contrario.
Casi 10 años después, Justin es un atleta, entrenador y mentor internacional de otros atletas discapacitados.
Recientemente trabajó con huérfanos y niños discapacitados en Moldavia, ayudando a organizar el primer maratón inclusivo del país.
Sin embargo, al llegar al aeropuerto de Luton en agosto de 2017, descubrió que su silla de ruedas autopropulsada y personalizada se había quedado atrás.
En el aeropuerto, el personal se ofreció a empujarlo a través de la terminal en una silla de ruedas con respaldo alto, una opción que rechazó por considerarla degradante.
Preguntó si podría ser transportado en un buggy motorizado. Sin embargo, el aeropuerto no tenía ninguno.
Levene cuenta a la BBC: “He trabajado muy duro durante varios años para intentar mantener mi independencia“. Y agregó que sin su silla de ruedas se vio privado de su autosuficiencia.
“Estar en una de las sillas que ofrecían me hizo sentir humillado y degradado. Ellos insistieron en tratar de atarme (a la silla).
“No podría haberme ajustado (las correas) y habría corrido el riesgo de tener una úlcera por presión”.
Levene dice que el hecho de que el aeropuerto no le proporcionara una silla de ruedas autopropulsada o un buggy motorizado le dejó solo una opción viable: arrastrarse por el suelo durante cientos de metros.
Cuando llegó a la salida de la terminal, se subió a un carrito de equipaje y utilizó sus manos para empujarse por el suelo hasta llegar a su taxi.
La carrera deportiva de Justin implica muchos viajes, para los cuales tiene una silla de ruedas hecha a medida, con un cojín para reducir las úlceras por presión.
Y Levene nunca se había enfrentado a una situación como esta.
“En todos los aeropuertos en los que he estado, sin importar cuán pequeño sea, siempre ha habido algún tipo de equipo, ya sea una silla de ruedas autopropulsada o un buggy“, asegura.
Un número significativo de aeropuertos internacionales y de Reino Unido ofrecen sillas de ruedas autopropulsadas.
Su demanda al aeropuerto señala que no brindó una capacitación adecuada en materia de igualdad y sensibilización a los responsables de brindar asistencia de movilidad.
En un comunicado, el aeropuerto dice: “Al descubrir que el vuelo de Levene había llegado sin su silla de ruedas, nuestros equipos trabajaron arduamente para encontrar una solución, ofreciéndole una silla asistida como reemplazo temporal.
“El señor Levene rechazó todas las ofertas de ayuda por considerarlas inaceptables.
“Si bien nos disculpamos si Levene no estaba satisfecho con el servicio que recibió, estamos satisfechos de que nuestro personal hizo todo lo posible en esa difícil circunstancia”.
La historia de este hombre no solo pone sobre la mesa el tema de la conciencia social sobre los problemas de discapacidad, sino que plantea una pregunta crítica.
¿Es aceptable que los proveedores de servicios -como los aeropuertos- brinden una ayuda a las personas discapacitadas, si al hacerlo les niegan su independencia?
La gente tendrá diferentes puntos de vista sobre si la oferta del aeropuerto fue adecuada.
Sin embargo, Levene dice que se sintió humillado.
“Estaba enojado porque ninguno de los empleados parecía entender o tener empatía por lo que estaba sucediendo”.
Asegura que le gustaría ver un mayor reconocimiento de la importancia de la independencia para los viajeros con discapacidades.
“Cada aeropuerto debe contar con algún tipo de equipo para moverse de forma independiente. Alguien cuya silla sea sus piernas no debe ser obligado a depender de otros para obtener ayuda”.
La activista y atleta paralímpica Anne Wafula Strike también ha enfrentado problemas en los aeropuertos y los trenes.
En una ocasión sufrió la humillación de tener que orinarse encima durante un viaje en tren porque el inodoro accesible no funcionaba.
Ella entiende por qué Levene hizo lo que hizo.
“Sentiría que me están quitando mi independencia y, honestamente, como persona discapacitada, todavía estamos a cargo del tipo de personas que queremos ser”, afirma.
“¿Nos gusta que nos tengan que empujar hacia todos lados, para que la gente sienta pena por nosotros? No”.
Sue Willman, socia de los abogados de Levene, dice que el caso “no se trata realmente de dinero, sino de justicia”.
“Es hora de que el aeropuerto de Luton y otros proveedores de transporte sean un poco más imaginativos y permitan que las personas con discapacidades viajen en igualdad de condiciones que el resto”.
Mientras tanto, Svetlana Kotova, de la organización benéfica Inclusion London para la igualdad de las personas discapacitadas, dijo que debería ser posible brindar asistencia “de una manera que promueva nuestra independencia“.
“También somos clientes y debemos ser valorados y tratados con dignidad y respeto”.