Un condado cerca de Nueva York declaró emergencia ante un brote de sarampión que ha afectado a más de 150 personas desde el otoño del año pasado.
La declaración prohíbe la entrada a lugares públicos en el condado de Rockland County, por 30 días, a partir del 27 de Marzo, a todos aquellos menores de 18 años que no estén vacunados.
La enfermedad vírica, altamente infecciosa, acabó con la vida de 111.000 personas en todo el mundo en 2017, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Todo a pesar de ser una enfermedad fácilmente evitable mediante la vacunación.
En su informe más reciente, publicado en noviembre, la OMS dijo que la complacencia, el aumento de las noticias falsas sobre las vacunas y el colapso o poca eficiencia de algunos sistemas de salud habían sido factores determinantes para explicar el aumento de un 30% más de casos a nivel global entre los años 2016 y 2017.
Estados Unidos, Canadá, América, Latina, Europa y la región del Mediterráneo oriental registraron el mayor aumento de casos. Estados Unidos, es uno de los países donde el movimiento antivacuna es más fuerte.
Y es que los mitos sobre las vacunas persisten, a pesar de las evidencias científicas sobre sus beneficios. Estos son algunos de los más destacados.
La caída en las tasas de inmunización contra el sarampión en los países occidentales en las últimas décadas se remonta, en gran parte, al cirujano británico Andrew Wakefield.
En un artículo de 1997 publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet, Wakefield afirmó que la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (conocida como MMR) estaba relacionada con el aumento de casos de autismo entre los niños británicos.
Desde entonces, multitud de estudios han refutado cualquier relación causal entre la MMR y el autismo: The Lancet incluso se retractó y Wakefield fue expulsado del Registro Médico del Reino Unido.
Sin embargo, sus afirmaciones, aunque desacreditadas, hicieron que las tasas de vacunación con MMR pasaran del 92% al 84% en Reino Unido entre 1996 y 2002.
Ahora, el índice de vacunación por sarampión ha aumentado al 91%, pero sigue estando cuatro puntos por debajo de la recomendación que hace la OMS.
Existen al menos 11 vacunas que los niños deben ponerse entre que nacen y cumplen dos años. Pero a algunos padres les preocupa que poner tantas vacunas en tan poco tiempo acabe por dañar el sistema inmunológico de sus hijos.
Un motivo de preocupación suele ser que, en realidad, las vacunas funcionan introduciendo en nuestro propio cuerpo virus o bacterias que provocan una determinada enfermedad.
Pero a la hora de diseñarlas, los científicos usan en realidad versiones alteradas de los cuerpos nocivos para, precisamente, evitar el desarrollo de la enfermedad.
Las vacunas sirven, en definitiva, para que el cuerpo reaccione adecuadamente cuando entren en contacto con el verdadero virus.
“Los recién nacidos desarrollan la capacidad de responder a antígenos extraños (sustancias que son capaces de estimular una respuesta inmunitaria) incluso antes de que nazcan”, escribió el médico pediátrico estadounidense Paul A. Offit en una de las revisiones más famosas relacionadas con vacunas múltiples y sistemas inmunes infantiles.
“A las pocas horas de nacer, son capaces de desarrollar una respuesta inmune a las vacunas”.
El argumento aquí es que una mejora de las condiciones socioeconómicas (mejor nutrición y saneamiento, por ejemplo) han sido, a lo largo del tiempo, tan efectivas como las vacunas.
Y es cierto que mejores niveles de salubridad y saneamiento estaban reduciendo significativamente las tasas de mortalidad, pero la velocidad a la que lo hicieron tiene que ver directamente con la introducción de las vacunas.
En Estados Unidos, por ejemplo, las muertes anuales por sarampión disminuyeron de 5.300 en 1960 a 450 en 2012, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. La primera vacuna contra el sarampión llegó en 1963.
Pero la vacunación no solo mejoró las tasas de supervivencia: también disminuyó drásticamente el número de casos dentro de los cinco años de inicio de vacunación contra esta enfermedad (1963-68).
También hay pruebas convincentes que sugieren que una caída en las tasas de vacunación puede llevar a un resurgimiento de la enfermedad.
En la década de 1970, Japón y Suecia vieron como los casos y muertes por tosferina, una enfermedad prevenible, aumentaron después de que se decidiera vacunar a menos niños.
Los defensores del movimiento antivacunas utilizan esto como uno de sus principales argumentos sobre la inmunización.
Ninguna vacuna es 100% efectiva y la OMS dice que la mayoría de las inmunizaciones infantiles rutinarias funcionan en el 85% y el 95% de las personas que son vacunadas.
Cada individuo reacciona de una manera distinta y eso puede hacer que toda persona que se vacune sea resistente al virus de determinada enfermedad.
Pero la única razón por la que más personas vacunadas se enferman en comparación con las que no han tomado una dosis es simplemente porque hay muchas más personas que se vacunan que las que no.
Si observamos la cifra en términos porcentuales, podremos ver que la tasa de enfermos es en realidad mucho mayor entre las personas que deciden no vacunarse.
El economista de la industria sanitaria de la OMS, Miloud Kadar, estima que el mercado mundial de vacunas fue de unos US$24 mil millones en 2013.
Fue apenas un 3% del total del mercado farmacéutico global.
En los últimos años, el mercado ha cobrado un nuevo impulso gracias a la expansión de los programas de inmunización en países recientemente industrializados como China, y la decisión de muchas personas ricas de financiar la investigación y el desarrollo de vacunas, como Bill Gates, el fundador de Microsoft.
Pero es la humanidad en su conjunto la que tiene un verdadero interés comercial en vacunarse, porque enfermarse sale caro.
Un estudio realizado en 2016 por la Universidad estadounidense John Hopkins estimó que por cada dólar invertido en vacunación en los 94 países con ingresos más bajos del mundo, se ahorran US$16 en atención médica, salarios y descenso de la productividad que causa que alguien padezca o muera por una enfermedad.
Si bien las vacunas han reducido la incidencia de algunas enfermedades prevenibles en muchos países, no significa que estén bajo control a nivel mundial.
Algunas de ellas continúan siendo prevalentes, o incluso endémicas, en otras partes del mundo. Y gracias a la globalización, estas enfermedades pueden extenderse fácilmente y hacer que se produzcan brotes en otros países donde la vacunación no sea tan eficaz.
Los casos de sarampión en Europa, por ejemplo, se triplicaron entre 2017 y 2018 y se alcanzaron casi las 83.000 personas afectadas por esta enfermedad prevenible, el número más alto en esta década.
A muchos padres también les preocupa que las vacunas contengan sustancias como formaldehído, mercurio o aluminio.
Estos componentes son nocivos si se consumen a niveles muy altos, pero no en la proporción que aparecen en las vacunas.
Según la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos, una vacuna típica utiliza una concentración de mercurio de 25 microgramos para una dosis de 0,5 mililitros. Es la misma cantidad de mercurio que contiene una lata de atún de 85 gramos.
La creencia de que las vacunas son parte de un complot del mundo occidentalpara acabar con ciertas poblaciones aún persiste.
En el norte de Nigeria, la lucha contra la poliomielitis es muy difícil porque la comunidad local cree que la vacunación puede causar la infertilidad a las niñas o propagar el virus de VIH.
Es común que haya ataques contra el personal sanitario que trabaja en la zona.
En Afganistán y Pakistán, que junto con Nigeria son los únicos países donde el virus de la polio sigue siendo endémico, existen los mismos mitos.
Y desde luego no ayuda que la justificación para algunos programas de vacunación no sean del todo válidas.
En marzo de 2011, la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) organizó una campaña falsa de vacunación contra la hepatitis Ben Pakistán en un intento de recopilar ADN para poder localizar al entonces líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, y hallar su paradero.
Finalmente se descubrió el engaño y la desconfianza hacia las vacunas, en un país donde la cobertura ya es considerablemente deficiente, aumentó todavía más.