Al menos 207 personas murieron y unas 450 resultaron heridas este domingo, tras ocho detonaciones de bombas en iglesias y hoteles en Sri Lanka.
Los ataques sorprendieron al país asiático, que asumía que había dejado atrás décadas de guerra civil. En los últimos años, desde el fin del conflicto interno en el país en 2009, solo se han presentado casos de violencia de forma esporádica.
Ahora las iglesias en toda la nación isleña están custodiadas por soldados armados, y la gente busca desesperadamente a sus seres queridos en las morgues de las ciudades donde ocurrieron los ataques: Colombo (la capital), Dehiwala, Negombo y Batticaloa.
Hasta el momento, la policía srilankesa ha detenido ocho personas, pero no está claro quién está detrás de los ataques.
Aquí, el agotado personal médico descansa fuera de la morgue en Batticaloa, después de que una bomba fuera detonada en la iglesia Zion de la ciudad.
Para aquellos que han tenido que identificar los cadáveres de sus seres queridos, la experiencia ha sido devastadora.
El santuario de San Antonio, en el barrio de Kochchikade (Colombo), ahora está fuertemente custodiado por las fuerzas de seguridad de Sri Lanka. La sede religiosa fue uno de los escenarios de las bombas.
Algunos de los monjes budistas de Colombo visitaron el santuario de San Antonio después del ataque.
Según el censo de 2012, aproximadamente el 70,2% de la población de Sri Lanka es budista cingalesa. Esta es la religión que profesa la mayoría de la población del país.
Varios hoteles también fueron atacados, incluido el Kingsbury de Colombo, que sufrió importantes daños.
Algunos sacerdotes católicos esperan dentro de la Iglesia de San Sebastián en Katuwapitiya, Negombo, mientras los funcionarios inspeccionan la escena. Están de pie junto a una estatua de Jesucristo salpicada de sangre.
En la misma iglesia, los lugareños y la policía miran una estatua del santo James montada en la pared.
Ambulancias, bomberos y policías intentan mantener a las personas en calma frente al santuario de San Antonio en Kochchikade, Colombo.
El primer ministro de Sri Lanka, Ranil Wickremesinghe, llega a la iglesia fuertemente custodiada.