En las noches sin luna, parece una mancha turbia en el negro sin fondo del cielo, un manto de luces de Navidad lejanas y opacas en el oscuro absoluto…
Para los antiguos griegos, la Vía Láctea era el vestigio de las conjuras y traiciones del Olimpo: leche gloriosa de Hera que el bebé Hércules le sacó de una bocanada sin misericordia.
Los vikingos, en cambio creían que cada una de sus luces era un alma perdida, mientras para los peregrinos que desandaban las rutas a Compostela en la España medieval, era el mapa celeste que conducía a la tumba del Apóstol Santiago.
Para los científicos, a través de los años, nuestra galaxia ha sido un puerta para conocer más sobre el Universo, un camino a las respuestas del misterio infranqueable de dónde venimos y a dónde vamos.
Casi todos alguna vez la hemos visto con su inmensidad reducida a una ilustración: una inmensa línea espiral, un huracán achatado de planetas, estrellas y polvo cósmico que alberga a la Tierra y el Sol en uno de sus largos tentáculos luminosos.
Pero, al parecer, esa visión plana está equivocada.
Un nuevo mapa tridimensional creado por la Universidad de Varsovia y publicado en la revista Science esta semana muestra que la Vía Láctea está “deformada y retorcida” y que no es plana, como se pensaba anteriormente.
Según los científicos, podría tratarse de un efecto resultado de su interacción con la descomunal fuerza de otras galaxias del universo.
No es la primera vez que los científicos apuntan a esta hipótesis.
De hecho, en febrero pasado otro mapa en 3D de la Vía Láctea fue elaborado por astrónomos de la Academia de Ciencias de China y la Universidad Macquairie en Australia con similares conclusiones.
Esta nueva investigación y sus hallazgos, sin embargo, respaldan lo que ya sugería el mapa galáctico entonces: que la Vía Láctea no obedece a geometrías y que su estructura es más compleja de lo que imaginábamos.
El análisis de las estrellas más brillantes de la galaxia muestra que no se encuentran en un plano, como tradicionalmente se mostraba en textos académicos y libros populares de ciencia.
Esa imagen popular de la Vía Láctea como disco plano se basa en la observación de 2,5 millones de estrellas, de las más de 2.500 millones que se estima que en realidad tiene.
De ahí que las imágenes artísticas que tenemos de nuestra galaxia son aproximaciones de su verdadera estructura, según explica a la BBC la astrónoma Dorota Skowron, de la Universidad de Varsovia.
“La estructura interna y la historia de la Vía Láctea aún están lejos de ser entendidas, en parte porque es extremadamente difícil medir distancias a las estrellas en las regiones externas de nuestra galaxia”, afirmó.
Para obtener una imagen más precisa, Skowron y sus colegas midieron las distancias de algunas de las estrellas más brillantes de la Vía Láctea, llamadas estrellas variables Cefeidas.
Estas son estrellas jóvenes masivas que son cientos, si no miles, de veces más brillantes que nuestro propio Sol. Pueden ser tan brillantes que es posible observarlas en el borde de la galaxia.
No solo eso: también pulsan a intervalos regulares a una velocidad que está directamente relacionada con su brillo.
Esto permite a los astrónomos calcular su distancia con gran precisión.
La mayoría de las estrellas fueron identificadas por el Experimento de Lente Gravitacional Óptica (OGLE) en el Observatorio Las Campanas (LCO) en el desierto de Atacama, en Chile.
Y según Przemek Mroz, miembro del equipo OGLE, los resultados fueron sorprendentes.
“Nuestros resultados muestran que la Vía Láctea no es plana. Está deformada y torcida lejos del centro galáctico. La deformación puede haber sucedido a través de interacciones pasadas con galaxias satelitales, gas intergaláctico o materia oscura (material invisible presente en el universo)”, afirmó.