Los argentinos ansiaban el Mundial de Rusia con ilusión de saldar frustraciones futbolísticas y olvidar penurias de la economía diaria, gozar de la magia de Lionel Messi y sumar su tercer título, pero llegan entre enojados y angustiados al Argentina-Nigeria que sellará el destino.
El martes, a las 15H00 locales (18H00 GMT), cuando arranque el partido, un país entero se detendrá para ver a los 11 capitaneados por Messi enfrentar a las Aguilas Verdes.
Ahora será contra Nigeria, el mismo equipo al que aplaudieron por derrotar a Islandia 2-0 y reavivar la ilusión de clasificar tras el fatídico choque con Croacia, en el que Argentina cayó 3-0.
Argentina, con tres entrenadores distintos, sufrió en las eliminatorias y se clasificó al Mundial in extremis con un Messi inspirado que frotó la lámpara para regalar tres goles contra Ecuador.
“Este equipo tiene un problema psicológico”, afirma Juan Córdoba, un empleado público de 30 años.
“A Messi le tengo fe. Con Sampaoli pensé que Argentina iba a andar bien, pero fue un desastre”, sostiene Sergio Núñez, un vendedor de diarios y revistas, de 45 años.
En el Barcelona a Messi “lo hacen brillar, acá no. Ojalá que clasifiquemos, pero si clasificamos no hay mucha esperanza”, opina Víctor Granados, un relojero de 63 años.
La estrella Messi “no lidera ni conduce. Es un genio, un jugador excepcional. Pero no podés pedirle que se ponga el equipo al hombro”, afirma Guido Levy, un empleado del parlamento de Buenos Aires de 54 años.
La pasión ‘futbolera’ atraviesa el país. Cuando juega la selección, las calles se vacían, las empresas y las escuelas instalan televisores para disminuir el ausentismo. Hasta el papa Francisco es un confeso fanático de fútbol, hincha de San Lorenzo.
Al término de la goleada croata, un canal deportivo que transmite desde Rusia abrió el programa con la marcha fúnebre y un minuto de silencio de sus periodistas, al aire. “Perdón Messi”, tuiteó en respuesta un hincha.
Las redes se hicieron eco con especial inquina con el entrenador Jorge Sampaoli y el arquero William Caballero por su cuasiautogol que selló la suerte albiceleste ante Croacia.
Yamila Morales, un ama de casa de 30 años que vive en un barrio empobrecido de Buenos Aires, confiesa “no tener fe en esta selección” y prevé que Nigeria “nos va are-golear y nos lo merecemos”.
Según el sociólogo Rodrigo Daskal, “el fútbol puede implicar una alegría pasajera, pero la mayoría de las personas tiene puesta la atención en sus problemas y después del partido vuelve a ellos”.
“¡Que baje el dólar, que baje el dólar!”, entonan argentinos en las calles de Moscú, informados de la fuerte depreciación del peso de las últimas semanas que multiplicará los costos de un viaje que imaginaron hace un año con una moneda 30% o 40% más fuerte.
El sufrimiento por los resultados deportivos multiplica la angustia de los argentinosque padecen a diario el alza de los precios y las tarifas, con una inflación de 11% hasta mayo y un clima recesivo.
Este lunes, en la víspera del partido decisivo, el país estará paralizado pero por una huelga general contra la política económica de Mauricio Macri y el acuerdo con el FMI que prevé mayor ajuste.
“El país no está bien y el Mundial iba a ser una forma de que la gente se olvide de cómo está de mal el país”, dice Matías Taleb, 29 años, encargado de un comercio de ropa deportiva, donde las camisetas albicelestes se agotaron para el Día del Padre que coincidió con el debut de Argentina en Rusia-2018.
“Por ahora no hubo suerte, y va ganando la depresión”, apunta Levy, pero en Argentina sueñan con que la selección reaccione. “Nos queda una vida”, dicen.
Con información de: © Agence France-Presse