Esta Recopa se une a las alcanzadas en los años 2015 y 2016.
River Plate de Argentina volvió a vivir otra fiesta de goles, fútbol y fuegos de artificio al conquistar su tercera Recopa Sudamericana con una goleada 3-0 al Athletico Paranaense de Brasil, ante unos 66.000 aficionados en Buenos Aires, tras remontar una derrota 1-0 en el partido de ida.
La igualdad el jueves en la llave la estableció Ignacio Fernández cuando mandó al fondo del arco la pelota rebotada de un tiro penal que le había tapado el arquero Santos, a los 65 minutos. La pena fue sancionada por mano de Lucho González que comprobó el árbitro chileno Roberto Tobar con el VAR.
La segunda conquista fue obra de Lucas Pratto al clavar en la red un derechazo, tras bajar con calidad técnica un pase alto, acomodarse y batir con un derechazo el bloqueo del arquero Santos, a los 90+1.
“Tenemos un corazón enorme, además del juego que desarrollamos”, declaró ‘El oso’ Pratto.
El broche de oro lo puso el juvenil Matías Suárez al tocar suave la bola dentro de los tres palos desamparados, a los 90+5 tras dejar en el camino al guardavalla. River llegó a la final como campeón de la Libertadores y el ‘furacao’ de Curitiba como titular de la Sudamericana.
“Sabíamos el camino y los objetivos porque tenemos un técnico que nos lleva a los más altos niveles”, declaró el experimentado capitán Leonardo Ponzio.
Bajo la dirección técnica de Marcelo Gallardo en cinco años, los ‘millonarios’ suman 10 títulos nacionales e internacionales, entre ellos las tres Recopas. Las había ganado en 2015 y 2016.
“River es un grande de la historia”, dijo ‘El muñeco’ Gallardo.
Fue un duelo intenso y dramático. Con vértigo y fuego contra fuego. Al frío otoñal lo disimuló la caldera de pasión que ardía en las tribunas.
Fue una batalla táctica entre los entrenadores Marcelo Gallardo y Tiago Nunes. Pero una vez más pesó el fútbol como dinámica de lo impensado. Las emociones llegaron por la sorpresa y con un final demoledor.
Resplandores en la noche fueron dos tapadas monumentales como el estadio. En una fue el arquero brasileño Santos quien tapó como un coloso un misil de Lucas Pratto. En la otra, Franco Armani le desvió a Lucho González un tiro letal a cinco metros del arco. Un milagro en los tres palos de River.
River trató de romper el esquema del rubro-negro por las bandas. Por izquierda Fabrizio Angileri, por derecha el retornado Gonzalo Montiel. Los intentos desfallecían en la pareja central de titanes aéreos, Léo Pereira y Paulo André.
Los de la banda roja dominaban. No se le prendía la lamparita a Nacho Fernández, aunque le sacó astillas a un poste con un bombazo. Tampoco se encendía la llama inspiradora de Exequiel Palacios, reemplazado después.
Los motores los prendía desde atrás Enzo Pérez, mientras que el caudillo Leo Ponzio luchaba como león y distribuía juego con sabiduría.
El problema en la ofensiva tenaz de River era que Paranaense le sabía poner candados a la velocidad de Rafael Santos Borré y la potencia de Pratto.
No funcionó a pleno la luminosa circulación por el ala izquierda brasileña que arman Renan Lodi, Wellington y Roni. Fue más eficaz el despliegue de Nikao y la calidad de tiempista de Bruno Guimaraes.
Lo mejor del ‘furacao’ era Luis González, cerebro del equipo. Puso la pausa, reguló el ritmo. Pero los ataques brasileños se debilitaron porque a Marco Ruben, un duende del gol y fantasma del área, lo vigilaron como si fueran sus guardaespaldas Javier Pinola y Lucas Martínez Quarta.
Los ‘millonarios’, sin renunciar a su juego a ras del piso, presionaron más arriba. Montaron un asedio. Paranaense se echó naturalmente más atrás, abroquelado.
La alternativa tecnológica del VAR llegó por un remate de Pinola que rebotó en una mano de González. Santos le tapó junto a un poste el zurdazo a Nacho Fernández pero en el rebote el volante no falló.
Con los goles vibró el cemento como en un terremoto. Gallardo apostó de nuevo al ataque con la entrada del juvenil Matías Suárez. Le salió bien. Tras el golpe de nocaut de Pratto, Suárez definió como un veterano.
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