En el hospital psiquiátrico de Kurilo, perdido en las colinas que rodean Sofía, un centenar de personas están abandonados a su suerte en medio de edificios en ruinas. Aislados, desatendidos, olvidados, los enfermos mentales búlgaros sobreviven en condiciones similares a la época comunista.
“Bulgaria es el único país del exbloque soviético que no ha reformado su sistema de cuidados psiquiátricos”, lamenta el profesor Drozdstoy Stoyanov, consultor nacional ante el ministerio de Salud, que recientemente invitó a la Asociación Europea de Psiquiatría (EPA) a realizar una auditoría.
A años luz de los desarrollos modernos de la psiquiatría, de los que en los últimos años se beneficiaron las estructuras de menor escala integradas en la sociedad, los pacientes de Kurilo pasan sus días lejos de todo, ociosos.
“Es extremadamente peligroso para la salud física y mental pasar horas y horas sin hacer nada”, advierte a la AFP la profesora Silvana Galderisi, presidenta de la EPA, instando al gobierno búlgaro a tomar medidas.
Heredados de la era comunista, en la que convenía esconder a los enfermos mentales para no afectar a la imagen radiante de la sociedad que la propaganda pretendía difundir, la casi totalidad de los hospitales y asilos psiquiátricos del país, que albergan a más de 3.000 pacientes en total, están alejados y no disponen de medios.
“La gente no tiene acceso al conjunto de los cuidados necesarios -medicamentos, psicoterapia y reeducación- para volver a la vida”, constata Galderisi, una médica italiana.
El hospital de Kurilo, instalado en unos antiguos almacenes, que son un horno en verano y una nevera en invierno, solo tiene dos retretes por cada veinte personas y una cama de metal por único espacio personal. Cuenta, eso sí, con un parque verde, pero este “por sí solo, no cura la esquizofrenia”, sostiene la directora del establecimiento, Tsveteslava Galabova.
La situación incluso se ha degradado en ciertos aspectos: la granja estatal en la que los pacientes podían trabajar sucumbió a los golpes del libre mercado, por lo que los enfermos perdieron su única actividad curativa.
La falta de medios se traduce en el modesto nivel de los sueldos: un psiquiatra cobra 450 euros mensuales y un enfermero, 250; inferior incluso al salario medio del país, el más bajo de la Unión Europea (500 euros).
“No tengo 630 leva (316 euros) para un trabajador social que se encargue de la reinserción”, exclama indignada Maya Stoimenova, directora de la clínica psiquiátrica universitaria de Pleven (norte), lamentando un presupuesto “ridículo y absurdo”.
El gobierno lanzó este año un plan de acción a tres años para cerrar algunos establecimientos y crear centros de día para integrar mejor a los pacientes en la sociedad. Pero los prejuicios son difíciles de eliminar.
“La actitud de estigmatización está extendida por la sociedad, incluso entre los médicos”, dijo Stoyanov. El ministro de Interior, Valentin Rdev, consideró recientemente, con ocasión de un parricidio, que “los enfermos psiquiátricos”deberían ser “controlados y encerrados”.
Pese a que las condiciones de acogida en estos centros fueran vivamente denunciadas en 2017 por el comité de Naciones Unidas contra la tortura, muchas familias siguen confiando sus enfermos a estos establecimientos, a falta de otras estructuras de acogida de día.
Además, las listas de espera para los centros de estadía prolongada son largas, por lo que cientos de pacientes siguen viviendo en el hospital, sin poder volver a sus casas. “Tengo un esquizofrénico autor de un asesinato que vive en el hospital desde hace 23 años”, indica la directora de Kurilo.
Para empezar a ponerse al día, Bulgaria tendrá que dedicar el 10% de sus gastos previstos para sanidad a la psiquiatría, frente al entre 1 y 3% actual, declaró la EPA. “La voluntad política es crucial”, según Galderisi.
“Pedimos que el hospital fuera trasladado a Sofía, para que estuviera integrado en la ciudad, pero la alcaldesa nos dijo que un referéndum tenía que estar organizado”, señala suspirando la directora de Kurilo. El proyecto, simplemente, desapareció del orden del día.