Luego de los atentados del domingo de resurrección cristianos y musulmanes en la isla del Océano Índico viven en constantes tensiones.
El arzobispo de Colombo calificó el domingo de “insulto a la humanidad” los atentados suicidas perpetrados en Semana Santa contra tres iglesias y tres hoteles de lujo, en un momento en el que persiste la tensión en la isla una semana después del drama.
Colombo, Sri Lanka | AFP
El líder de los católicos de Sri Lanka, monseñor Malcolm Ranjith, celebró una misa privada retransmitida en directo por televisión tras la anulación de todos los oficios públicos, debido al temor a nuevos ataques, como los que costaron la vida a 253 personas el pasado 21 de abril.
No obstante, se organizó una vigilia bajo fuerte vigilancia ante la iglesia de San Antonio, en la capital, a las 08H45, la hora en la que el edificio fue atacado por un kamikaze, matando decenas de fieles.
Los terroristas se inmolaron en tres hoteles de lujo de Colombo y tres iglesias repletas de personas cuando se celebraba la misa de Pascua: la de San Antonio y otras dos ubicadas en las localidades de Negombo y Batticaloa.
El prelado comenzó la misa en una capilla en su domicilio, en presencia del presidente Maithripala Sirisena y del primer ministro Ranil Wickremesinghe, pidiendo la paz y la unidad en esta nación multiétnica del sur de Asia.
“Lo que ocurrió el domingo pasado es una inmensa tragedia, un insulto a la humanidad”, dijo el arzobispo, quien pidió a los fieles mostrar bondad los unos con los otros como muestra de respeto a todas las víctimas de estos atentados, que también dejaron casi 500 heridos.
“Hoy, durante la misa, prestamos atención a la tragedia ocurrida el domingo pasado e intentamos comprender. Rezamos para que quienes perdieron la vida ese día vivan una vida eterna a través del Señor y para que los heridos sanen pronto”, continuó.
“De la misma forma, rezamos para que en este país reinen la paz y la coexistencia, la comprensión mutua sin divisiones”, añadió.
Las tensiones persisten en esta excolonia británica del subcontinente indio, poblada por unos 21 millones de habitantes mayoritariamente budistas.
El primer ministro anunció este domingo que las fuerzas de seguridad mataron o detuvieron a la mayoría de los islamistas radicales vinculados a los atentados, y afirmó que el país está listo para “volver a la normalidad”.
Estos ataques fueron perpetrados por “un grupo pequeño, pero bien organizado”, declaró en un comunicado. “La mayoría de sus miembros fueron detenidos. Algunos están muertos”, añadió.
Las autoridades imputaron la responsabilidad de la masacre a un grupo islamista local, el National Thowheeth Jama’ath (NTJ), afiliado a la organización yihadista Estado Islámico (EI), que reivindicó los ataques.
El domingo se implementaron importantes medidas de seguridad. Decenas de soldados fueron desplegados en las calles, delante de las mezquitas y las iglesias, marcando el paso de una semana de los atentados.
En San Antonio, decenas de personas reunidas delante del edificio cesaron de cantar himnos a las 08H45 exactas, y empezaron a tañer las campanas. Las agujas del reloj de la iglesia quedaron detenidas en la hora en que sucedió la tragedia.
“Vengo todos los domingos a esta iglesia”, explica Dharshika Fernando, de 19 años, a la vez que retiene sus lágrimas. “Es como si hubieran hecho explotar mi propia casa”, confiesa.
La reapertura de las escuelas, inicialmente prevista para el lunes, fue aplazada una semana. Igualmente se implantó un toque de queda nocturno.
Un centenar de personas fueron detenidas tras los ataques. Según las autoridades, el país cuenta con unos 140 partidarios del grupo EI.
El primer ministro confirmó que kamikazes potenciales se habían suicidado el viernes por la noche en el este del país cuando se encontraron frente a las fuerzas de seguridad. En total, 15 personas murieron en este enfrentamiento, durante el cual tres kamikazes se inmolaron en un escondite yihadista.
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