Enfundado en su ceñido traje azul, el Capitán América reparte panfletos en una transitada calle de Sao Paulo. Se presenta a legislador regional y, a pocos días de las imprevisibles elecciones generales de Brasil, no pierde tiempo. Con más de 27.000 candidatos, unos segundos de atención pueden valer un escaño.
Él no es el único superhéroe que concurre a los comicios del 7 de octubre, cuando el mayor país de América Latina elegirá a su presidente, 27 gobernadores, así como a gran parte del Congreso y las asambleas regionales.
Son casi 1.700 puestos vacantes a los que se presentan también Batman, Snoopy, varios Papá Noel o el perseverante Bin Laden, candidato a diputado por Sao Paulo que, tras fracasar en 2014, vuelve a probar suerte.
En el complejo sistema brasileño, que permite a los candidatos cualquier nombre que no sea ofensivo, todo vale para seducir a unos ciudadanos agotados. Incluso posar para la ficha del Tribunal Electoral vestido de Hombre Araña, como lo hizo un postulante de Amapá (norte).
“Lo único que necesita un político es un minuto de conversación con el elector y hoy eso no se tiene. Si entregas un panfleto como una persona normal, la gente le da un vistazo y lo tira. Vestido de superhéroe, despierto su curiosidad”, explica a la AFP el Capitán América, con su enorme escudo rojo a las puertas de un hospital infantil de Sao Paulo.
Pero no todo funciona, avisa este policía de 50 años a quien nadie llama ya Luiz Carlos De Paula, su verdadero nombre.
“Para disfrazarte y ser candidato, tienes que tener una historia. No sirve de nada vestirse de Batman, salir y decir ‘soy Batman’, no va a surtir el efecto que está teniendo mi campaña”, asegura.
Después de recibir tres tiros en un asalto que casi le mata en 2012, el Capitán América De Paula -como figura en el registro electoral- decidió dedicar su nueva vida a los niños con cáncer, a quienes visita disfrazado en los hospitales.
Sus acciones le hicieron famoso entre sus vecinos, que le animaron a entrar en política y, tras un intento fallido, se afilió al PSL del ultraderechista Jair Bolsonaro, ya que opina que Brasil necesita “un choque de realidad”.
La aventura electoral, que le obligó a pedir una licencia de tres meses en la policía, le ha costado ya unos 6.000 reales (1.500 dólares), pero dice que todo compensará si consigue llevar su lucha hasta la Asamblea regional.
Parece imposible, sin embargo, que iguale el éxito del payaso Tiririca, a quien su campaña con el eslogan “Peor de lo que está, no quedará” le convirtió en el diputado más votado de Brasil en 2010, con 1,3 millones de sufragios. Repitió experiencia en 2014 -siendo el segundo más apoyado-, y tras abandonar el Congreso en diciembre, ahora busca un tercer mandato con propuestas como “que el dólar caiga más que Neymar”.
Para el politólogo de la Universidad Federal de Minas Geraisl (UFMG) Fernando Meireles, el sistema brasileño incentiva estas candidaturas histriónicas.
“Son muchos candidatos y el espacio para la propaganda política en televisiones y radios no es grande. Es complicado, y muy costoso, hacer campaña y para distinguirse muchos optan por otras formas de llegar al elector”, añade.
Así lo vio Felipe Oriá, candidato a diputado por el PPS (centro). Necesitaba unos segundos para seducir y diferenciarse de cientos de competidores. Eso ya lo había oído antes: en Tinder, la popular aplicación de encuentros.
Feliz en su matrimonio, no buscaba novia sino electores y en julio se abrió su perfil, que no tardó en recibir 400 ‘matchs’ (interacciones) por día.
“La primera foto era mía, pero el resto eran propuestas en las que decíamos ‘dale match a estas ideas’. El juego era que mostraran interés no en mí, sino en las propuestas”, cuenta satisfecho este graduado en Harvard y profesor universitario en Pernambuco (noreste).
Candidatos de todo el país le llamaron para emular su experiencia, pero Tinder acabó cerrándole la cuenta por no darle el uso correcto.
“La experiencia era una forma de luchar contra la apatía de los votantes y, al mismo tiempo, llamar la atención sobre la necesidad de explorar otros caminos para hacer las elecciones más baratas”, afirma, en referencia a los elevados precios de la publicidad electoral, también en las redes sociales.
Buscando mayor independencia, Felipe lanzó una campaña de financiación colectiva por la que ha reunido unos 150.000 reales (37.600 dólares), pero que no es suficiente.
Con información de:“Hasta que no se haga una reforma política que coloque criterios objetivos en la distribución de recursos, de tiempo de TV… las tasas de renovación en el Congreso continuarán siendo bajísimas”, lamenta.
“Es la lucha de David contra Goliat”. O de un superhéroe.