El papa Francisco se reunió con el presidente de la conferencia episcopal estadounidense, en tanto sus partidarios cerraban filas en torno a la forma en que el pontífice gestionó un presunto caso de abuso sexual por un cardenal norteamericano.
El papa Francisco se reunió con el presidente de la conferencia episcopal estadounidense, en tanto sus partidarios cerraban filas en torno a la forma en que el pontífice gestionó un presunto caso de abuso sexual por un cardenal norteamericano.
Francisco conversó este lunes con el cardenal Daniel DiNardo y otros altos cargos de la conferencia episcopal en el Vaticano, 48 horas después de haber ordenado una investigación de los archivos del Vaticano sobre el exarzobispo de Washington, Theodore McCarrick, quien renunció a su cargo en julio.
DiNardo “saludó” el domingo las “medidas adicionales tomadas por el papa Francisco para garantizar que los fieles estén protegidos del demonio de las agresiones sexuales”.
El caso de McCarrick desencadenó una tormenta en agosto, cuando el arzobispo Maria Vigano, un exnuncio del Vaticano en Washington, culpó al papa de ignorar las acusaciones de que McCarrick había abusado de un adolescente hace décadas.
Al Sumo pontífice se le reprochó también haber retirado las sanciones que había impuesto su antecesor, Benedicto XVI, al arzobispo McCarrick, algo que desmintió el domingo el prefecto del Vaticano para la Congregación de los Obispos.
El cardenal canadiense Marc Ouellet dijo el domingo que este “ataque injustificado” era un “montaje político privado de fundamento real para incriminar al papa”.
Y añadió que él mismo le dijo en persona a Vigano que McCarrick “debía obedecer ciertas condiciones y restricciones debido a los rumores sobre su comportamiento pasado”.
Tras dejar su cargo de arzobispo de Washington en 2006, McCarrick “fue exhortado” por los embajadores del Vaticano “a no viajar y a no hacer apariciones públicas para no provocar otros rumores que circulaban sobre su persona”, explicó.
“Es falso presentar las medidas tomadas respecto a él como ‘sanciones’ decretadas por el papa Benedicto XVI y anuladas por el papa Francisco”, dijo Ouellet en su carta abierta a Vigano.
Si en aquel momento no se impusieron sanciones fue porque “entonces no se disponía, como ahora, de pruebas suficientes sobre su presunta culpabilidad”, señaló.
No obstante, Ouellet admitió que en su opinión “deberían haberse investigado más en profundidad algunas sospechas proporcionadas por testigos”, aunque “el prelado en cuestión sabía cómo defenderse con destreza respecto a las dudas generadas sobre su persona”.
Francisco no ha comentado hasta ahora las acusaciones de Vigano.
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