Dos jóvenes blancos de estilo paramilitar mataron a 29 personas durante el fin de semana en Estados Unidos, confirmando los temores de aquellos para quienes el "terrorismo blanco" es ahora la principal amenaza para el país.
Entre lágrimas, se alzaron voces a ambos lados del espectro político para llamar a las autoridades a medir el auténtico peligro, eclipsado largo tiempo por la lucha contra los ataques yihadistas.
“Las vidas perdidas en Charleston, San Diego, Pittsburgh y, seguramente ahora también en El Paso, son las consecuencias del terrorismo nacionalista blanco“, dijo en la televisión Pete Buttigieg, candidato a las primarias demócratas, al aludir a los ataques contra un iglesia negra, dos sinagogas y el del sábado en un centro comercial de Texas.
Un hombre blanco de 21 años, armado con un rifle de asalto, mató a 20 personas, incluidos seis mexicanos, cerca de un supermercado en El Paso, una ciudad con 85% de su población de origen hispano ubicada en la frontera con México.
Un manifiesto, atribuido al tirador y que circulaba en Internet, denuncia “una invasión hispana de Texas” y evoca los tiroteos que llevó a cabo un supremacista blanco en mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, el 15 de marzo, con saldo de 51 muertos.
El tiroteo de El Paso es abordado como un caso de “terrorismo doméstico”, anunciaron las autoridades federales.
Trece horas después del ataque de El Paso, un hombre blanco de 24 años sembró terror en Dayton, Ohio, matando a nueve personas en menos de un minuto. Su hermana está entre las víctimas y sus motivos no estaban claros en lo inmediato.
“Aquí hay dos factores que se combinan“, continuó Pete Buttigieg en su análisis en la cadena Fox News: “Por un lado, la debilidad de las políticas reguladoras del mercado de armas y, por otro, el aumento del terrorismo interno inspirado por el nacionalismo blanco”.
“No podemos proteger a Estados Unidos de esta amenaza si no estamos listos para nombrarla“, afirmó el joven alcalde de South Bend, Indiana. “El gobierno debe dejar de fingir que es solo una casualidad y que no se puede hacer nada“, acotó.
El presidente Donald Trump calificó el tiroteo en El Paso como un “acto de cobardía”, sin aludir a los supuestos motivos del sospechoso. Y el alcalde republicano de El Paso, Dee Margo, redujo la tragedia al acto de un “hombre trastornado y puramente diabólico”.
Pero incluso para algunos republicanos, esta explicación ya no es suficiente.
“La lucha contra el terrorismo ya es una prioridad, creo que debería incluirse una firme oposición al terrorismo blanco”, escribió en su cuenta de Twitter el político George P. Bush, sobrino del expresidente George W. Bush y Comisionado de la Oficina General de Tierras de Texas. “Esta es una amenaza real y presente”, agregó.
“El supremacismo blanco, como cualquier otra forma de terrorismo, es un flagelo que debe ser destruido”, tuiteó la propia hija del presidente, Ivanka Trump.
En 2017 y 2018, según el New America Analysis Center, la violencia de extrema derecha se ha cobrado más vidas en Estados Unidos que los propios ataques yihadistas.
Pero las autoridades, que se habían centrado en la lucha contra la amenaza yihadista después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, han reaccionado lentamente.
“Incluso bajo el gobierno del demócrata Barack Obama, los servicios de inteligencia a menudo han ignorado las amenazas de extrema derecha por razones políticas“, escribió el analista Robert McKenzie en marzo.
El jefe de la policía federal FBI, Christopher Wray, se defendió en abril al afirmar que sus servicios estaban “muy activos” ante la amenaza de los supremacistas blancos. “El año pasado, llevamos a cabo más arrestos relacionados con el terrorismo doméstico” que ligados al “terrorismo internacional”, agregó.
Pero las dudas persisten debido a la actitud de Donald Trump.
El presidente, que se ha hecho eco de la idea de una “invasión” de inmigrantes y lo repite continuamente, se negó a condenar las violentas manifestaciones de derecha en Charlottesville en agosto de 2017 y recientemente llamó a cuatro legisladoras demócratas de minorías a “regresar” a sus países.
“El presidente en persona promueve el racismo y la supremacía blanca“, dijo la senadora Elizabeth Warren, que aspira a la candidatura presidencial demócrata para las elecciones de 2020.
El excongresista Beto O’Rourke, que también corre en esa interna, fue aún más lejos al afirmar que Trump “es un racista y azuza el racismo en este país. Y no solo ofende nuestras sensibilidades, sino que fundamentalmente cambia el carácter de este país y lo lleva a la violencia”.