Son las 8 de la mañana y el mayor mercado de venta autorizada de hoja de coca de Bolivia es un constante trasiego de porteadores cargados con bolsones de casi cincuenta kilos a la espalda y productores venidos de lejos para vender su cosecha a compradores de todo el país.
por Andrea Domínguez25 agosto, 2018 - 07:50 AM
El 91% de la hoja de coca autorizada para venta legal en Bolivia se comercializa en el mercado de Villa Fátima, situado en una pendiente ladera de La Paz.
Hasta aquí llegan los productores, ordenados por sindicatos y orígenes, en vetustos taxis, camionetas o transporte colectivo cargados de su cosecha.
Por otra puerta salen los pequeños compradores que lo venden al por menor en comercios o en las calles de La Paz o grandes intermediarios que lo llevan a otros puntos del país, principalmente al departamento de Santa Cruz, el mayor consumidor de hoja para “pijcheo”, como se le llama al acto de masticar la planta.
A la puerta de una sala atestada de sacos y cholitas –las indígenas vestidas con pollera-, Julieta Núñez ya ha vendido 90 kilos y responde paciente a los interesados que meten la mano en otro saco de 50 libras (22,6 kg) para palpar y escrutar el contenido.
El mayor mercado
“La calidad de esta hojita es muy buena porque no tiene rabito”, explica mientras recita el precio: 1.350 bolivianos (unos 200 dólares) el saco a los interesados.
No le interesa venderlo por partes, dice a la AFP. Quiere terminar pronto y regresar a su casa en los Yungas con cerca de los 1.500 dólares obtenidos por la venta de su cosecha.
Pero no son todo ganancias, asegura. “Hay que pagar también a los recolectores”. Para llenar un saco de 50 libras se necesitan de 8 a 9 personas, asegura. Y el proceso se repite tres a cuatro veces al año.
El tamaño de la hoja determina su calidad y el precio, explica Gregorio Lima.
Obtenidas de un arbusto que crece principalmente en zonas de clima tropical y húmedo, las mejores son las pequeñas sin tallo.
El proceso es simple: hay que secarlas al sol. Pero antes de venderlas, hay que “machetearlas”, es decir, humedecerlas con el sereno de la noche para que estén “más blanditas”.
Viene una vez por trimestre con 10 bultos de 50 libras. “Ahora no hay mucha producción a causa de la falta de lluvia” en los Yungas, dice este agricultor que también cultiva árboles frutales.
La hoja de coca forma parte de la cultura ancestral y del patrimonio cultural de Bolivia, donde se consume en infusión o se mastica la hoja entera para dar energía y matar el hambre, el dolor de estómago, los resfriados o el mal de altura.
El gobierno de Evo Morales, un antiguo productor que ha prometido que cuando se retire de la presidencia volverá a cultivar coca, promulgó en 2017 la Ley General de la Coca para regular la actividad. También aumentó el área de cultivo de 12.000 a 22.000 hectáreas.
Sin embargo, el pasado año, los cultivos de coca crecieron un 6%, pasando de las 23.100 a las 24.500 hectáreas, principalmente, en los Yungas de La Paz (65%) y el Trópico de Cochabamba (34%), según un informe publicado esta semana por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Regulación “estricta”
Según Gerardo Ríos, secretario de comercialización de Adepcoca -una institución que concentra a los productores de coca de la región de los Yungas de La Paz-, la comercialización está “estrictamente” regulada.
“El productor llega a Adepcoca y obtiene una hoja de ruta para comercializar” su producción en zonas autorizadas, asegura. Y hasta llegar al mercado de Villa Fátima, tiene que superar varios controles y obtener un permiso para poder venderla.
“Fuera del cordón tradicional, (la actividad) se declara ilegal”, asegura vía telefónica a la AFP.
El pasado año, sólo entre el 52% y el 65% de la producción se comercializó en los mercados autorizados, según UNODC.
El 35-48% restante, 5 puntos porcentuales más que en 2016, fue a parar a la producción de cocaína, una actividad mucho más lucrativa que la que produce la comercialización autorizada.