La vida de Efendi, en una barriada de Yakarta, está a años luz de la de una pareja que se gasta más de 100.000 dólares en una boda pero, gracias a un plan contra el derroche, él y otros pobres degustaron el banquete.
“No me lo esperaba. De pronto recibí comida gratis”, cuenta a la AFP este sexagenario que se gana la vida recogiendo desechos para venderlos, sobre todo plástico.
Fue posible gracias a un proyecto de la oenegé Foodcycle que reparte entre los pobres los restos de comida de las bodas en un país en el que muchos alimentos se desperdician.
Este archipiélago del sudeste asiático es el segundo país del mundo, después de Arabia Saudita, que más comida derrocha, según una investigación realizada en 2017 por analistas de Economist Intelligence Unit. Indonesia, de 260 millones de habitantes, tira casi 300 kilos de comida por persona al año. Estados Unidos ocupa el tercer puesto.
A escala mundial, alrededor del 30% de la comida producida cada año se tira o derrocha, o sea aproximadamente 1.300 millones de toneladas, por un valor de casi 1 billón de euros (1,15 billones de dólares), según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El movimiento de lucha contra el derroche de comida en las bodas en Indonesia se concentra por el momento en Yakarta, pero su fundadora, Astrid Paramita, espera llevarlo a otras ciudades y extenderlo a eventos como reuniones o conferencias en los que se sirvan alimentos.
Yakarta es una capital de extremos donde los rascacielos se codean con las barriadas y donde las diferencias entre ricos y pobres son enormes.
La boda de Alden Lukman y Jessica Widjaja, fundadores de una start-up, costó más de 1.000 millones de rupias (alrededor de 94.000 euros, 108.000 dólares), una suma astronómica para la inmensa mayoría de los indonesios.
“Hay muchas bodas en Indonesia y sobra mucha comida” en estos festejos, cuando en el país “por desgracia hay muchos pobres”, afirma Paramita a la AFP.
El derroche en las bodas en Indonesia se debe en parte a una tradición local que consiste en invitar a numerosos comensales, que en la mayoría de los casos no confirman su asistencia, con lo cual los organizadores encargan mucha más comida de la necesaria.
Desde noviembre, unas 50 bodas participaron en la iniciativa lanzada por Paramita. Alrededor de 1,6 toneladas de alimentos fueron distribuidos en pocos días a ancianos pobres.
En la ciudad de Bandung, al sudeste de Yakarta, nació otro movimiento de este tipo, pero no se concentra en las bodas. Y la oenegé Banco de Alimentos de Indonesia colabora a su vez con panaderías.
Para Arief Daryanto, profesor de la universidad de agricultura de Bogor, a las afueras de la capital, una de las soluciones consiste en preparar platos de distintas porciones (pequeña mediana o grande). Además “Indonesia puede afrontar el problema multando a los comercios o supermercados que tiren comida”, como hace Francia, agrega.
Francia fue el primer país del mundo en dotarse en 2016 de una legislación contra el desperdicio de alimentos que entre otras medidas obliga a los supermercados de más de 400 metros cuadrados a colaborar con una asociación de ayuda alimentaria para entregarle los productos sin vender.
El novio lo tiene claro. “Hemos servido a todos los invitados que vinieron y quedaba comida -dice Alden Lukman. Hace falta que la gente reflexione sobre cómo repartir los restos, que son muy, muy útiles”.
Con información de: © Agence France-Presse