Al menos 207 personas, incluyendo docenas de extranjeros, murieron y centenas resultaron heridas este domingo en atentados contra tres iglesias que celebraban la misa de Pascua y cuatro hoteles de lujo en Sri Lanka.
Ante la gravedad de la situación, el gobierno ordenó un toque de queda de duración indeterminada que entró en vigor este domingo y el bloqueo temporal de las redes sociales.
De momento, se contabilizaron 207 fallecidos y 450 heridos en los ataques, que todavía no fueron reivindicados, señaló el portavoz de la policía, Ruwan Gunasekera, en una rueda de prensa, y anunció que había tres personas detenidas.
Se trata del episodio más violento ocurrido en el país desde el fin de la guerra civil, hace una década.
En un video filmado en una de las iglesias atacadas se veían numerosos cuerpos descuartizados por el suelo, lleno de escombros y de sangre. La explosión fue tan fuerte que provocó el desprendimiento de parte del techo.
Se produjeron ocho explosiones en esta turística isla, seis por la mañana y dos por la tarde. Al menos dos de ellas fueron obra de kamikazes, según testigos, pero el portavoz de la policía, Ruwan Gunasekera, que indicó que se llevaron a cabo tres arrestos, afirmó que no podía “confirmar si fueron ataques suicidas”.
El primer ministro esrilanqués Ranil Wickremesinghe calificó los ataques de “cobardes” e hizo un llamado por la unidad del país.
El arzobispo de Colombo, Malcom Ranjit, exhortó al gobierno de Sri Lanka a “castigar sin piedad” a los responsables, a través de una “investigación sólida imparcial”.
El papa Francisco expresó dirigiéndose a los fieles reunidos en la Plaza San Pedro del Vaticano su “tristeza” y se declaró cerca de “todas las víctimas de una violencia tan cruel”.
Sri Lanka (21 millones de habitantes) es un país mayoritariamente budista que cuenta con unos 1,2 millones de católicos. Junto al 70% de budistas, los hindúes representan un 12%, los musulmanes un 10% y los cristianos un 7%.
Por la mañana, en Colombo, se produjeron ataques en tres hoteles de lujo y en una iglesia que causaron al menos 64 muertos, según una fuente policial.
En Negombo, al norte de la capital, 67 personas perdieron la vida en una iglesia y otras 25, en una iglesia de Batticaloa, en el este de la isla.
Por la tarde, al menos dos personas murieron en otra explosión en un cuarto hotel, situado en Dehiwala, en la periferia sur de la capital. En Orugodawatta, al norte de Colombo, un kamikaze se inmoló en un edificio y mató a tres policías, según la policía.
Al menos 35 extranjeros figuran entre los fallecidos, incluyendo un portugués, un holandés un estadounidense. Ciudadanos japoneses y británicos resultaron heridos.
Los cuerpos de 27 personas, presuntamente extranjeras según las autoridades, ingresaron en el hospital nacional de Colombo, según un responsable del ministerio de Relaciones Exteriores, Ravinatha Aryasinha.
De Irán a Reino Unido, las condolencias y los llamados a defender la libertad religiosa o a luchar contra el terrorismo se fueron multiplicando por todo el mundo. El presidente estadounidense, Donald Trump, afirmó que su país está “dispuesto a ayudar”, como había hecho antes la Unión Europea.
El jefe de la policía de Sri Lanka, Pujuth Jayasundara, alertó hace diez días en una nota a los oficiales de alto rango de que un grupo musulmán radical planeaba ataques suicidas contra “iglesias importantes así como la embajada india en Colombo”.
El NTJ es un grupo musulmán radical de Sri Lanka que se dio a conocer el año pasado cuando fue implicado en actos vandálicos contra estatuas budistas.
Las primeras explosiones que se registraron tuvieron lugar en la iglesia de San Antonio, en la capital, y en la iglesia San Sebastián de Negombo.
“Eran las 8 y media de la mañana. Había muchas familias”, contó a la AFP un empleado. Con un plato en la mano, “se digirió al principio de la cola y se hizo estallar”, agregó. “Un gerente que recibía a los clientes forma parte de los que murieron instantáneamente […] Era el caos total”.
En el hotel Shangri-La, situado cerca de allí, un fotógrafo de la AFP constató importantes daños en un restaurante del segundo piso, con las ventanas destruidas y los cables colgando del techo.
El ministro de Reformas Económicas, Harsha de Silva, dio cuenta en Twitter de “escenas horribles” en la iglesia de San Antonio y en dos de los hoteles atacados, que visitó.
“Vi fragmentos de cuerpos desperdigados por todas partes”, tuiteó, añadiendo que había “muchas víctimas, incluyendo extranjeros”.
En Sri Lanka, los católicos son percibidos como una fuerza unificadora ya que tienen adeptos tanto entre los tamiles como los cingaleses.
Sin embargo, algunos cristianos son mal vistos porque apoyan las investigaciones exteriores sobre los crímenes presuntamente cometidos por las fuerzas armadas contra los tamiles durante la guerra que culminó en 2009.
Según la Organización de Naciones Unidas, el conflicto de 1972 a 2009 dejó entre 80.000 y 100.000 muertos.
En 2017, la Alianza Nacional Evangélica Cristiana de Sri Lanka registró un centenar de incidentes contra los cristianos en la isla, según un informe del Departamento de Estado estadounidense. El año pasado, las autoridades decretaron 12 días de estado de emergencia para atajar unos disturbios contra los musulmanes en el centro del país.