La industria del plástico se ha asentado en un crecimiento regular, impulsada al tiempo por el consumo de los países emergentes y por los productos más técnicos en los países desarrollados, pese a las protestas de los ecologistas y el endurecimiento de las normativas.
En diez años, la producción mundial de plásticos pasó de 245 millones de toneladas en 2006 a 348 millones de toneladas en 2017, según las cifras presentadas recientemente por la federación europea PlasticsEurope.
El crecimiento fue de 3,9% en 2017, siguiendo la tendencia de los años anteriores (4% en 2016, 3,5% en 2015).
Si solo se tienen en cuenta los termoplásticos, que incluyen los productos más corrientes como el PET (tereftalato de polietileno), el polipropileno, el polietileno o el PVC, la demanda mundial creció a un ritmo de 4,7% anual en el periodo 1990-2017.
“¿Seguirá eso del mismo modo en los próximos años? Podemos suponer que sí”, considera Hervé Millet, director de asuntos técnicos y reglamentarios en PlasticsEurope. “Las razones que explican el crecimiento de los plásticos en el mundo, a priori, no van a desaparecer de golpe”.
China, primer país productor de plásticos, acapara en la actualidad más del 29% de la producción mundial, mientras que hace diez años esta solo representaba el 15%.
El consumo de plásticos está “ligado al desarrollo económico de los países”, ya sea en materia de infraestructuras y de construcción, de transportes o de aplicaciones en los sectores eléctrico y electrónico, explica Millet.
A eso se añade la primera aplicación, que es el envasado, en fuerte demanda en los países en desarrollo y que representa casi el 40% del consumo de plásticos en Europa.
“Hay un fuerte motor en los países en desarrollo, ligado al consumo”, con una demanda de polímeros de base para el envasado, apunta Pierre Gadrat, director para química y materiales en el gabinete Alcimed.
“En el otro extremo de la cadena, se encuentra el desarrollo de polímeros técnicos. Sigue igual de dinámico, o incluso más que antes”, añade. Así, esta industria “sigue desarrollando tanto por arriba como por abajo”, señala.
La producción de nuevos polímeros responde a aplicaciones en el sector del automóvil y médico. Algunas resinas se emplean en los materiales compuestos para los autos y en aeronáutica, pero también para productos de consumo como las zapatillas de deporte.
En paralelo, la contestación de los plásticos va creciendo, especialmente por razones de contaminación, y las normativas se endurecen, lo que empieza a preocupar a los fabricantes.
En Francia, la vajilla de usar y tirar de plástico debería desaparecer en 2020 si no es biodegradable. Las bolsas de plástico finas no compostables están prohibidas desde 2017 y muchos países tomaron medidas similares frente a la contaminación de los mares.
A finales de mayo, la Comisión Europea propuso prohibir los bastoncillos, cubiertos, platos, pajitas, varillas para mezclar cócteles y los palos de plástico para globos.
“En la actualidad, esto no afecta de forma masiva en el crecimiento del sector”, destaca Emmanuel Guichard, delegado general de la federación francesa de envases de plástico (Elipso). Pero “podemos pensar que todas estas medidas reglamentarias, en un determinado momento, tendrán su impacto”, añade.
Los industriales se preguntan también sobre la imagen de su producto. “Es el plástico el que está siendo estigmatizado en su conjunto”, advierte Hervé Millet, de PlasticsEurope.
El sector empieza a tomar en cuenta la dimensión del reciclaje, mientras que las marcas para el gran consumo se comprometen en utilizar más plástico reciclado.
Para otros materiales de uso corriente, como los metales, el vidrio, el cartón, los desechos están plenamente integrados en los canales de producción.
Para el director científico del organismo de recolecta Citeo, Carlos de Los Llanos,“eso es lo que espera el plástico: la situación de una industria que gestione simultáneamente su recurso virgen y su recurso reciclado”.
Pero “eso se aprende. Se necesitarán todavía quizá algunos años”, añade.