Jair Bolsonaro fue durante casi tres décadas un diputado irrelevante de Brasil, pero su apología de la mano dura tiene a este excapitán del Ejército a un paso de convertirse en presidente de un país que parece haber encontrado en su discurso misógino, homófobo y racista el consuelo a su descontento.
El 7 de octubre estuvo a punto de obtener la victoria en la primera vuelta con 46% de los votos, logrando la segunda mayor representación en la Cámara de Diputados.
Los últimos sondeos para el balotaje del domingo dan a Bolsonaro, quien rozó la muerte en septiembre al ser apuñalado en un mitin, un 56% de apoyos frente al 44% de su rival de izquierda Fernando Haddad.
El ultraderechista de 63 años se ve ya electo: Haddad “sólo puede llegar (a la presidencia) con un fraude, por el voto no va a llegar, estoy seguro”, dijo el miércoles. Días atrás, en un encendido discurso, dio su “pésame” a la “prensa vendida”, agradeció a sus seguidores porque “están salvando nuestra patria”y dijo que el encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva “va a pudrirse en prisión”.
En contraste con sus diatribas, ha abierto la puerta a retroceder en propuestas polémicas como la de retirarse del Acuerdo de París sobre el clima.
A menudo apodado “el Donald Trump brasileño”, este defensor de la familia tradicional, de Dios y del porte de armas ha impulsado su campaña por redes sociales, con un discurso antisistema en un país en profunda crisis política, económica y de seguridad.
Nostálgico declarado del régimen militar (1964-1985), llegó a afirmar hace dos años que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”.
Bolsonaro se hizo mucho más conocido por su retórica inflamada que por sus 27 años como diputado, en los que logró aprobar apenas dos proyectos.
A comienzos de septiembre estuvo a punto de morir cuando recibió una puñalada en el abdomen. El ataque lo llevó tres semanas al hospital, pero no lo apartó de internet.
Fortalecido tras el arrasador primer turno, mantuvo la estrategia y rechazó acudir a los debates con su rival, redoblando su ofensiva en las redes sociales, donde suma millones de seguidores.
Nacido en 1955 en Campinas, cerca de Sao Paulo, en una familia de origen italiano, este antiguo paracaidista forjó su carrera principalmente en Rio de Janeiro, donde fue elegido concejal en 1988 y obtuvo su primera banca como diputado federal dos años después.
Católico, tiene cinco hijos de dos matrimonios: cuatro varones -tres dedicados a la política- y una niña, que según dijo una vez significó “una debilidad” de sus capacidades.
Aquella no fue su primera declaración misógina. En 2003, le dijo a una diputada izquierdista que lo acusaba de incentivar las violaciones que “no merecería ser violada”. Luego explicó: “No merecería ser violada porque es muy mala, muy fea”.
Cientos de miles de mujeres se manifestaron antes de la primera vuelta para gritar “Él no”, pero eso no frenó su ascenso.
También hicieron correr tinta sus declaraciones homofóbicas. En una entrevista con la revista Playboy, en 2011, dijo que preferiría que sus hijos “muriesen en un accidente” a que fueran homosexuales.
Con el Palacio de Planalto más cerca, Bolsonaro intentó mostrar un perfil más amable, como en la publicidad electoral en la que se emocionaba al confesar que revirtió su vasectomía para tener a su hija Laura.
Para sus más ardientes partidarios, es simplemente “el mito” y un “salvador”.
En un país saturado por escándalos de corrupción y con altos índices de violencia y desempleo, su discurso “antisistema” encontró respaldo en diversas camadas sociales. se postuló por el hasta entonces pequeño Partido Social Liberal (PSL), al que adhirió este año.
Venció además las reticencias de los mercados, anunciando que de ganar nombraría ministro de Hacienda al economista Paulo Guedes, partidario de las privatizaciones y de medidas de austeridad para sanear las cuentas públicas.
Su último golpe maestro fue conquistar a la poderosa bancada del agronegocio en el Congreso y a líderes de iglesias evangélicas, que lo ven como la mejor alternativa para evitar el retorno de la izquierda.
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