El traspaso de 11 rinocerontes en julio a un parque nacional del sureste de Kenia no era, en principio, más que una mera formalidad. Pero acabó convirtiéndose en uno de los mayores fracasos de la historia de la protección de la fauna salvaje del país.
El traspaso de once rinocerontes a un parque nacional del sureste de Kenia parecía una mera formalidad.
Pero terminó convirtiéndose en uno de los mayores fracasos de la historia de la protección de la fauna salvaje en el país.
Los representantes de esta especie gravemente amenazada murieron intoxicados por la sal del bebedero de su nuevo refugio.
Según varios testimonios y documentos consultados por la AFP, hubo varias advertencias sobre la alta salinidad del punto de agua, que fueron ignoradas o incluso ocultadas.
Tras haber ingerido agua extraída a varios metros de profundidad, los rinocerontes murieron uno tras otro. Al parecer el agua salada les daba aún más sed a los animales, que consumían más y más.
Esto generó una lenta deshidratación de su cuerpo, que se tradujo en la desecación de sus tejidos y el espesamiento de su sangre.
El director de la Asociación keniana de Veterinarios, que participó en la autopsia de los rinocerontes, señaló que el agua estaba tan salada que incluso corroyó una verja de metal cercana a la bomba.
El proyecto del Servicio Keniano de Fauna fue financiado en un millón de dólares por el Fondo Mundial para la Naturaleza, y su finalización había sido anunciada con bombos y platillos.
El trágico desenlace dejó atónitos a los defensores del medio ambiente y generó una serie de acusaciones y reproches entre los diferentes protagonistas de la iniciativa
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