Viviana Bautista apura el paso por la llegada de la Semana Santa. Las estatuas religiosas que vende en Colombia ahora son más pedidas por la festividad católica, pero su viacrucis diario es el mismo por cuenta de la crisis en Venezuela.
Cúcuta, Colombia | AFP
Todos los días cruza la frontera hacia la ciudad colombiana de Cúcuta. Tras el cierre fronterizo ordenado por el mandatario venezolano Nicolás Maduro el 22 de febrero, debe hacerlo por los polvorientos pasos irregulares, donde merodean malhechores.
Tarda hasta una hora por trayecto, que incluye pedir aventones en la vía ante la imposibilidad de pagar por un pasaje. En sus manos carga una caja de cartón con mercancía: estatuas de ángeles, santos, la Virgen María y el Divino Jesús que se fabrican en San Antonio, estado venezolano de Táchira.
“Con eso me alimento y alimento a mi hija”, dice a la AFP esta mujer de 39 años, menuda y de tez clara, oriunda de la venezolana San Cristóbal.
Durante 14 años trabajó en un banco. Luego decidió independizarse y montar un negocio de alimentos, que se fue al traste por la severa crisis económica del país petrolero, donde los salarios se esfuman por la hiperinflación y la comida y la medicina escasean.
Hace ocho meses conoció a Liliana Lombana, la dueña de la fábrica de las estatuillas de yeso con las que subsiste, y empezó a venderlas en los alrededores de iglesias cucuteñas, aprovechando la religiosidad de los colombianos.
A diario vende un promedio de ocho estatuas coloridas, de entre 20 y 30 centímetros, que compra en menos de un dólar y vende al doble, con lo que le queda el dinero justo para alimentarse y pagar la vivienda donde se hospeda con su hija Valentina, de cinco años.
Valentina a veces la acompaña por las “trochas”, como se conoce a las vías irregulares, algunas de ellas controladas por contrabandistas o grupos armados afines al gobierno chavista.
“Es peligroso, porque el río se crece, se forman peleas allí”, advierte. Pero lo considera un sacrificio para ahorrar y crear una empresa en Cúcuta, al otro lado de la Venezuela de Maduro que rompió relaciones con Colombia.
Hasta el momento el riesgo ha valido la pena: en lo corrido de la Semana Santa asegura que sus ventas han aumentado. “En este y en todos los momentos es importante tener fe, es lo único que te va a dar la fuerza para levantarte todos los días”, afirma.
Pero la buenaventura de estos días de Viviana dista del panorama que reportan desde la fábrica que la abastece, un bodegón en San Antonio cuyas estanterías están colmadas de esculturas a medio hacer o esperando a ser comercializadas.
“Esta Semana Santa fue de lo peor, nunca se había tenido (…) una baja de ventas como esta”, explica Lombana.
Azotada por la falta de materiales y mano de obra, la empresa también siente los reveses de la economía venezolana. Pero la golpea con más fuerza el auge de la santería en Venezuela, que aleja a los clientes de los figurines católicos.
Las personas “se aferran más, como dice el dicho, hacia lo del diablo que a lo de Dios”, sostiene, en referencia a los ritos de la santería cubana de origen africano que asegura se ha impuesto en los últimos años.
Por eso se esmeran en producir elementos que algunos consideran controversiales: figuras del fallecido presidente Hugo Chávez y de Maduro, que tienen demanda en la otrora potencia petrolera.
Viviana se siente una “profesional” en su labor. Por eso, acota, se niega a comercializar las figuras de los mandatarios socialistas, a diferencia de muchos de sus colegas que ceden ante las exigencias de sus clientes.
La oposición culpa a ambos gobernantes de provocar la peor crisis de la historia moderna venezolana, de la que han huido más de tres millones de personas en los últimos años, y que el chavismo achaca a factores externos, con Estados Unidos a la cabeza.
El eco de los contradictores de Maduro ha tenido acogida internacional. Colombia y más de 50 naciones reconocen como presidente interino al opositor Juan Guaidó, mientras el gobierno se aferra a los militares y a Rusia.
No puedo ofrecer “algo que esté fuera de las bases bíblicas”, afirma Viviana, deseosa de que pronto se acabe su cargamento para iniciar de nuevo el peregrinaje con el que se gana la vida.
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