Veteranos mexicanos deportados piden volver a Estados Unidos.
Lejos del país por el que arriesgaron su vida, seis veteranos mexicanos deportados de Estados Unidos llegaron hasta los límites de la frontera entre ambos países para rendir un homenaje a sus compañeros en el Día de los Caídos.
El grupo rindió honores a la bandera de Estados Unidos frente a la línea de vehículos que cruzaba de Ciudad Juárez, Chihuahua, hacia El Paso, Texas, por el puente internacional Córdova de las Américas.
“Me siento más estadounidense que Donald Trump, porque yo arriesgué mi vida por ese país”, dice José Francisco López Moreno, de 72 años, quien combatió en Vietnam y fue deportado en 2004 a Ciudad Juárez.
Panchito, como lo conocen sus amigos, abrió hace 13 meses la Casa de Apoyo a Veteranos Deportados Juárez.
“Nos tienen deportados de por vida y el único modo de regresar es muerto, la verdad. Se siente feo porque ¿pa’qué te dan honor cuando ya estás muerto?”, dice Iván Ocón, de 41 años.
Ocón fue deportado hace dos años tras servir en 2003 en la frontera de Irak con Jordania.
“Dicen ‘oh, sí, vamos a traernos a nuestro veterano… enterrarlo acá, hacerle honores’, ¿por qué no nos honran cuando estamos vivos?”, reclama.
Según López y Ocón, al menos 12 veteranos deportados han muerto en México. Unos 300 viven dispersos en distintas ciudades, principalmente en Tijuana.
“Necesitamos que la gente le hable a los gobernadores, que les escriban a los congresistas, para que apoyen una ley para que nos den una visa a los veteranos y ya no nos deporten”, pidió Ocón.
Además de las casas de apoyo a veteranos en Tijuana y Ciudad Juárez se están organizando otras en Monterrey, así como en Honduras y Jamaica, agregó.
Héctor Barajas, fundador de la casa de Tijuana, recibió hace unos meses la ciudadanía estadounidense pese a haber sido deportado. Había cometido “solamente” un delito estatal y no uno federal como la gran mayoría de los que viven en Juárez.
Evans nació en México como Lorenzo Núñez, pero adquirió su nuevo nombre al ser adoptado en Estados Unidos. Sirvió como “marine”, habla poco español y terminó deportado en 2009.
Debió empezar de cero, lejos de su familia y con solo 80 dólares en la bolsa. Aprendió a sentirse nuevamente mexicano y amar al país tanto como a la bandera estadounidense, asegura.