Agobiado por la pobreza, Agustín Gómez decidió emprender un arriesgado viaje a Estados Unidos con la esperanza de que al llevar a su hijo Felipe, de ochos años, las autoridades de ese país le dejaran trabajar para ayudar a su familia en Guatemala.
Agustín salió desde la remota aldea de Yalambojoch en el municipio indígena occidental de Nentón, colindante con la frontera de México, donde, según familiares, escuchó rumores sobre mayores oportunidades para quedarse en Estados Unidos si entraba con el niño.
Sin embargo, la ilusión se vio truncada con la muerte de Felipe la noche de Navidad bajo custodia en un hospital de Nuevo México, casi una semana después de que ambos fueran detenidos en Texas al cruzar ilegalmente la frontera.
El niño falleció tras presentar síntomas de gripe, según las autoridades estadounidenses que investigan el caso.
Dos semanas antes, Guatemala ya se había visto sacudida por la muerte de la niña indígena Jakelin Caal, de siete años, internada en un centro médico de Estados Unidos en condiciones similares.
La menor viajó con su padre Nery, de 29 años, desde el poblado maya de Raxruhá, en el norte guatemalteco, y habría fallecido por deshidratación en su intento por alcanzar “el sueño americano”.
Aunque la migración de padres y niños e incluso familias completas tiene su origen en los problemas estructurales del país como la pobreza y violencia, Roxana Palma, activista de la Casa del Migrante de Guatemala, explicó que circulan mensajes de que llevar menores da mayores “garantías” de establecerse en Estados Unidos.
Palma indicó que en muchas ocasiones las personas que guían a los migrantes, conocidos como “coyotes”, no brindan la información completa sobre el proceso migratorio y solo informan de “lo bonito” de estar en Estados Unidos.
“Lamentablemente son los que informan mal a las personas sobre cómo poder llegar a Estados Unidos de una forma segura, entre comillas”, agregó.
Otra fuente en temas migratorios que prefirió el anonimato señaló que en la administración del presidente Barack Obama “había un trato especial para los padres que entraban con niños” a Estados Unidos, pero eso se acabó con la llegada de Donald Trump.
De hecho, un centenar de hombres y mujeres con niños pequeños de los cerca de 1 mil 500 centroamericanos que permanecen en la mexicana Tijuana intentaron cruzar la valla fronteriza durante la noche de Año Nuevo hacia Estados Unidos, pero debieron retroceder ante una fuerte movilización de los oficiales que lanzaron bombas de humo.
“Los guías van diciendo que con niños pueden entrar y ya no es válido”, refirió la fuente.
“Como mecanismo vemos también a las redes de traficantes de migrantes y coyotes que ofrecen, cobran y están engañando también a las personas para que migren”, agregó por su lado Danilo Rivera, coordinador del Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (Incedes).
Rivera mencionó que conocen de casos en el occidente indígena de Guatemala donde redes usan radios locales para hacer ofrecimientos falsos de visas y viajes a Estados Unidos de una forma “inmediata y segura”.
El experto señaló que no existe “mucho trabajo” desde el Estado guatemalteco para demostrar que esa no es la realidad, y tampoco hay un esfuerzo estatal para atacar las causas de la migración forzada.
De acuerdo con estudios de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la mayor parte de los guatemaltecos deportados de Estados Unidos y México provienen de poblaciones del occidente del país, que presenta altos índices de pobreza y falta de oportunidades de trabajo.
Esa carencia de empleo llevó al padre y dos hermanos de Pascual Domingo, de 24 años, a emigrar de Yalambojoch a Estados Unidos desde donde ayudan a la familia con el envío de remesas.
“Todo los aldeanos que se van para allá es por la misma necesidad de dinero, por falta de oportunidades de trabajo”, indicó Pascual sobre el poblado donde la pobreza alcanza al 73.8% de sus habitantes.
Mientras que María Lucas, de 40 años, señaló que su hijo Juan viajó a Estados Unidos hace tres años y, desde entonces, con el dinero enviado, lograron construir una casa de concreto. “Mi hijo se fue por la pobreza, tenemos necesidad, por eso decidió irse”, declaró.
Aunque la pobreza es el principal impulso de los guatemaltecos que migran con niños, también existen otras causas como el reclutamiento de menores para las pandillas.
El éxodo forzado de familias también ocurre por conflictos de tierras a causa de megaproyectos y el cambio climático que daña cultivos, entre otros factores, coincidieron los expertos.
Con información de: AFP